Leí una noticia de aquí de Santiago, donde unas autoridades municipales fueron acusadas de querer enviar a alguien a infiltrarse entre los violentistas.
En mi molesta opinión, es válido querer espiarlos para saber sus planes de destrucción. Es válido hacerse pasar por uno de ellos. Sin embargo, no estoy de acuerdo en que el espía enviado se haga amigo de esos antisociales solo para lograr sus objetivos, porque estaría faltando a la ética al traicionarlos. Ya me dirán que es gente no se merece ninguna contemplación, pero mi opinión se basa en la ética del espía, no en la de los violentistas. Me explico mejor.
Dos humoristas chilenas catalogaron al humor de un colega como "espantoso", pero no como una crítica técnico-artística, sino como una crítica ideológica. Y una de ellas dijo que los humoristas que se presentarán en el Festival de Viña son "inofensivos". Y lo afirma así porque ella piensa que no harán críticas duras, ácidas, agresivas, contra los enemigos de ella. De nuevo estas comediantes muestran su soberbia, poniendo en práctica aquello de que "Lo que digo y hago es lo Bueno, los que no piensan y actúen como yo están perdidos".
Érase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un bufón entró a la Cámara Real del Palacio de aquella Villa, donde estaba en su lecho el Rey, padeciendo de una súbita enfermedad. Cuentan que en ese instante el bufón contó un breve chiste y el Monarca comenzó primero a sonreír y después a reír levantándose de la cama.
Y la risa, se extendió por los pasillos y dependencias del Palacio. Un cocinero que terminaba su turno de trabajo salió de allí riendo y contagió a su familia y a sus vecinos. En pocas horas se reía también toda la Villa.
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