Sobre el humor y los humoristas del Festival de Viña 2016

descarga_3_4.jpegPara los que me han seguido en miscomentarios sobre los humoristas en el Festival de Viña del Mar, para los quecoinciden conmigo y para los que no, y paralos interesados en el humor y la risa, le scomparto esta reflexión, sin ánimo de sentar cátedra ni de convencer ni descalificar a nadie. Mi objetivo es dar una información y un punto de vista, que quizás haga meditar a los lectores y lectoras.

Toda esta reflexión es debido a lo presentado por los humoristas en estos tres días de Festival.

Sobre todo el primero y la tercera, temas sexuales, de doble sentido picarón, picante, con lenguajes o imágenes vulgares, groseras, abordando lo escatológico, las palabras obscenas, etcétera, etcétera y con su correspondiente éxito de público y de las redes sociales.

Se sabe que utilizar lo anterior es sinónimo de risa segura. Y aquí llego con la información: el primer chiste del cual se tiene noticia es uno que varios académicos británicos encontraron. Pertenece a la cultura sumeria y data del siglo XX a. C. El grabado en la piedra se lee así:

“Algo que no ocurre desde tiempos inmemoriales: una mujer joven que no se haya tirado un pedo en el regazo de su marido”.

Como ven, ese primer chiste es parecido al que utilizó la humorista en la tercera noche del Festival. También sabemos de que las primeras comedias en la Antigüedad, trataban sobre obscenidades, infidelidades, vulgaridades populacheras. Así que es parte del diseño humano. ¿Falta de educación? ¿De cultura? ¿De refinamiento social? ¿O necesidad? ¿Predestinación? No lo sé.

El filósofo argentino-español Mario Satz, tiene una mirada más elevada sobre este aspecto:

“¿Quién dudaría en considerar, a estas alturas, al humor y a la risa como “limpiadores sociales” de primer orden? Bastaría observar hasta qué punto un alto porcentaje de nuestros chistes tienen que ver con lo escatológico, con lo excrementicio, con la vida privada de nuestros esfínteres para acreditar, en los humoristas, aquello que en la sangra realiza el sistema venoso. Sabemos que, fuera de sus vasos, la sangre se coagula, es decir se detiene. Por eso mismo y en oposición a ellos, el buen humor, el gran y noble humor debe ser incruento y piadoso y no paralizar a sus oyentes causándoles pánico o disgusto. Su emblema será el principio del placer, la gracia del bienestar”. (Las vocales de la risa. Editorial Miraguano. 2001. P, 21).

En otras palabras, todo lo que de placer después de sufrir es bien recibido por el ser humano. Es decir, aguantar un gas, no poder defecar, no hacer bien el amor, etc. Todo eso si se menciona en un escenario, libro, dibujo, película, etc., produce risa segura. Porque son cosas no tan graves como padecer de cáncer, sida, esclerosis, alguna discapacidad, etc. Ahí cuesta más reírse de eso, porque la lástima al ver a uno mismo o a algún ser querido padeciendo eso o muriendo, inhibe la risa. Pero algo menos trascendental es placentero reírse de eso. A eso se le suma el tema tabú. Desde niños no nos dejan decir malas palabras u otras como peo, culo, mierda, etc. Entonces que alguien las diga en público provoca mucha risa, porque estamos participando en la rebeldía contra una formalidad autoritaria. Y no perdamos de vista que esas necesidades fisiológicas, de reproducción, etc., pertenecen a todo ser humano, nos iguala. En orinar, defecar, eyacular, etc., no hay clases diferentes, todos hacemos lo mismo, por lo tanto, da placer también por ese lado.

Este asunto lo abordó muy bien el crítico literario, teórico y filósofo ruso Mijail Bajtín (1895 -1975), con su investigación de la cultura popular.

Él es fundamental para el que como yo, estudia la Historia del Humor y la Risa, algo que considero necesario para entender más y mejor esa inclinación del ser humano para reírse de algo “tan bajo”, como hemos visto. Ojo: a mí me da risa también esas cosas “bajas”, porque soy un ser humano común y silvestre.

