Homenaje en La Habana a La Seña del Humor de Matanzas

images_9.jpegRecibí este mensaje por Messenger del Sr. Ricardo Isidrón, Director Artístico del espectáculo del Homenaje a La Seña del Humor de Matanzas, realizado en el Teatro Mella de La Habana, el día 2 del presente:

"Mi estimado amigo, he esperado unos días para poder recoger información y sobre todo criterios del espectáculo el martes pasado en el teatro Mella. Pese al calor que había en la sala del teatro asistió mucho público. Aplausos cerrados para Moisés y Adrián, emotivo el momento en el que Moisés dijo unas palabras de agradecimiento a los que habían hecho posible este espectáculo, a los que ya no estaban pero que seguían en el corazón de muchos cubanos, mencionar nombre a nombre a todos los que habían sido integrantes de la agrupación fue muy impactante. Igual sucedió cuando en pantalla se proyectaron fotos que por su decoración abrigaban recuerdos de hace 35 años. En fin, me siento muy feliz de haber aportado un granito de arena a este transcendental acontecimiento. Muchas gracias por habérmelo permitido".

Ya le respondí con mis agradecimientos a él, a Moisés y Adrián, a los colegas y técnicos que hicieron posible el Homenaje. Pero se lo vuelvo a repetir aquí: mil gracias por todo eso, de corazón.

Pero esto que van a leer ahora es una reflexión personal; es decir no hablo necesariamente a nombre del grupo. Me vino a la mente a raíz de la realización de ese homenaje que nos acaban de hacer en el Teatro Mella de La Habana.

Para los que no recuerden o no vivieron en Cuba durante el nacimiento, desarrollo y gran auge de la Seña del Humor de Matanzas, les cuento en resumen:

De nuestros espectáculos, hacíamos la dirección general, la artística, escribíamos, componíamos la música y los arreglos musicales, diseñábamos escenografía, utilería, vestuario, luces, sonido, hacíamos la producción, las relaciones públicas y además, actuábamos y los mismos actores cantábamos (como solistas y en formato coral) y tocábamos en vivo los instrumentos (como solistas y en formato orquestal).
Llegamos a hacer largas temporadas a sala repleta en el Teatro Karl Marx (antiguo Teatro Blanquita) de La Habana, con capacidad para 5,000 personas. Y a veces dos veces al año, más presentaciones especiales de uno o dos fines de semana y también de forma fija en su Sala Atril, los sábados por la tarde en las Peñas, que en un momento se convirtieron oficialmente en “La Peña de la Seña”.
Logramos girar nuestros espectáculos de estrenos y los armados con antiguo repertorio por toda la provincia de Matanzas primero y por todo el país después, llegando a los más importantes espacios en provincias, pero también a rincones insospechados donde era un acontecimiento trascendental la llegada de artistas nacionales (o de cualquier categoría).
En cada actividad relevante a nivel nacional, año tras año, estábamos invitados. Por ejemplo: Día de la Cultura Nacional, Festival Nacional de la Canción Adolfo Guzmán, Bienal Internacional del Humor, Encuentros Latinoamericanos de Humor, Aniversarios de todo tipo, etc., etc..
Nos solicitaban con mucha frecuencia nuestra presencia en programas de televisión porque aumentábamos la audiencia –según el Departamento de Humor de la TV-, y nosotros escogíamos a cuál ir, como estrategia de cuidado de repertorio. Pero creamos para la Televisión Nacional un paquete de programas llamado “Señavisión”, el cual salió al aire con mucho éxito. También creamos uno para radio que fue emitido por Radio C.O.C.O. en La Habana. Y hasta llegamos a publicar un número de la Revista “Seña”, de humor literario y gráfico, diseñada, ilustrada e impresa con nuestras manos. Gestionando el papel, la imprenta, la tinta, almacenaje, transporte y distribución nosotros mismos, sin cero presupuesto estatal.
Fuimos los primeros humoristas (en aquella época los únicos), en ser evaluados como profesionales y pasamos de aficionados a ser parte de la Empresa de Contratación Artística Rafael Somavilla de Matanzas , teniendo la posibilidad de contar con plantilla fija de productor, jefe de escena, utilero, sonidista y maquillista.
Estrenábamos primero nuestros espectáculos en el Teatro Sauto de Matanzas a sala repleta antes de presentarlo en La Habana y en giras. Porque nos dieron el Sauto como Sede Oficial, para nuestros ensayos, almacenaje de utilería, escenografía, vestuario, etc..
Hicimos reír a la gran mayoría de los cubanos con un humor de nueva frescura y estilo, en medio de las estrecheces y penurias que todos conocemos. Pero en especial a casi todos los matanceros. Tenemos muchos ejemplos de cómo se nos acercaban ciudadanos de todas las extracciones sociales para decírnoslo (nuestro público era de amplio espectro, de los más exigentes intelectuales a la otra punta).

Es por todo lo anterior que yo me pregunto: ¿por qué le brindan un homenaje a La Seña en La Habana y no se lo hacen en Matanzas?
¡Con todo lo que le dio La Seña a nuestra ciudad y provincia!
Sabemos de la eterna precariedad de presupuesto que hay allá. Pero no se trata de gastar nada. No digo que nos paguen los pasajes a todos los que vivimos en el exterior, ni pagarnos hospedaje, alimentación, traslados, etc.. Ni que gasten dinero en regalos, trofeos, diplomas o cosas así. No. Aunque sería lo lógico, lo natural. Solo me refiero a que le hagan el homenaje aunque sea a Moisés, Adrián, Braga y a la memoria de Miguelito y Lueje que están enterrados allí.
Nuestra agrupación tenía el apellido de la ciudad. Nos llamábamos “La Seña del Humor de Matanzas”.
Como también se bautizaron glorias como “Los Muñequitos de Matanzas”, “La sonora matancera” y otros. No quiero decir tampoco que nos igualemos a esas legendarias agrupaciones, ni que los artistas que no tienen el nombre de Matanzas sean peores o mejores. Solo digo que le hicimos buen “marketing” a la ciudad y provincia. Y aunque sin falsa modestia también aportamos lo nuestro en el país y más allá también, porque varios integrantes de La Seña han demostrado que pudieron triunfar en el humor en el extranjero.
En fin, que con pocos recursos, pero con voluntad, las autoridades de cultura y netamente políticas -que son las que deciden estas cosas, sabemos-, deberían tomar nota.
La Seña y su querido público se lo merecen.

 

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