Guiones y cuentos

Cuentos serios de bufones #8

buf.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, en la plaza principal de una Villa, comenzaron a reunirse muy temprano en la mañana varios campesinos con sus azadones y perros de pastoreo. También llegaron artesanos, sastres, carpinteros, modistas, cocineras, criados y hasta ermitaños venidos de los cuatros vientos.

A media mañana se le unió a la plebe gigantones con sus pesadas armaduras y escudos, con mallas metálicas de protección.
Casi al mediodía, arribaron a la plaza, con sus aires refinados, los duques, condes, marqueses y barones, todos con sus esposas y otros caballeros y damas, miembros de la selecta Corte.

Cuentos serios de bufones #7

bufo_0.jpg“Érase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, un buen bufón que hacía divertir siempre a aquella Villa. Salía de su labor ordinaria en Palacio y se subía en el anfiteatro a un costado de la plaza principal y compartía con todos los villanos su repertorio. Eso al Soberano no le agradaba. Quería el bufón sólo para él. Además, decía que se le pegaban ciertos chistes anti monárquicos bastante peligrosos para él y su Corte. Quizás por eso, un día los guardias de palacio llevaron de madrugada y en silencio al bufón hasta el anfiteatro. Tuvieron que amenazarlo mucho, porque no paraba de reír y tenían orden de no despertar a nadie en la Villa.

Cuentos serios de bufones #6

bufo.jpgÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un negocio de lavado de ropa, orgullo de aquella Villa.

Entrando, en un primer espacio –el más limpio-, se veían colgados en perchas los elegantes trajes para caballeros, barones, marqueses, etc., y los vestidos vistosos de color negro con ribetes dorados de las damas. 

En un rincón de ese agradable salón, estaba la ropa de los niños y niñas de la nobleza.

En un segundo espacio -mucho más pequeño que el primero-, se veía un bulto en el piso formado por la ropa de los comerciantes, curas, jueces y demás distinguidos miembros de la Villa.

Cuentos serios de bufones #5

descarga_32.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un Reino enfrentado a otro, a punto de comenzar una guerra por unas tierras limítrofes.
Defendiendo a su Rey, miles y miles de soldados de infantería con sus armaduras, blandiendo ballestas, escudos y espadas, se colocaron en formación de cuadros sobre una colina y detrás, la caballería con lanzas y sables. Del otro lado del valle, casi a modo espejo, se ubicó el otro ejército enemigo de igual poderío.
A una señal, ambos comenzaron a avanzar para encontrarse en el mismo centro del valle. A unos metros de distancia las vanguardias se detuvieron para esperar la orden de los respectivos Generales y lanzarse finalmente a la batalla mortal.

Cuentos serios de bufones #4

aaaaaa.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que comenzó a suceder algo increíble. ¡Se había desatado una ola de robos a bufones!
Se conoció el fenómeno como “Trata de Risas”. Consistía en robarle la sonrisa, o la risa, o la carcajada a un bufón y venderla en Reinos donde muchas personas nacen sin ese don o lo perdieron en sus vidas, por lo que tratan de comprarla en el mercado negro.
Los risotraficantes, lamentablemente, proliferaron. Incluso se formaron Carteles de la Risa, como les llamaron, donde los capos recibían el botín y tomaban los “Ja, Ja, Ja”, los “Je, Je, Je” y los “Ji, Ji, Ji” (por suerte nunca pudieron robarle el “Jo, Jo, Jo” a Santa Claus), y los dividían en pequeños y solitarios “Ja” o en “Je” o en “Ji” y los distribuían entre los microtraficantes, los cuales les vendían esa mercancía a los desesperados agelastos (gente que no ríe). Mientras más franca y espontánea era la risa (con menos impurezas, como decían), más cara se vendía.

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