Fábula No. 3

00000.jpegFábula de la liebre y el conejo

Arribóse maese lyebre a un hoyo-hostería em medyo de la campiña, em una tormentosa noche de vyento e frío. Ibase acompañado de su perro de él, un pastor alemán de magnífico pedigree e atemorizantes colmillos. Como el can de él no cabíase por la boca del oyo-ostería, maese lyebre lo dejóse atado a un árbol, al lado de la mismísima entrada.

Al cabóse de un rato, entróse al local don conexo de largas orexas, un conocido peregrino. Saludóse a todos, pidiósele al mozo una xarra espumeante de leche caliente e lanzóloles una pregunta a los allí reunídose:

-¿Os podeís decirme de quién es el can atado a la entrada de este noble recinto?

-Myo, señyor myo –respondióse maese lyebre ejtrañada.

-Pues mire, su merced de usted, siéntolo de veras, pero el perro myo acaba de matároslo y para siempre.

-Imposible, maese lyebre. ¡Con lo grande y feroz que es el can myo…! Empero dígame, ¿Cómo es el suyo de usted?

-Poca cosa, don conexo, os confieso. Es un diminuto enano entre los perros chihuahuas.

-¿Esto es una broma? –saltóse maese lyebre mirando a los presentes. Acto seguido volvióse muy seria al conexo orexudo-. ¿Aseguraís vos que su insignificante chichuahua de usted matóse al enorme pastor germano myo?

-Calmaos, maese lyebre. Io os explicareís. Lo que aconteció es que el chihuahua myo quedóse atragantado em la garganta de su bravío perro de usted…

 

Moraleja: 

"En boca cerrada no entran chihuahuas” y “no todo es de boca para afuera”, así dijo un hincha de Boca Junior con <bocación> de guía espiritual. Y su enseñanza la pasa de boca en boca.

 

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