El humor en las redes sociales

060408-redes-sociales.jpegSigue la resaca de las marejadas que produjo el humor en el Festival de Viña. Leo las redes sociales, los diarios, etcétera y veo la cantidad de opinólogos que existen. Sucede algo parecido como con el fútbol, el béisbol y muchos deportes, donde todos nos creemos directores técnicos, sobre todo después de los partidos. “Generales después de la batalla”, como dice el dicho popular.

Por supuesto, todos tienen derecho a opinar. En eso no hay nada que discutir. La libertad de expresión está por encima de todo, nos guste o no.

Como siempre digo, si alguna opinión expresada te ofende, te agrede, hay recursos civilizados y democráticos como demandar o cosas así.

Mi reflexión va por otro lado. Bajo esa asegurada libertad de opinión se oculta La Oscuridad. Y si le sumamos que se opina también ocultándose bajo un seudónimo, sin dar la cara, etcétera, más encontramos a La Oscuridad.

¿A qué me refiero con La Oscuridad? Me refiero, en tono de broma, a males del ser humano como la ignorancia, el oportunismo, la envidia, los celos, el resentimiento, el odio y otras yerbas no muy dignas que digamos. Coincido con Humberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a una legión de idiotas”. Claro, yo en estos momentos soy parte de esa legión.

Pero en mi caso, abordo solo el tema del humor, por lo que me compete.

Las opiniones son mayoritarias al decir que Ricardo Meruane hizo chistes malos y, por ejemplo, Natalia Valdebenito hizo chistes buenos (yo opino que ambos no me hicieron reír, pero ese es otro tema).

En mis estudios sobre el humor he llegado a la conclusión que nos equivocamos mucho cuando clasificamos a un chiste.

Para que un chiste funcione sucede lo siguiente: un emisor o fuente, encuentra algo cómico y desea compartirlo con uno o más receptores. Entonces le envía un mensaje, que viene siendo el chiste. Le llega al receptor, lo procesa y si lo encuentra cómico va a sentir un placer y todo termina exteriorizado en una risa o una sonrisa.

Pues bien, al decir que un chiste es malo, asumimos que el mensaje en este proceso de comunicación humana no sirvió, no funcionó, porque el receptor no lo encontró cómico.

Analicemos mejor. Si el receptor no rió, ¿no pudo pasar también que el emisor no transmitió bien, porque desconoce el lenguaje que escogió para emitir el mensaje (el chiste), o no se sentía bien, o no tiene gracia para comunicar, etcétera? Es decir, quizás el chiste no le fue cómico al receptor porque el emisor hizo algo mal. Pero también puso haber sucedido que el receptor no estaba de buen ánimo para recibir el chiste, o no lo comprende, o estaba distraído, o era un chiste machista y los receptores eran mayoritariamente mujeres, por ejemplo, o mil situaciones más. Pues bien, que en ambos casos, por falla del emisor o por falla del receptor, no se pudo completar el proceso del humor y no se llegó a la risa. ¿Y qué pasa? Que la gente le echa la culpa al chiste. Y en la mayoría de los casos no es así.

Ejemplo, el humorista cuenta un chiste en España y la gente no se ríe, entonces los españoles afirmarían que el chiste era malo. Sin embargo, el humorista hace el mismo chiste en Guatemala y todos se ríen. ¿Cómo es posible que un chiste malo funcione en otro lado? Evidentemente, no se trata del chiste. Otra cosa, en el emisor o en el receptor, no funcionó.

Por lo tanto, yo le pediría a los opinólogos que dijeran siempre “a mí no me gustó el chiste?, “a mí no me hizo gracia el chiste”, etc. Pero por favor, no digan tan a la ligera “el chiste era malo”, porque la mayoría de esos que se expresan así no tienen idea de qué es un chiste y de cómo funciona el lenguaje humorístico.

Es solo un consejo. Aunque claro, repito, yo también puedo ser parte de esos idiotas que opinan a destajo en las redes.

 

 

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