Matar a Woody Allen, según Elvira Lindo

almaestro.jpgLa gran escritora española, Elvira Lindo, escribió este texto para El País, el cual tituló "Matar a Woddy Allen", ese maestro de maestros de humoristas. Copio fragmentadamente ese artículo aquí, porque coincido con ella en los miedos que nos produce esta época irracional de odios, resentimientos, extremismos, violencia y agresividad que estamos viviendo. Y miedo por el humor también, que se ve amenazado por los desenfrenados dictadores minoritarios, pero que pueden arrastrar con ellos a las mayorías incautas, como sabemos.

"Un amigo que anda escribiendo sobre lo distópico me confesó esta semana que siente como que esa distopía que ocupaba sus horas de estudio le ha alcanzado. Lo comparto. La sensación de que en este momento es el futuro el que nos pisa los talones y nos obliga a andar con la lengua fuera, huyendo de todos aquellos temores que nos inculcaron desde Orwell hasta el terrorista antitecnológico Unabomber.
Hoy la furia es la expresión con más prestigio de todo el catálogo de sentimientos. Si lo que se defiende no se expresa con furia aparece como desinflado, fofo. Es una especie de virus del comportamiento tan contagioso como el de Wuhan. Infectados por esa enfermedad social de la furia, los empleados americanos de la editorial Hachette salieron a la calle para protestar por la publicación de las memorias de Woody Allen, "A Propos of Nothing". Parece no importar que la justicia haya desestimado dos veces la culpabilidad del director en los abusos que le achaca su hija. No basta con que actores y actrices hayan renegado públicamente de él cuando hasta antes de ayer se rendían babosamente a sus pies; no resulta suficiente castigo el que ya no se estrenen las películas en su país, o que se haya convertido en un apestado social en esa ciudad que en parte inventó. Hay que matarlo. Se trata de la damnatio memoriae que se practicaba en la Antigua Roma con los considerados enemigos del Estado, aunque allí, al menos, se esperaba a que el condenado falleciera para borrar todo aquello que lo recordara.
Hachette se retracta y decide no publicar las memorias de Woody Allen. Colaboran, pues, en borrar las huellas de Allen de su país como se desinfecta un virus muy contagioso. Hay tantas razones hoy para estar asustada, tantas, que destinar la furia a matar a Woody Allen es un síntoma distópico en sí".

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