El Humor (VIII). "Sobre el posthumor"

robot.jpgEl crítico español Jordi Costa, es el responsable de la creación de este término. Según él, “el posthumor es la comedia donde la risa ya no es la prioridad y en la que prima la incomodidad, el malestar por encima de otras cosas”.

A lo anterior le sumo la opinión de la humorista española Ana Morgade: “El humor blanco es un invento de quedabienes. Para hacer reír es necesario ofender, deformar, mentir y exagerar. El humor no es inofensivo".

Y como tercer elemento, añado este comentario del señor Juan Gómez en el mundo.es, refiriéndose a varios colegas que se presentaban: “… son humoristas salidos del stand up comedy, que han renovado el género, son los rostros del humor moderno, el posthumor o como quiera que se llame el humor que hoy sí nos hace reír”.

Esto último lo subrayé porque me traumatizó.

Entonces hago un resumen hasta aquí: el posthumor es molestar u ofender a alguien, sin importar si es gracioso o no. Es el que está lejos del humor blanco y el único que funciona en estos tiempos.

Una vez aclarada la nueva clasificación que se le impone al pobrecito humor, tan raído y llevado, tan justipreciado y menospreciado, paso a mi reflexión al respecto.

Ante todo, declaro en este texto, de manera pública y oficial, que acepto esa nueva definición, pero no me identifico con ella.

Me explico mejor. Para mí, lo cómico (ver Conjetura Humor Sapiens en este sitio) se produce en un proceso que ocurre en el cerebro de cada cual (según las características cognitivas, de personalidad, de cultura, de memoria, de estado de ánimo, de principios, etc., de cada persona). Y el humor es la expresión de lo cómico. El humor se produce dentro de las leyes de la comunicación humana. Ejemplo: yo (la fuente) tengo algo que encontré cómico. Fue creado en un proceso en mi cerebro, partiendo de una cosa que me llegó a través de mis sentidos o de mi imaginación, y ahora tengo la intención de que una persona o muchas (el receptor) disfruten de esa “cosa cómica” y se la transmito vía oral, escrita, dibujada, etc. (el mensaje). Si el receptor, al procesar el mensaje en su cerebro, lo encuentra cómico también, según sus características cognitivas, de personalidad, de cultura, etc., se produjo el humor.

Este proceso puede provocarse a partir de un hecho sencillo, cotidiano, en una relación humana como una simple conversación, o dentro de un lenguaje más complejo, lo que se conoce como arte.

Ojo, no obligo a nadie a que piense como yo, sólo expreso cómo entiendo todo este fenómeno que abarca lo psicológico, filosófico, estético, etc.

Por lo tanto, la gracia gruesa y física de un payaso y la gracia fina, sutil, ingeniosa de un gran literato, gráfico, cineasta, músico, etc., es humor. Y ese humor posee un grado de comicidad, porque es la que provoca la carcajada, la risa moderada, la sonrisa o la sonrisa interior, al sentir ese placer sui géneris de lo cómico.

Por supuesto, no todo lo que produce risa es humor; es decir, no todo lo que produce risa conlleva la cómico. Por ejemplo, si uno en escena dice que tal político es un ladrón y un corrupto, la gente se ríe, porque la verdad da risapor un mecanismo distinto al del proceso cómico. Pero no hay humor, no hay elaboración artística. Y si dice además que fulano es un hijo de puta da más risa, porque se sabe que decir algo tabú como una mala palabra en público es risa segura, pero evidentemente no hay humor en eso. Perdón, pero este punto no me interesa profundizarlo más, porque nos estamos refiriendo sólo a lo limitado dentro del universo del humor, no a lo que está fuera de él.

Resumo para no perdernos: para mí todo el humor que se produce en este mundo lleva en sí lo cómico, o no sería humor.

De ahí se deriva que jamás podría clasificar a un artista de cómico y a otro de humorista (excepto en otro significado de la palabra cómico”: cuando se usa popularmente como “actor de comedia”).

