En rigor humortis: "Una cala superficial e incompleta sobre el humor, la risa y las religiones. Parte I."

captura_de_pantalla_2021-04-22_a_las_12.32.38_a.m.pngSe dice que con el Cristianismo, el mundo pasó a ser un lugar de sufrimiento. Y ese concepto duró varios siglos. Para ilustrar esto, nada mejor que mencionar las citas que pude conseguir en la Biblia:

1. “El necio, cuando ríe, lo hace a carcajadas, mas el hombre sensato apenas si sonríe”. Eclesiastés 21:20.

2. “Porque como crepitar de espinos bajo la olla, así es la risa del necio. Y también esto es vanidad”. Eclesiastés 7:6.

3. “A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?”. Eclesiastés 2:2.

4. “Mejor es la tristeza que la risa, porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento”. Eclesiastés 7:3.

5. ”Afligíos, lamentad y llorad; que vuestra risa se torne en llanto y vuestro gozo en tristeza”. Santiago 4:9.

Una aclaración. Muchos pensadores también han definido al humor, como un estado de ánimo (“estoy de buen humor” o “estoy de mal humor”). Es algo que se viene arrastrando de la antigua teoría de los cuatro humores corporales. Desde ese punto de vista, tenemos que humor es cuando sentimos un placer, una emoción positiva, ya sea el placer del resultado del ejercicio del sentido del humor, o ya sea la alegría, el alivio, el triunfo, etcétera. Esto es importante aclararlo, porque muchas veces vemos usada la palabra alegría, felicidad, bienestar y otros sinónimos en los textos religiosos. Y en realidad no se trata de la misma emoción que conocemos y usamos comúnmente nosotros; como esa alegría que sentimos al ver un hijo recuperarse de una enfermedad, o cómo nos ponemos al sacarnos un premio en la lotería, o lo que sentimos cuando nos suben el sueldo, etcétera; sino que se trata de un estado espiritual que brinda eso que llaman la paz, la cercanía a Dios, la armonía, la pureza y otros estados parecidos. Y eso nos puede llegar a confundir al analizar este tema.

Terminemos con la Biblia entonces. Un ejemplo de lo anterior: "Un corazón alegre es como una buena medicina, pero un espíritu deprimido seca los huesos". Proverbios 17:22.

Como se ve, puede que al leer ese versículo, entendamos que se refiere a la risa beneficiosa como fuente de salud. Sin embargo, cabe también la interpretación de que si uno debe tener el corazón rebosante de la "alegría" de estar con Dios, porque de lo contrario se deprimirá hasta los huesos con la frialdad y la oscuridad que produce estar alejado de Él. Es decir, tiene doble interpretación, así que cada uno tenga la suya, ¿no es cierto?

Pero sigamos en el Cristianismo, ahora en el nunca bien ponderado Medioevo. Ahí hubo una gran polémica. Muchos aseguraban que en los Evangelios no se indicaba que Jesucristo hubiera reído. Entonces hubo gente como San Luis, Rey de Francia, que resolvió el debate del modo más ingenioso: no reía los viernes. (¡En serio!). Otros se acomodaron a las definiciones entre risa natural (la permitida) y risa maliciosa (la prohibida).

¡Qué tiempos! ¿Qué me dicen de esto?: Las ideas sobre la interpretación de la risa en las Santas Escrituras fueron recogidas por clérigos como, entre otros, Efrén de Siria (306-373), quien escribió en contra de las risas de los monjes. También Crisóstomo (347-407), uno de los grandes teólogos, según la Iglesia Ortodoxa Griega, declaró a su vez que las burlas y la risa no provenían de Dios, sino del pueblo, y condenó a los arrianistas (corriente que no creía en la Santa Trinidad), por haber incorporado al oficio religioso el canto, la gesticulación y la risa.

Y miren lo que decía una “Taciturna”, que no era más que un capítulo de las “Reglas Monásticas” del siglo V: “La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es gravísima violación”.

En el siglo VI, San Benito dijo lo siguiente en sus “Regula Magistri”: “Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, como sea, que se exprese. O sea que entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor”.

