El Humor (VII). "Por favor, no se suene la nariz con este texto"

humor-acido.jpgA mí no me agrada el humor ácido, agresivo, humillante. Para ser más sincero, lo detesto. Así que no me dan gracia muchos de los supuesto chistes gráficos contra los islamistas de la revista francesa Charlie Hebdó, ni la burla al tuerto senador Dan Crenshaw que le hizo el cómico Pete Davidson en el programa de TV estadounidense Saturday Nigth Live, ni el supuesto humor de los mocos en la bandera del también cómico televisivo español Dani Mateo, por solo poner tres ejemplos. Ojo, dije no les encuentro gracia, pero eso no significa que me agrade el fanatismo religioso, las guerras necesarias o no y los símbolos patrios.

Así que parodio ahora la requetemanoseada cita de Voltaire: aunque no me gusta ese humor, defiendo que exista con toda mi fuerza. Porque la libertad de expresión está por encima de todo. Y si a uno no le gusta ese humor –como a mi-, que cambie de canal, cierre la revista, se vaya del teatro, etcétera. Y si se siente humillado, ofendido, que demande al creador a través de las leyes en democracia. Y si no está de acuerdo con las leyes, que convenza a los legisladores para que la dicten a su gusto y si no lo complacen, que convenza a sus coterráneos para que no los reelijan. No veo otro camino.

Pero el motivo de esta reflexión es otro.

Cuando uno hace un supuesto chiste agresivo contra alguien o algo, debe saber por qué lo hace; es decir, estar convencido de que tiene razón y debe saber también que su acción no le agradará a muchos.

Por lo tanto, cuando lleguen las reacciones a su supuesto chiste, el cómico tiene derecho a no disculparse, como hizo Dani Mateo al secarse otros mocos en otra bandera, o disculparse como hizo Pete Davidson en cámara ante la presencia del senador.

Pero también el público tiene derecho a aceptar o no las disculpas del humorista y también tiene derecho a aceptar o no al humorista que no pide disculpas. Porque todos tenemos derecho a pensar distinto y debemos ser tolerantes con el prójimo, aunque no simpaticemos con lo que dice o hace.

Por lo tanto, por favor, tratemos de dejar los escándalos por gusto. Comportémonos como seres sociales civilizados, amables y tolerantes.

Claro está, no todo es blanco y negro en este tema. Sabemos que muchas veces detrás de esos supuestos chistes están los deseos oportunistas de destacarse a como de lugar, están los ideologismos baratos y está la pura y viva mediocridad. Por tal motivo, he puesto en esta reflexión siempre “supuesto chiste” o “supuesto humor”, porque frecuentemente no son chistes, no es humor lo que hacen.

No todo lo que provoca risas y aplausos es humor, ni aunque lo haga un humorista connotado o uno emergente. Por ejemplo, en un escenario en Venezuela si un cómico dice “¡qué hambre hay!” y el público reirá y aplaudirá. Pero eso, dicho así a secas, es solo una verdad y la verdad también produce risa. Sin embargo, eso que dijo el cómico en Venezuela no es humor, no es arte. Hay otros ejemplos de aparición de risas que no es humor. He visto comediantes que en medio de sus rutinas humorísticas (o supuestamente humorísticas), comienzan a dar un discurso a favor de una causa que defienden y lo hacen en serio, usando su presentación artística como discurso proselitista (no importa si tiene razón en lo que dice o no, o sea una buena causa o no). Por lo tanto, no podemos aceptar a priori que lo que diga un humorista en su trabajo siempre es humor, ¿no?

Y por otro lado, tampoco las protestas del público son para apoyarlas siempre. Existe gente en estos tiempos que vive cazando chistes contra tal minoría, tal causa mediática, etcétera y lo hacen desde una ideología, pero con mente fanática, religiosa (en todo sentido), sin razonamiento, solo desde lo emocional, casi siempre sin argumentos sólidos y así tienen a muchos humoristas coartados, amenazados, censurados. Tanto, que éstos se ven en la obligación de pedir disculpas (muchas de ellas falsas aunque pueden parecer convincentes, para poder continuar ganándose el pan con el sudor de sus gracias).

Conclusión, si a usted le gusta un chiste o un humorista, ríase y si no le gusta no lo consuma; si le ofende, luche por eso por los canales establecidos en la sociedad. Pero cuestiónese siempre el chiste y cuestiónese siempre las reacciones que produce. Deje que los mediocres, los ignorantes y las malas personas se enfrenten entre ellos.

Este tipo de humor agresivo, tan en primera línea, va a pasar de moda porque el humor -por suerte-, es mucho más que eso.

Y un último consejo: cuestiónese lo que acaba de leer y tan amigos como siempre, esté usted o no de acuerdo conmigo.

 

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