Cuentos serios de bufones #10

abu.jpgÉrase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, una solemne, severa y temida autoridad: era el Cardenal de Palacio, el cual aplicaba con suma rigidez sus leyes morales en aquel Reino, incluso por encima del Rey. Era famoso por castigar a los que se atrevieran a reír en público. Y sus castigos iban desde cadena perpetua por una sonrisa, hasta la guillotina por una risa.

Una mañana como otra cualquiera, recibió una carta firmada por La Muerte donde le decía que iría a llevárselo, inobjetablemente, esa misma noche.

La poderosa autoridad tembló de miedo, porque conocía esa antigua historia (muy requeteusada por los escritores, por cierto). Y estuvo un buen rato pensando, hasta que al fin decidió traer a su presencia y sin que nadie supiera, al bufón de Palacio. Al mismo que había desterrado como primera medida al inicio de su mandato.

Tomó intensivas clases con el bufón, y en pocas horas aprendió a desplazarse y moverse de forma cómica, de memoria logró repetir un sin número de chistes y de respuestas ingeniosas a situaciones comunes y aprendió a disfrazarse y maquillarse como un verdadero bufón.
Llegó la noche, y a la hora fijada la figura oscura, con capucha y guadaña en mano tocó la puerta del dormitorio del nervioso Cardenal, que le abrió con el corazón en la garganta. Luciendo el disfraz de bufón, hizo un saludo muy exagerado inclinando su cuerpo, de una manera tan cómica que hubiera hecho reír al ser más amargado del universo.
Pero la seria Muerte, preguntó por el Cardenal y el falso bufón contó varios chistes ingeniosísimos en medio de su respuesta, para al final informarle que ya en Palacio no vivía nadie con esas señas.
Extrañada, La Parca dio media vuelta y se fue. La autoridad entonces entró y comenzó a reír de alegría. Fueron tantas las carcajadas que le vino un ataque de risa como nunca antes en la vida había tenido.
El verdadero bufón llegó a la esquina del pasillo, se quitó el ropaje y la capucha, soltó la guadaña y regresó al dormitorio del Cardenal para conocer su reacción por haber burlado a La Muerte.
La puerta estaba entreabierta y entró. Lo encontró tirado en el piso, literalmente muerto de risa.

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