Orión y Pipita. Cuento No.4

manywoman3_2.png"Los chocolates"

 

-¡Mira, esto, Orión!
-¿Qué cosa, Pipita?
-Mira a esa pareja que se instaló ahí frente a nosotros y que no paran de hablar.
-¡Ah, sí! Son raritos, ¿no?
-Raros, no. Pero demodé, sí.
-¿Qué quiere decir eso?
-Fíjate cómo están vestidos.
-¿Porqué no usan ropa normal?
-Bueno, cada cual se viste como le da la gana, Orión.
-Y cada cual se ríe también de lo que quiera, ¿no?
-Reírse de alguien es una falta de respeto.
-No, si lo hago sin que me vea, Pipita.

-Sí, también es cierto. Por lo tanto, vamos a reírnos aquí entre nosotro de esa tenida de dos piezas que usa ella, Orión.
-Sin escote y con la falda hasta media rodilla.
-¿Y qué me dices de la cartera, Orión?
-A tono con el vestido, ¡y cómo debe pesar! Ese antebrazo debe estar ya morado.
-¿Y de los zapatos de medio tacón, Orión?.
-Así lo usaban en la primera mitad del siglo XI.
-No seas exagerado, ¿Y qué me dices del maquillaje, Orión?
-Me da risa esos cachetes tan coloraditos en el medio.
-¡Pero lo peor es ese peinado alto de peluquería! ¿No es cierto, Orión?
-Le echaron un galón de laca para mantenerlo así. No se mueve ni aunque pase por aquí un tornado y un huracán… Oye, ¿laca vendrá de la palabra lacayo, Pipita?
-Un lacayo o lacaya es la que se deja poner eso en la cabeza.
-Y hablando de laca… laca misa almidonada del tipo es para reírse también, ¿eh?
-¿Y el peinado, Orión? ¿Y los zapatos?... Parece mentira que haya gente tan formal todavía en el siglo XXI.
-Y no son tan viejos, ¿verdad, Pipita?
-No, deben tener cincuenta y tantos, diría yo… ¿Qué hace él ahora? De tu lado se ve mejor.
-Le está entregando una caja que ocultaba a su espalda. Parece que son chocolates.
-Sí, lo son, Orión. Y ella, o quiere agradecerle el gesto o tiene un hambre vieja terrible, porque se los come de a dos y de a tres.
-Y no para esa mujer. Ahora es un monólogo del hombre, porque ella no puede hablar con la boca tan llena.
-¡Mira, Orión! El tipo acaba de sacar un estuche de su bolsillo.
-¡Increíble! Se está arrodillando como hacen en las películas de Hollywood para pedir matrimonio, Pipita.
-Y ella contesta que sí con la cabeza y se puso el anillo sin hablar, porque no deja de tragar chocolates. Deben ser los nervios, ¿verdad?
-Da mucha ternura ver a dos adultos de esa edad tan enamoraditos, ¿eh?
-Sí, son demasiado formales y solemnes, pero se aman parece… ¿Eh, qué pasó? ¿Viste eso, Orión?
-¡Sí, ella se metió como un cohete por la puerta de tu baño! ¡Mírala por la ranura para que me digas qué le pasó, Pipita!
-Voy…
-El tipo se quedó boquiabierto.
-¡Orión…!
-¿Qué?
-… ¿Sabes por qué corrió tan desaforadamente?
-No.
-No pudo aguantar las ganas y lo hizo antes de llegar al inodoro.
-¡Wao! ¡El chocolate le cayó mal! ¿Y se embarró mucho, Pipita?
-¡Uf! La falda, los zapatos y claro, el calzón que se acaba de quitar.
-¡Wao! La pobre… Y el hombre aquí afuera se recompuso y ahora a cada rato mira de reojo hacia la puerta. Debe estar preocupado. ¿Y qué hace ella, Pipita?
-Se desnudó de la cintura para abajo, Orión. Y está aseándose como puede en el lavamanos.
-Deberían poner duchas o bidet en los baños públicos, ¿no es cierto?
-Ahora echó en el tarro de basura el calzón, pero trata de lavar la falda.
-¡Wao! Va a demorar en secarse eso. Al tipo le van a salir raíces ahí.
-¡Peor la está pasando ella, Orión! ¡Qué importa el novio!
-Ya sé, Pipita, pero…
-¡Hey! ¡Ahora sí se cagó la perra!
-¿Qué perra? ¿Por qué le dices perra a la señora? ¿Y se volvió a…?
-Esa es una frase muy usada, Orión. Es para subrayar otra cosa que le sucedió a la mujer.
-¿Qué cosa, Pipita?
- Que se lavó un poco la falda y al llevarla hacia el secador de manos que está al lado en la pared, el bolsillo quedó enganchado en la llave y se acaba de rajar la tela casi de lado a lado, Orión. Ella no puede creerlo. Está paralizada, congelada.
-Pobrecita, ¿y cómo va a salir de ahí ahora? No es fácil salir desnuda en público.
-¡Y con el peinado impecable con laca!
-¡Te estás burlando de ella, Pipita!
-Claro que no. Pero el contraste es… espera…
-¿Qué pasó ahora?
-Metió la falda también dentro del tarro de basura, buscó en su cartera una cajita de fósforo y lo está quemando todo, Orión.
-¡Lo que debe estar sintiendo esa mujer! Y el día de su compromiso matrimonial!
-Yo creo que está perdiendo el juicio.
-¿Pero quién la está enjuiciando, Pipita? Solamente estamos…
-¡Peor!
-¿Qué?
-¡Las llamas del tarro de basura activaron el riego automático contra incendios!
-Pero eso no es malo, Pipita, se podía haber incendiado el baño.
-¡Sí, es malo! ¡Peor! El rociador que está encima de su cabeza le está lanzando mucha agua encima y se le está yendo la laca y el maquillaje. ¡Es la imagen más triste que he visto en mi vida, Orión!
-¡Wao! ¡Qué mala suerte la de esa mujer! ¿Pero qué pasará ahora cuando salga empapada, con la laca y el maquillaje escurriéndole por todos lados ¡y con las nalgas al aire, Pipita!
-No sé. La mujer se paró frente a la puerta, como tomando fuerzas para poder salir.
-¿Qué hará el tipo cuando la vea?
-Es probable que se vaya corriendo al verla, como diciendo: “yo no tengo nada que ver con esa señora”.
-¿Tú crees? Bueno, hay que entenderlo, porque esas personas tan formales no se pueden dar el lujo de caer en esa vulgaridad de andar con el culo al aire por ahí.
-Yo creo que ella va a salir como una bala del baño, Orión. Y le va a pasar por el lado desconociéndolo para evitarle un mal rato.
-Estoy bastante expectante, Pipita. Hace rato no teníamos un suceso de esta dimensión.
-¡Va salir ya…!
-¡Ya la veo! ¡Wao! Es el símbolo de la infelicidad, Pipita. Mojada, despeinada, denuda para abajo, en zapatos de medio tacón embarrados y con mal olor…
-¡Sí, pero mira cómo cambió! ¡Qué dignidad, Orión! Va caminando con parsimonia, hasta con elegancia, la cabeza erguida. ¡Increíble!…
-¡Wao! ¡El tipo es el mejor también! Se quitó la chaqueta y la tapó un poco. ¡Pero saludándola con un beso en la mejilla, como si nada hubiera pasado!
-Y le dio el brazo y se van así, tan campantes, con tanta hidalguía.
-Son tal para cual, Pipita...
-Sí…

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