Es que la Edad Media fue la más tétrica época para el humor y la risa. Por suerte, los religiosos se dieron cuenta de la necesidad de que el populacho entrara “desahogado” al recogimiento de cuaresma y patrocinó el carnaval. Así el pueblo se divertía desaforadamente por unos días, soltando todos su miedos, amarguras y dolores del año en gran fiesta, con abundantes comestibles y bebestibles, con comedias, farsas, parodias, sátiras, burlas, bromas, bailes y cantos paganos; es decir, con una enorme carcajada que los dejaba relajados y mansitos, como deseaban los curas ver a su rebaño. Pero en el resto del tiempo se reprimía mucho la risa. Claro, si surgía una carcajada perturbadora fuera de los permitidos días de carnestolendas, ahí funcionaba la grave, seria, solemne y Santa Inquisición.

Otro personaje para ilustrar esa época: el Arcipreste de Hita (1284-1351), que fue un raro ejemplo de presbítero español, ya que desbordaba gracia y picardía. Pero Gil de Albornoz, obispo de Toledo, lo mandó a la cárcel por eso.

Pero ni saliendo de esos tiempos oscuros y tenebrosos cambió la cosa. Miren esta curiosidad: Saint-Foix, escritor francés del siglo XVIII, aseguró que la secta anabaptistas, hermanos de Moravia (corriente cristiana que considera inválido el bautismo infantil), sentían un horror profundo por el derramamiento de sangre, sin embargo, ejecutaban a sus hermanos condenados, haciéndolos reír mediante cosquillas, hasta provocarles la muerte”. (Para morirse de risa, ¿no es cierto?).

Y más para acá, fíjense en esto: el Papa Pío V promulgó un decreto contra la risa “sin moderación” en la Iglesia, en 1852. San Carlos Borromeo y otros representantes de la contrarreforma lo confirmaron.

Quizás sea por todo lo anterior que muchos como yo, nos divierte ver artesanías donde aparecen frailes con caras de bonachón y con las narices rojas, abrazando barriles de vino; o disfrutamos curas simpáticos, bromistas y sin mucho dogmatismo que digamos, en libros y películas. Recuerdo ahora al “Pequeño Juan”, de la banda de Robín Hood.

Pero continué buscando informaciones ya en tiempos actuales, sobre todo en Internet, a la caza de noticias, comentarios, nuevas investigaciones, etcétera. Y de pronto, me encontré con esta impactante noticia de marzo del 2015:

“Si los religiosos vivimos el encuentro con Jesús, no necesitamos hacer risoterapia", dijo el claretiano Luis Ángel de las Heras, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER). El religioso ha descrito el estilo propio de la vida consagrada en base a la coherencia, la verdad y la simplicidad, y ha pedido a las comunidades de religiosos "no forzar la alegría" al considerar que "la alegría perfecta es consecuencia de un encuentro personal con Jesús". Esta ha sido una de sus aportaciones en la asamblea de la Unión de Religiosos de Cataluña que se ha celebrado este miércoles en el Seminario Conciliar de Barcelona”.

Sin dudas, todos somos libres de pensar y decir lo que sea. Pero en mi opinión, esta manera de pensar es la base del fundamentalismo religioso.

Es obvio que ese señor no quiere nada con el estado de ánimo positivo que produce el humor y la risa sana natural. ¡Qué daño le hacen al mundo estos señores! Los mismos que nos amargaron la vida cuando éramos chicos con aquello de “la risa abunda en boca de tontos”.

Muchos me han dicho, y también he leído, que hay sectores protestantes que tienen prohibido divertirse como cualquier mortal. Dicen que ni siquiera se permiten escuchar música. Quizás sea un mito.

Yo asistí de niño a las escuelas dominicales. Festivas jornadas me decían. Recuerdo que jugábamos todo el tiempo a ver quién encontraba primero tal cita en la Biblia, cantábamos temas acompañados de rítmicas palmadas como “Satanás no podrá vencer”, etcétera.

Y terminando ya con los cristianos, me topé sorprendido con esto: un nuevo fenómeno religioso llamado “El Avivamiento de la Risa”, “La Risa Santa”, “Borrachera Espiritual” o “Bendición de Toronto” (por la iglesia de la Viña en Toronto, Canadá, uno de los primeros lugares en donde se propagó).

Parece mentira, pero el grado de popularidad que ha alcanzado en Inglaterra, Canadá y Estados Unidos es como realmente un “avivamiento”. Dicen que sólo son experiencias hinduistas muy al estilo de la Nueva Era, disfrazadas de cristianismo. Pero debo ubicarla aquí, más, sabiendo que este fenómeno religioso lo creó un predicador cristiano sudafricano, Rodney Howard-Browne.  