Veamos por encimita parte de la historia de los festejos populares, como el carnaval. Según muchos entendidos, el origen del carnaval se remonta a la antigüedad y existen algunas evidencias de que el pueblo sumerio ya realizaba este tipo de festejos hace 5.000 años. También puede decirse que sus raíces están en las fiestas paganas que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. En opinión de los historiadores, después se expandió esta costumbre por toda Europa y los navegantes españoles y portugueses, a partir del siglo XV, la llevaron a América. Ya en estas tierras se fusionaron con las antiguas celebraciones andinas y las de origen africano, que trajeron consigo los negros esclavos. Ojo: todas esta fiestas se relacionan con las borracheras, los banquetes, el baile y el sexo desenfrenado.
A comienzos de la Edad Media, la Iglesia Católica propuso oficializar el carnaval. ¿Objetivo? Que el pueblo hiciera catarsis para que entrara “más preparado” al período de cuarentena destinado a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, más oraciones, penitencias, etcétera.
No hay que añadir nada más para entender la necesidad, la importancia del carnaval para un pueblo. Fiesta bien popular. Fiesta con libertad. Imagínense entonces cuando la Iglesia abrió esa compuerta en la Edad Media. ¿Saben ustedes cuáles eran una de las mayores diversiones? Representar obras teatrales en plazas al aire libre, donde lo grotesco y vulgar imperaba en cada argumento. Pero también una de las actividades favoritas era crear un muñecón con la figura de una autoridad, incluso eclesiástica, y como todo estaba permitido, hacían desfilar por las calles a ese muñecón, mientras el populacho le lanzaba orines y excrementos.

Con el Renacimiento y la importancia de las artes, después con la oficialización de la educación, etc., el ser humano comenzó a reír y sentir placer con cosas más “elevadas”, como juego de palabras, juegos y asociaciones de ideas, etc. Comenzó a darle importancia a reír para hacer pensar, para elevar el espíritu, pero sin dejar de reír de lo escatológico, de lo vulgar, de los grosero. Pero arrinconó esa risa para disfrutar de ella solo en ciertos momentos y lugares, porque es parte del diseño humano y nadie la puede eliminar.
Entonces cuando vemos que los humoristas usan y abusan de esa risa de “bajo nivel”, por ser risa segura, por ser éxito seguro en sus presentaciones, me molesta. Esos humoristas deben hacer reír con esos temas en esos rincones (centros nocturnos, tarde en la noche, con alto nivel de alcohol, sin niños presentes, etc). Pero no, lo hacen en eventos culturales., en la televisión y en espacios y momentos donde le hacen daño a la sociedad, empezando por los niños.

Aclaro y repito, no estoy diciendo que no se haga ese tipo de humor, ni estoy diciendo que la gente no debe reírse de esos chistes. No malinterpreten. Solo digo que me gustaría que los humoristas lo hagan en espacios y momentos adecuados. Y la gente que desee reírse de eso, vaya a esos lugares. Y todos felices.

He leído que ese humor vulgar y grosero “está de moda”. No estoy de acuerdo, no es un problema de moda. Creo que la Humanidad está en decadencia, que ha involucionado en cuanto a la moral, la ética, el espíritu, el buen gusto y es por muchos factores. Entonces el humor vulgar y grosero, el escatológico, el sexista, etc., es un reflejo de que nos hemos acercado más al animal básico que somos, donde predomina ese humor, como ya vimos arriba. ¿Es una visión pesimista? Quizás, pero quiero tener esperanzas. Para ello pienso en los niños, en cómo ayudar a que se eduquen mejor, a que se cultiven mejor, a que piensen más y mejor. Así que el llamado es a los padres, profesores y adultos en general. A los pocos que aún ríen de cosas más “inteligentes”, a los que se ríen de cosas más “inteligentes” y también con cosas “de bajo nivel” y a también a los que se ríen con la vulgaridad y el mal gusto nada más. A todos, no importan que sean cultos o no, no importa que lean o no, no importa que valoren el intelecto o no, por favor, a todos, ¡¡que piensen en los niños!! Ellos aun tienen remedio. Y si esto le llega a los humoristas, por favor colegas, no se dejen llevar por el facilismo y el deseo descontrolado de triunfar a toda costa. Aunque no lo crean, el placer de esa risas que provocan con las vulgaridades y el mal gusto, es efímero y lo que les deja es peor.

Esto lo firmo yo, que no soy beato, ni intelectualón, ni mojigato, solo un simple humorista.

Gracias.

 

 

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