Un payaso entonces es un humorista. Por tal motivo rechazo las expresiones despreciativas: “¡Eres un payaso!”, “¡No soporto tus payaserías!”, “¡Cómo te gusta payasear!”.

Esas y otras expresiones parecidas las hemos escuchados miles de veces a lo largo de nuestras vidas. ¿Se ha preguntado usted por qué esa profesión es tratada con tanto desprecio? ¿Por qué se usa esa palabra de forma tan despectiva? ¿No se supone que ser payaso es algo importante, porque nos divierte, sobre todo a los niños? Entonces, ¿por qué se valora tan poco? ¿Por qué hasta los mismos humoristas usamos esa palabra peyorativamente?

Una razón podría ser esta: dentro del arte, dentro de la creación humorística, la “payasería” es lo menos elaborado. Obviamente, el tropezón, la caída, el falso golpe apoyado con un platillazo de la orquesta, el tortazo en la cara, el quitarle el asiento al otro, la supuesta patada en el trasero con esos zapatones talla XXXL, etc., etc., son chistes, gags, situaciones muy elementales, muy básicas dentro del humor. Provocan risas inocentonas, infantiloides. Quizás por ello algunos artistas, algunos intelectuales, han condenado esa preciosa profesión al estiércol. Porque muchos colegas gritan que el humor es algo sublime, ideal, fino, perfecto, elevado; es decir, la búsqueda de la sonrisa inteligente y espiritual, y no esa cosa elemental, burda, grotesca, superficial, vulgar, naif, de mal gusto, que provoca la primitiva carcajada.

Lo siento, queridos colegas, pero para mí el payaso es un humorista "hecho y derecho", que hace ese humor básico la mayoría de las veces (los hay buenos y malos como en todo). Pero son colegas nuestros. Y menciono “humor blanco” porque la payasada la sitúo en uno de los extremos del humor blanco. En el otro extremo está el humor que pudiéramos llamar inteligente, porque para los que no lo saben, se puede hacer humor ingenioso, inteligente y elaborado con el humor blanco.

¿Y por qué subrayar tanto lo anterior? Porque el concepto de posthumor y sus seguidores rechazan a todo el que practique el humor como "quedabienes", como si fuera un defecto tratar de hacer reír desde un payasoal humor de Les Lutheirs, por ejemplo, porque no "agraden, ofenden, molestan" con sus creaciones.

Veamos ahora algunas, supuestas o no, posiciones contra el arte de hacer reír por reír. 

Por ejemplo, el laureado humorista gráfico cubano Ares, en una entrevista publicada en la revista digital satiraopinion.es, dijo que él no es un cómico, sino un artista que hace humor para pensar, etc.. Ares es un colega que admiro, respeto y aprecio mucho y como lo conozco sé que no tiene complejo, ni es soberbio. Considero que es un colega que podría estar de acuerdo conmigo en mi definición de humor cuando lea esto, y yo estaría de acuerdo con él -como ya dije-, en que existe esa diferencia en cuanto a calidad artística y humorística entre los distintos creadores. Por lo tanto, a él lo encajaría en una minoría que no desprecia al payaso, sino que define el humor desde el humorismo, sin segundas lecturas.

¿Dónde podría estar el error en ese criterio para mí, si es que lo hubiera? Precisamente en definirlo desde el humorismo (desde el producto artístico), como dije. Lo hacen más por el contenido mismo. Yo soy más inclusivo, porque defino el humor desde la psicologia integral; por lo tanto, para mí es humorista simplemente el que crea humor y no lo califico o descalifico por el tipo de contenido o por la calidad del humor que hace. Ojo, esto no significa que tenga la verdad en mi poder. Es un campo muy subjetivo y está abierta la cancha para debatir. 