El “Avivamiento de la Risa” consiste en que las personas que participan en un culto religioso, de repente irrumpen en carcajadas y risas incontrolables sin razón aparente alguna. Dicha experiencia puede ocurrir en cualquier momento de la reunión, durante el mensaje o los cantos, y frecuentemente a la orden del líder que está al frente o al imponerle individualmente a alguien las manos.

Es una risa intensa, con brotes histéricos de irrefrenables carcajadas. La duración de las mismas puede variar desde algunos minutos hasta horas. Hay personas que pueden estar riendo así días enteros.

La experiencia se atribuye a que Dios toca en forma especial a los participantes como una manifestación del Espíritu Santo. Incluso a esas personas que participan en esos cultos se les convence de que son una especie de élite escogida por Dios para tener gran éxito y poder.

Pero sin dudas, nada tiene que ver con el humor y tampoco con el proceso cómico. Está más cerca de un ejercicio de risoterapia, hecho con demasiado entusiasmo. La diferencia es que aquí esa risa se provoca con otra intención. Es evidente -como ya vimos-, que existen muchos tipos de risas que no están relacionadas con el humor. Esta es una de ellas. ¿Es un risa sana o beneficiosa? Espero que sí, por el bien de esas personas que la practican, aunque realmente no lo sé, pero me inclino a pensar que a la larga no.

Yo respeto todos los credos, por supuesto, pero a todas esas personas de fe cristiana que han sido y son responsables de esta historia tan negativa hacia al humor y la risa sana, sin importar su rango de autoridad en su Institución, no las respeto porque le han hecho y le hacen mucho daño a la Humanidad.

Sin embargo, respeto muchísimo a esos hombres de fe (no puedo poner ejemplos de mujeres de fe. No conozco ninguna relevante que pueda relacionar con este tema. Bueno, sabemos que los religiosos también tienen esa debilidad conocida como "Club de Toby"), decía antes del paréntesis que admiro y respeto a esos hombres de fe, más inteligentes, sabios y sensibles que el resto, que saben valorar el humor y la risa. Vaya aquí algunos ejemplos.

En el siglo XIX, está el danés Kierkegaard (1853-1855), el cual abordó el estudio de la ironía como precursora del conocimiento interior de carácter religioso. Para él, la ironía es la fase existencial que precede a la fe. Y sitúa el origen de lo cómico en la incongruencia (¡gran avance conceptual!).

Menciono también al filósofo, escritor y sacerdote anglicano Allan Watts (1915-1973), el cual decía que cada mañana, al levantarse, se miraba al espejo y practicaba unos minutos de sonoras carcajadas. Seguramente esto le ayudaba a no implicarse demasiado en sus tareas y a burlarse de los aspectos más sombríos de su propia mente. (¡Maravilloso pensador!).

Y por si fuera poco, ya no solo se cambió la visión maldita de la risa y el humor. En el siglo pasado tenemos al contemporáneo estadounidense Peter Berger, que dijo: “Lo cómico es la visión del mundo más seria que existe”. Berger, de inclinación religiosa y quizás influido por el pensamiento de Kierkegaard, a quien cita numerosas veces en su sustancioso libro “La risa redentora” (Editorial Kairós, España, 1999), sostiene que lo cómico es una promesa humana de redención, y que la fe religiosa es la intuición de que se cumplirá dicha promesa.

Cierro estas líneas con algo curioso y también positivo.

Resulta que en 1515, nació en Italia Felipe Neri. Fue un hombre tan noble, solidario y alegre, que le dijeron hasta su juventud “Felipín, el bueno”. Por lo que leí, le dedicó su vida a los pobres, a los enfermos, a enseñarle a los niños y, por supuesto, a rezar y rezar. Poco tiempo después de su muerte lo canonizaron. Lo menciono, porque dicen que era muy simpático, chistoso, a veces hacía de payaso, donde llegaba todo era alegría y fiesta, como maestro  -sin saberlo, obvio-, practicaba la pedagogía del humor. Por todo lo anterior, San Felipe Neri se ha convertido en el patrono de los humoristas.

Desde aquí un enorme agradecimiento a este Santo por proteger (son tan pocos los que lo hacen), a los humoristas creyentes y espero que a los que no también (para eso hablé bien de él, por si acaso).

 

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