Serie de TV "Doctor Tuga"

images_13.jpegSegundo Capítulo: LA VISTA.

Guión literario.-

Doctor Tuga se restriega los ojos con los dedos pulgar y del medio de la mano derecha. Después los abre bastante, para enseguida cerrarlos bien apretados. Eso lo repite diez o doce veces durante cuatro o cinco minutos.

Finalmente, con los párpados caidos, estira su brazo de piel algo verdosa con lentitud y a tientas enciende el intercomunicador.

-Yésica.

-¿Sí, mi doctorcito?

-“Sí, Doctor Tuga”, me debes decir … Vamos, repite.

-Sí, Doctor Tuga, me debes decir.

-¡Por Dios!... Si no fueras mi pareja ya te hubiera despedido. Anda, llama al señor Casimiro Buenavista, por favor.

-¡Claro! En un abrir y cerrar de ojos lo hago, mi doctorcito.

Se escucha entonces la voz de Yésica por los altoparlantes.

-¡Señor Casimiro Buenavista! ¡Diríjase a la consulta sin cambiarse de pista!

El médico apaga el intercomunicador, levanta la vista hacia el techo en señal de suplicar paciencia. Suspira.

Enseguida entra un hombre de unos treinta y tantos años.

-Venga, por favor, siéntese. No sé si sabe que ésta es una consulta integral, lo mismo se atiende el cuerpo que la mente. Usted dirá.

-Buenas. Mire, Doctor, mi problema es de los ojos. Se me juntan las letras…

-¿Y usted quiere que se las pague yo?

-¿Cómo?

-No, es un chiste de la bromista de mi pareja. Disculpe. Continúe.

-Le iba a decir que cuando me levanto, los primeros 30 minutos veo nublado…

-¿Y porqué no se levanta media hora más tarde y resuelto el problema?

-¿Otro chiste de su pareja, Doctor?

-No, lo dije en serio. Mire, mejor vamos a examinarlo….

Tuga se pone de pie con calma, va hacia el fondo de la consulta, acomoda mejor el afiche con las letras típico de los oftalmólogos, regresa con parsimonia hacia donde se sienta el paciente y le tapa un ojo con la mano, mientras le solicita:

-Por favor, dígame, ¿cuál es la primera letra que ve arriba a la izquierda?

-Una “a”, Doctor.

-¿Está seguro?

-Sí, una “a” –insistió el hombre.

Tuga levantó la vista hacia el techo como pidiendo paciencia. Entonces se levanta desanda el caminito con su cachaza acostumbrada, mientras piensa: “¡Qué “a” ni un demonio! ¡Este hombre está medio ciego. De repente, observa el afiche de cerca. “¡Eh! ¡Sí, era una “a”! Tenía razón el tipo”, dice para sus adentros.

Intentando disimular, señala otra letra con su índice:

-¡Tápese el mismo ojo con su mano! ¿Ve esta letra que le señalo con el dedo?

-¿Cuál dedo, Doctor?

Tuga se dirige hacia el paciente con su pachorra, acerca su ojos a los de él, con sus dedos abre y cierra los ojos del señor y al final vuelve a sentarse sin apuro.

-Le cuento. Tanto usted como yo tapábamos el ojo sano. Porque el otro lo que tiene es un gran orzuelo por dentro del párpado.

-¿Y cuál es la solución, Doctor?

-Tiene dos posibilidades. Una, operarse…

-¿Operarme? Entonces existe la posibilidad de que vaya a perder el ojo, ¿eh?

-Sería su culpa, porque yo se lo entregaría en una bolsita.

-¿Y la segunda alternativa, Doctor Tuga?

-No, esa es casi una broma. Es que mi abuela, de origen campesino, usaba muchas curas poco científicas. Por ejemplo, para hacer desaparecer los orzuelos, decía que uno tenía que conseguir el anillo de compromise, pero de oro, de una mujer con la menstruación en esos momentos, frotarlo entonces con fuerza en una franela y cuando estuviera bien caliente, pegárselo al orzuelo y santo remedio.

-¡Esa me gustó! ¡Espérese que ahí en el salon de espera vi una embarazada! ¡Vengo enseguida!

Tuga se acomodó en su silla y esperó pacientemente a su paciente. Al rato entra el hombre corriendo y va hasta el médico mostrándole su ojo.

-Mire, Doctor, hice lo que me dijo. Froté el anillo de oro de la embarazada y me lo pegué al orzuelo. Funciona el remedio, ¿no es cierto? ¿Desaparece el orzuelo?

-Sí, casi desaparece, pero ahora hay otro problema.

-¿Cuál?

-Que ahora anda exhibiendo en el párpado, la fecha de matrimonio de la embarazada del anillo.

 

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