Mencioné el ejemplo de Ares, para compararlo con otro. El del uruguayo Leo Maliah. A este creador le solicité hace un tiempo entrevistarlo para nuestra página humorsapiens.com y aceptó, aunque sus respuestas fueron sorprendentes, por decir lo menos. Aquí cito cuatro de las once que le hice:

YO: En este año, ¿cómo ve el estado actual del humor en el país donde vive, en televisión, radio, teatro, literatura y gráfica?

Él: En verdad no tengo la menor idea de lo que sucede en esa área. No es algo por lo que me interese. Sé que algunas de las cosas que hice tienen componentes o resonancias humorísticas pero no por ello tengo que interesarme en lo que hagan los humoristas, del mismo modo como un conejo, pese a practicar asiduamente el salto, puede no estar interesado en las actividades de los canguros.

YO: ¿Cuándo decidió hacerse humorista?

ÉL: Nunca. No soy humorista, además.

YO: Como profesional del humor, ¿se ríe fácil? ¿Con qué tipo de chistes?

ÉL: No soy profesional del humor. Quienes crean eso conocen muy poco de mi trabajo y además lo malinterpretan, no dándose cuenta de cómo me río de ellos por creer eso.

YO: ¿Qué me aconseja a mí como humorista?

ÉL: No estoy habilitado para dar consejos, pero si lo estuviera, como humorista lo que te aconsejaría sería tirar la toalla. Y como persona, el consejo sería aprender a reconocer a un músico cuando lo oís.

Como se ve, fue pesado, agresivo, descalificador y desproporcionado conmigo y además, de gratis. Pero especulemos por qué lo hizo. Ante todo, aceptó una entrevista de una página de humor, realizada por mí, un humorista. El cuestionario que le envié por e-mail correspondían a preguntas sobre el humor. ¡Si le molestaba tanto el cuestionario lo normal es que no o contestara y me enviara un e-mail dándome su punto de vista! Pero, no. Tomó el camino de la ofensa. Es muy extraño todo, porque a él lo conocí en Cuba, cuando fue invitado por el Centro Promotor del Humor que dirigía el humorista Virulo, al Primer Encuentro de Humor Latinoamericano, donde actuó e hizo reír al público y a nosotros. Aunque debo decir no hizo reír a una pequeña parte de los 5,000 asistente ese día al Teatro Karl Marx de La Habana, que ante el enojo y la vergüenza nuestra, le chifló, por no entender su humor, ya que sabemos es muy "intelectual". Continúo: he leído unos cuantos comentarios sobre él y su obra musical y literaria donde lo califican de humorista (he puesto esas palabras en negritas para resaltar su vinculación al humor y cómo es tratado como humorista con o sin su venia. Y es muy contradictorio, por decir lo menor, que alguien que no desea que lo cataloguen de humorista, asista y se presente como tal a un evento como ese en La Habana).

No sé usted, pero para mí, está enojado porque lo valoran más como humorista que como músico y no le agrada eso, no le da el suficiente valor al humor parece, creyendo que el arte muscal es superior. Y perdió los estribos al ver que sólo mis preguntas eran sobre humor. Claro, ya dije que no es justificable que me trate así cuando aceptó la entrevista, pero achaquémoslo a su carácter de genio malcriado o algo así.  Cosa que me da lo mismo, es su problema. Lo que no significa que no especule del por qué ese rechazo a que lo cataloguen de humorista.

Entonces, ¿podría ser que tiene algo personal contra mí? Eso lo deseché. Después de conocerlo y compartir escenario en La Habana, hemos compartido firmas de libros en la Feria del Libro de Buenos Aires y hemos compartido buenos ratos antes de sus presentaciones en Chile cuando viene. Además, no he dicho otro dato sorprendente: en el cuerpo del e-mail donde me adjuntó sus respuestas cargadas de mala onda, me decía –muy amablemente-, que estaba agradecido por la entrevista y otras palabras felices. ¿Quién lo entiende?

