El humor (XVI). "No tiene límites. Los límites están sólo en la mente del ser humano"

descarga_0.pngMe sucede con este título que no estoy seguro de si he leído o escuchado algo parecido en algún lado. Parece una “frase para el bronce”. Por lo tanto, le pido a usted, amigo(a) lector(a) que si tiene información al respecto me lo diga, porque odio que me consideren un plagiador.

Aclarado lo anterior, voy directo a mi reflexión:

Cada vez con más frecuencia se debate sobre cuáles son los límites del humor. Esto se “viralizó” después de la masacre a la revista Charlie Hebdó y aún continúa hasta nuestros días. Todo el mundo quiere dar su opinión.

A mí no me interesa entrar en discusiones bizantinas, porque sabemos quiénes están en los bandos de los extremos.

Y los que analizan, intercambian opiniones y no tratan de imponer a toda costa su criterio, son los menos.

Pero sí me siento en el deber de hacer público lo que pienso al respecto, para el que le interesa saberlo, claro está.

Entro en materia. Si alguien cuenta un chiste vulgar, o alguien lo dibuja, o nos llega por cualquier forma dentro de la comunicación humana, tenemos la alternativa de negarnos a consumirlo; es decir, podemos decir: no voy más a ver a tal humorista, o no voy más a tal teatro, o no veo más tal programa de tv o radio, o no veo más las películas de ese actor o director, o no comparto una reunión social más con ese tipo. En fin, tengo la libertad y el derecho de hacer eso.

Pero hay más.

Tengo la libertad y el derecho de decirle a una o a millones de personas que no vayan a ver a ese humorista, o tal programa, o esa película, etcétera.

Pero voy más allá aún.

Si alguien considera que ese chiste vulgar es dañino para la sociedad, puede dirigirse civilizadamente a los canales que facilitan los mecanismos democráticos y demandar al autor o autores de ese chiste.

Pero cambiemos el contenido del chiste. Ahora se trata de un chiste que se burla, agrede, ofende, o humilla a alguien, o a las creencias de alguien. Pues esa persona –al igual que cuando el ejemplo del chiste vulgar anterior-, tiene la libertad y el derecho de no consumirlo.

Y también tiene la libertad y el derecho de expresar públicamente su opinión sobre el chiste y hasta hacer campañas para que una o millones de personas no consuman ese chiste.

Y más aún, como vimos, tiene también la libertad y el derecho de demandar al autor o autores, civilizada y legalmente, como se debe hacer en una democracia.

Ese es mi concepto de libertad de expresión. El humor no tiene límites. Es el ser humano el que decide que su límite es no tolerar ese humor.

En un país donde realmente existe libertad de expresión, solo se actuará contra ese chiste y sus autores, si los jueces analizan las leyes y ven que sí le hace daño a la sociedad de alguna manera. De lo contrario, nadie, ni el gobierno ni nadie puede acallar ese chiste, cerrar el lugar, apresar al humorista, etcétera.

¿Dónde radica el punto crucial en todo esto? En las leyes que existen en ese país. Por eso en las dictaduras es casi imposible hacer chistes contra nada, porque las leyes están hechas para proteger a los dictadores y, obviamente, ellos no pueden aprobar una ley donde se permita hacerle un chiste a una institución sí y a otra no. Ley pareja; es decir, para ellos todos tenemos derecho a censurar y a aplastar el humor.

Se sabe que el humor y dentro de él la sátira, es beneficiosa para lo sociedad, porque es constructiva. Muchas veces la gente no entiende eso y mezclas las cosas. Por ejemplo, si una institución, sea política, religiosa, o de cualquier índole, hace algo malo, entonces tiene merecido el látigo del humor. Sin embargo, sus partidarios se sienten agredidos.

Por otro lado, es probable que moleste e incomode un chiste con el que se agrede y humille a una religión, a un político, a un gobierno, a una figura pública, a una entidad cualquiera, etcétera. Incluso es probable que el chiste sea injusto y se hace sólo para hacer “bulling”, para dañar. Aún así hay que permitirlo. Esas son las reglas de la libertad de expresión.

Es que si permitimos que alguien haga algo contra un chiste por “X” motivo, entonces al otro día otra persona se siente con el derecho a hacer algo contra otro chiste por “Y” motivo, y así, de pronto va aumentando la cosa, hasta llegar a la dictadura, al fundamentalismo, donde no se puede hacer humor.

Debo aclarar algo. A mí no me gusta el humor de Charlie Hebdó. A mí no me gusta el humor que agrede y humilla, a mi no me gusta el humor vulgar. No me agrada el humor que incite al odio y/o le haga daño a la sociedad de alguna manera. Pero mi conducta es: si me encuentro un chiste que no me agrada, no lo consumo y a otra cosa. Ignorarlo es el mejor remedio.

Es mejor pasar ese pequeño mal rato de sentirse impotente ante la injusticia de tal chiste, que aplastar ese chiste con fuerza y leyes, porque para mí el riesgo de perder la libertad de expresión es más importante.

Por ello creo que no tengo límites, pero si los tengo y no me doy cuenta –como sucede también con frecuencia-, espero en la práctica tener el control de nunca ir contra ningún tipo de humor.

 

 

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