Es vieja la teoría de que muchos animales ríen. Ya nadie discute eso. No sé si el chimpancé, el orangután o el gorila (o todos ellos, muestran sus dientes como riendo. El perro mueve la cola, el loro simula la risa, la hiena emite un sonido parecido y el delfín sabemos lo que hace al estar alegre.
Claro, es sólo risa. Y uno se puede reír por los nervios, o de estar alegre por algo, de haber ganado un juego, de sentirse aliviado después de una tensión y de muchas otras razones, ¿no es cierto? Pero la risa como ejercicio del sentido del humor es otra cosa.
“El humor es un látigo con cascabeles en la punta”. Me han bombardeado con esa cita del escritor y pensador cubano José Martí, desde que me dedico al humor.
El texto continúa: “…al tiempo que divierte y regocija, arremete contra la chapucería y lo mal hecho, resulta un termómetro para tantear la temperatura de la sociedad”.
He sido testigo de esas apasionadas iniciativas. Po ejemplo, “El que no salte es yankee” o “El que no salte es chavista”. Y he tenido que arriesgarme a que me acribillen o me ofendan, porque no he saltado. Y lo no le he hecho porque –pensé-, ¿por qué razón si no salto se puede interpretar que “soy” del otro bando? Es que ni soy yankee ni soy chavista, ¿por qué entonces me obligan a hacerlo?
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