Fardinée de consultas No. 3

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Mi muy señor mío:

Ya no aguanto más. Mi padre es un viejo boxeador retirado que no me habla desde hace once años. Pero lo peor ocurrió hace dos días, cuando se puso violento al enterarse de que me hice manicure. ¿Qué debo hacer?
Rocky M.

Estimada Rocky:
Ante todo, debo aclararle que no me gusta ese encabezamiento de “Mi muy mío”. No es por nada, pero no soy de nadie (por lo menos en estos momentos.)
Entrando en materia, le diré que debe tener paciencia con su padre. Es lógico que le hubiera gustado tener un hijo que lo siguiera en su oficio. Eso les sucede a todos. Por tanto, la culpa es suya al defraudar al pobre hombre. Ni siquiera usted se hizo entrenador, manager, juez, gong o “puchimbol”, como le hubiera gustado a él.
¡Ah, pero ahora tiene una oportunidad de acercársele, señor! Porque al ser usted manicure, podría trabajar con los boxeadores, ya que se sabe que las uñas es lo que más se les daña a ellos en ese deporte. Claro, debe quitarles los guantes primero para hacérselas, por supuesto. Así, su padre ve que ya se introdujo en el medio y se irá ablandando. Obvio, no se ablandará tanto que llegue a convertirse él mismo en manicure, pero sí mejorará todo y habrá un acercamiento, sin dudas. Y ojo, después, consígase otro trabajito paseándose por el ring al sonar la campana, con un cartelito enseñando el número de asalto que es, y en paños menores. Estoy convencidísimo de que con eso logrará que el viejo se acerque enseguida a usted (y cuando lo vea venir, huya por dios).
Toscos saludos.

 
 
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