Homenaje póstumo: Guillermo Álvarez Guedes de Cuba

descarga_4_2.jpegMe acabo de enterar del fallecimiento de Guillermo Álvarez Guedes, uno de los más grandes humoristas cubanos de todos los tiempos. 

Casualmente, lo mencioné en mis apuntes sobre la historia de La Seña del Humor que acabo de publicar en las redes.

Un dato curioso que muchos disfrutan: era matancero. Como su hermana Eloísa, como Betán, Manuel, Carlos Ruiz de la Tejera, Daniel (Juan Primito), Juan Padrón, Carlucho (el caricaturista), Torriente, Esquerré, Moinelo, Armando Cartaya, Her-Car, Massaguer, El Flacomímico, etc., y por supuesto, como la Seña del Humor.

Creo que con Tres Patines y su Tremenda Corte, eran los humoristas más conocidos en Latinoamérica.

Realmente me dolió su muerte, aunque ya sabía que su salud venía en picada hacía rato. Nunca compartí escena con él personalmente, ni siquiera tuve el honor de compartir con él socialmente, porque se fue de Cuba en 1960, cuando yo tenía 8 años. Y vino a Chile a trabajar en televisión cuando yo no estaba en Santiago. Pero como cualquier persona común y silvestre que lo vio o escuchó, me declaro un fanático admirador suyo.

Lo normal es que uno en Cuba consumiera su humor en antiguos cassettes de audio, que nos pasábamos de mano en mano clandestinamente, porque estaba prohibido debido a su posición anticrastista.

¡Cuántos chistes hemos contado y recontado de Álvarez Guedes! Pero no sólo eran simples chistes, también se lucía en sus monólogos breves y largos y en sus canciones.

¿En qué residía su éxito? Según mi humilde opinión, en su enorme vis cómica. En su agudo y profundo estudio del cubanazo típico, jodedor de la calle. ¡Pero, ojo! Aún cuando sus rutinas estaban plagadas de malas palabras (garabatos como decimos en Chile), nadie podía señalarlo como un humorista vulgar, agresivo, cochino, grosero. ¿Por qué? Porque sabía dónde y cómo decir esa mala palabra con naturalidad. Claro, no eran palabras muy soeces. El que lo conoció sabe que no se salía de “coño”, “mierda”, “carajo”, “peo de Atanasio” y eso. Daba la impresión que era muy mal hablado, pero no era por lo grosero, sino porque esas palabras que ya señalé las repetía mucho, pero porque sabía que funcionaban a la perfección con su público. Y también triunfaba porque en sus monólogos llegaba a tocar la médula de muchos problemas del cubano común, tanto los de adentro de la Isla como los del exilio. Sin embargo, la mayoría de su obra era universal. Sé de hispanoparlantes de muchos países que disfrutaban su humor.

Sí, me dolió su muerte. Porque para mí fue un ídolo, un referente, un modelo a seguir en el humor.

No sé si fue al cielo o al infierno, pero sí sé que donde esté hará reír allí todo el mundo con su gracia y simpatía.

Me despido con su oración, que refleja muy bien todo lo que acabo de decir de su manera de hacer humor y su genialidad.

“Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,

el coraje para cambiar aquellas cosas que no puedo aceptar,

y la sabiduría para esquivar a todos aquellos que intentan joderme el día.

Concédeme la tranquilidad para escuchar a cada comemierda que venga a hablarme, cada sugerencia pendeja que venga a hacer

y cada manera creativa de joderme.

También, ayúdame a cuidarme de los que tuve que mandar al carajo hoy,

ya que estos pueden estar bien relacionados con los del fondillo que tendré que besar mañana.

Ayúdame a dar el 100% de mi al trabajo: 12% el lunes, 23% el martes, 40% el miércoles, 20% el jueves y 5% el viernes.

Y Señor, cuando este teniendo un mal día

y parezca que la gente se ha puesto de acuerdo para joderme,

ayúdame a recordar que se requieren 42 músculos para sonreír

y sólo 4 para extender mi dedo

y decirles que se caguen en su madre”.

 

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