Concluyo. Para mí sigue siendo un gran humorista aunque él diga que no, porque yo evalué casi toda su obra más de una vez y más humorística no puede ser, así que me da igual, repito, lo que piense, sin quitarle su derecho a creer lo que desee. Y aprovecho para decirle desde estas líneas que –aunque no lo crea-, yo sí sé con propiedad la diferencia entre un humorista y un músico, porque parte de mi carrera la hice creando humor musical. Y él es ambas cosas. Seguiré admirándolo y riendo con su obra, aunque de ese tema no le hablaré nunca si lo veo de nuevo, obvio; porque no se portó muy simpático conmigo que digamos, ¿no es cierto?

Bueno, me desvié demasiado del tema central. Es que tenía archivada esa anécdota. Había decidio no hacerla pública porque sé que le podría afectar un poquitín su imagen (no su obra) y, lo juro, para mí sigue siendo un referente del bueno, fino e inteligente humor. Pero quizás por el paso del mismo tiempo o por el enojo que sentí por ver vapuleado de nuevo mi profesión con este del posthumor, la desempolvé.

Así que continúo. Quise traer a colación el caso de Leo Masliah, que se niega a ser humorista, para diferenciarlo del caso de Ares, que separa el cómico del humorista. Y para distinguir ambos casos de un tercero: el que hace “posthumor”. Son los tres tipos diferentes que no aceptan ser payaso. De ellos, sólo entiendo la postura de Ares, porque sé que su valoración es un problema semántico y está definiendo el humor desde el humorismo. Pero no puedo identificarme con alguien que hace humor y asegura que no lo hace, a pesar de ser algo evidente. Ni tampoco me identifico con alguien que arrincona el humor al concepto de que sólo es el que molesta y ofende y son tan soberbios como para afirmar que es el único que hace reír en la actualidad.

¿Pero por qué esta defensa tan vehemente al arte del payaso?, se preguntará usted. Es que yo siempre lo he sido en mi vida, según el decir popular. En la enseñanza media -también en la universitaria- me destaqué como “florón”, “centro de mesa”, o como se le diga a la persona que se erige voz principal, como centro de atracción en un grupo, fiesta, banquete o reunión y hace de cuentachistes, o hace gracias, monerías”. Para bien o para mal, yo me destaqué mucho en ese campo y siempre cargué con ese mote despectivo.

Sin embargo, al pensar ahora mismo en esa época de “payasito” o “bufón” (otro sinónimo de igual pobre fortuna), yo fui feliz y le traspasaba alegría a todo el mundo sin incomodar, molestar u ofender a nadie. 

Y aún sigo haciendo “pelayaserías” (un término creado por mi amigo y colega Pible). Y mis “pelayaserías” dentro del campo de la creación humorística, intentan ir más allá  del puro chiste (aún sabiendo que sólo eso es bastante), tratando de hacer el humor blanco, el más “inteligente”, así como el que hace pensar y crecer al ser humano, aunque sea un poquitín. Me interesa tanto la sonrisa interior, como la carcajada.

Es el momento de citar aquí la frase de Les Luthiers, el mejor grupo de humor escénico-musical de habla hispana de todos los tiempos, según muchos (incluyéndome), frase que dijeron recién, en una entrevista por sus cincuenta cumpleaños: “Somos unos payasos elegantes con un humorrefinado”. Ahí está, esos grandes artistas no tienen complejo alguno para confesar que son payasos. Porque ampliaron para bien –y no despectivamente como es usual en otros-, esa labor. Y de paso gritan a los cuatro vientos los orgullosos que están de ser humoristas.

Sin embargo, quiero ser justo: la mayoría de los que rechazan el humor del payaso, el que sólo hace reír, o el humor blanco en general, son lo colegas que se refugian en este “posthumor”. ¿Por qué? Entre otras cosas porque ES MÁS FÁCIL hacerlo, lo que implica que es una forma de crea que le facilita la vida a los mediocres. Ojo, no digo que el género stand up comedy sea menor (para los que les gusta malinterpretar). Conozco excelentes comediantes de alto nivel que lo practican. Me refiero a que como muchas veces no usan el lenguaje teatral, actoral (o lo usan muy poco) y casi nunca utilizan la dramaturgia, es más fácil para que los mediocres se suban a escena a ofender y humillar a sus víctimas, o a sacar risas con vulgaridades y groserías.  

