El Presidente habló hace dos días planteando tres puntos fundamentales para resolver los problemas y que todos deberíamos unirnos en un debate constructivo para salir de este momento oscuro.
Lo primero, dijo, es el orden público, la paz, el cese de la violencia. El segundo es resolver los problemas sociales que exige la gente y el tercero la Constitución.
Pues nuestros políticos –de izquierda y de derecha-, “inteligentes, probos y pensando siempre en el bien de Chile”, comenzaron a reunirse y a tratar de negociar, ¡pero empezaron por el tercer punto! No priorizaron ni las demandas sociales ni la destrucción de la ciudad por los terroristas.
Yo no sé mucho de esas cosas. Incluso me leí unas tres páginas de la Constitución y no continué, porque decidí que para entenderla bien debía asesorarme mejor.
De la tristeza a la impotencia y el enojo.
Los terroristas son cada vez más. Comenzaron los activistas políticos organizados encendiendo la mecha y arrastrando consigo a los anarquistas, a los narcotraficantes, a los delincuentes y finalmente a los jóvenes perdidos, los fácilmente manipulables y esto sigue, porque se mezclan con los manifestantes indignados, en marchas y concentraciones que ya no son pacíficas. Pero la buena gente sigue sin darse cuenta de que los están usando.
Y por un lado la impunidad, porque el gobierno no hace nada para impedir la destrucción del país. Por otro lado los políticos oportunistas que tibiamente dicen estar en contra de la violencia, pero sabemos que la apoyan, porque el objetivo es la caída no solo del gobierno, sino del sistema. Y por otro lado los periodistas y personalidades públicas que por ignorancia, por maldad, o porque también son activistas políticos, fomentan directa o indirectamente la violencia. Todos creando cortinas de humor con otros temas, para que la violencia terrorista no sea el foco central y sigan destruyendo el país. Y con eso, de camino, van buscando la fama.
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