Para mí (y para otros creadores a los que le he preguntado) es más difícil hacer humor blanco, lúdico, que hacer ese humor corrosivo, ácido, directo, humillante. No olvidar la búsqueda de la risa que no es proceso cómico, como hacen muchos comediantes "posthumorísticos". Para un creador es más difícil hacer humor blanco, ya que es un juego intelectual. Es mucho más elaborado que ese que es producto de la caza del defecto ajeno para contarlo en foma directa, con pose de "soy agudo, inteligente y estoy por encima del Bien y el Mal", como hacen los mediocres.

Ese humor blanco al que me refiero no es sólo el chiste sin burla, sin vulgaridad ni grosería, sin oscuras intenciones o el infantil, también incluyo al inteligente, al refinado, al ingenioso, al muy elaborado artísticamente y que está en el otro extremo de la gama como ya dije.

Por ejemplo, cuando Les Luthiers, los reyes del humor blanco, presentan en escena el número de los políticos corruptos que desean cambiar el Himno Nacional, realizan sátira, se apoyan en ironías; es decir, se burlany crítican a esos malos políticos, van contra la corrupción, contra lo mal hecho, etc. y, sin embargo, no incomodan ni ofenden a nadie. No hacen “posthumor”, y ¡Oh, sorpresa! ¡SÍ HACEN REÍR A TODOS EN ESTOS TIEMPOS!, lo demuestran día a día. 

Otro matiz: no existe un humor que sólo haga pensar, porque si no hace sonreír internamente por lo menos, si no conlleva lo cómico aunque sea en una mínima cuota, no se le podría llamar humor.

Eso sí, el humor presenta diferentes niveles de elaboración, profundidad y calidad. No hay duda. Por tal razón debemos considerar a "Zapatón", "Choricito", "Trompoloco" y Popov, en el mismo gremio de Quino, de Chaplin, de Les Luthiers, de Mark Twain, así como de Ares y Leo Masliah. Y así como Tricicle, Monthy Python, Gila, Cantinflas, Woody Alle, etc., incluyendo en la lista hasta los colegas de la belle epoque del humor cubano de los años 80. Las diferencias entre ellos la dan otros aspectos, como ya vimos.

Como ya señalé al inicio, acepto este nuevo concepto de posthumor” (no puedo hacer otra cosa), pero no sólo no lo comparto, sino lo rechazo. Claro, no haré nada contra el que lo practique, porque soy un apasionado de la libertad de expresión y para mí al humor no se le puede poner límites. Y soy de los que defiende que exista todo tipo de humor, me guste o no. Pero de ahí a consumirlo, va un gran tramo. Ojalá, con sinceridad, les vaya bien a todo el que lo practique, pero que no invada todo nuestra vida, por favor. Ojalá que pronto tengan definitivamente su rinconcito en la ciudad, para que allí acuda el público de ellos, como los rinconcitos que han tenido siempre los que hacen humor vulgar y grosero. 

Ese es mi ex post y no pudo ser un ex ante, porque ni me imaginaba que iba a surgir algo así. No fui capaz de leer bien lo que nos estaba envolviendo. Pongo como ejemplo lo que se dice (y cómo se dicen las cosas) en las redes sociales, o el asqueroso grafiti de muchas calles y o el vulgar y simplón y cochino reguetón, por citar tan sólo tres tipos de "expresiones artísticas". ¿Estas puntas de iceberg vienen anunciando la decadencia en todas las artes y expresiones humanas? Por favor, díganme que no es tan así, para seguir riendo y haciendo reír sin preocparme... ¿soy muy "tragiquista"?

 

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