Un chiste dañino suelto en Chile

chistes-judios-01.jpgPara los que viven en Chile y no están al tanto de las noticias y para los que residen en el resto del mundo y no saben nada de esto, les informo que un humorista, en un programa de televisión, dijo este chiste: “¿Qué culpa tienen los judíos de ser mejor combustible que la leña?”

Yo no conozco al humorista, ni siquiera recuerdo su cara, porque hace sus rutinas a través de un muñeco, y tampoco conozco su trabajo, porque lo he visto, por “zapinng”, quizás un minuto cuando más. Por lo tanto, no puedo juzgarlo, ni me gusta hacerlo con nadie. Pero como cualquier hijo de vecino, tengo derecho a reflexionar y comentar sobre un escándalo nacional.

 

La pregunta que me hago es: ¿por qué contó ese chiste? En verdad yo estoy convencido de que no lo hizo con la intención de dañar a la comunidad judía. Si fuera tan antisemita de corazón ya lo hubiera demostrado mucho antes y nadie ha sacado a relucir hasta ahora que lo sea, ni su relación con un fundamentalismo religioso o xenofóbico, ni mucho menos. Pienso que las causas son mucho más superficiales.

Entonces, si no es un declarado antisemita, quedan sólo dos posibilidades: o es un ignorante, mal humorista, o fue un fatal error, un descuido.

Veamos la primera posibilidad. Quizás el humorista sea un ignorante, por tener poco sentido común, ninguna profundidad de pensamiento en lo que hace, ni en las consecuencias que puede tener una profesión como esa, por las características del humor  y por hacerlo en un medio tan poderoso como la tele.

Si es así, uno tiende a pensar que es un improvisado humorista, ya que quizás sólo tiene una buena vis cómica. Muchas veces resulta que algunas personas se ríen con alguien así y lo estimulan a hacer una carrera en el humor, explotando ese “ángel”, esa facilidad para hacer reír. Eso sucede a menudo. Los programas de radio y de televisión, así como los centros nocturnos, están plagados de humoristas, sólo porque son simpáticos e histriónicos al contar un chiste, o son buenos para soltar una frase graciosa en el momento oportuno, o un comentario mordaz, o recordar un chiste popular relacionado con el tema que hablan, y siempre lo hacen con mucha rapidez, con mucha habilidad. De ahí a que se conviertan en “profesionales” va un pasito, un empujoncito.

Pero para ser un verdadero y completo humorista, hay que cumplir con otros requisitos que van más allá de la vis cómica natural. Se necesita tener una buena autocrítica; hay que tener conocimientos sobre los contenidos de los chistes del repertorio y buen gusto para escoger el material para armar ese repertorio; se debe tener un gran criterio, sentido común, tacto; conocer al público; estudiar y prepararse bien en definitiva. Y si uno posee la habilidad de ser un buen improvisador, debe desarrollar entonces un mecanismo interno que controle, para no “pasarse”.

Ustedes saben que yo siempre estoy promocionando el humor, porque para mí es profesión, pasatiempo y actitud ante la vida. Yo vivo para el humor. Entonces, “por conocimiento de causa”, les afirmo que el humor es lo máximo, pero también puede hacer mucho daño en manos inexpertas o con malas intenciones.

Al humor pertenece el universo de la burla (parodia, caricatura, sátira, ironía, etc.) y una burla puede ser inofensiva, porque la víctima ríe con el victimario. Pero cuando la víctima deja de parecerle gracioso el contenido de la burla, ahí comienza a ser dañino el humor.

Los niños son el mejor ejemplo de eso. Ellos se burlan del enfermo, del pobre, del gordo, del indígena, del bruto, del negro, etcétera, etcétera. Y las víctimas de sus bromas quedan marcadas para toda la vida y los graciosos no tienen ni idea del mal que hicieron.

Por ello en mis talleres no me canso de pedirles a los profesores y a los padres que estén al tanto de ese asunto.

Miren algunas consecuencias que puede acarrear este chistecito (que de paso lo califico de malo para mi gusto):

-Pudo haberlo escuchado un niño o un adolescente o joven que no tiene información, ni educación; es decir, que no tienen un criterio formado, y ve que alguien poderoso (porque el que sale en la tele es poderoso, es alguien fuera de lo común y hasta quizás ídolo de muchos sin criterio formado), ve a alguien de la tele, decía, que se burla de los quemados, torturados, asfixiados, sacrificados, etcétera, del Holocausto Judío, entonces puede tender a pensar que aquello no fue tan grave, o cuando algún fanático le diga que ese Holocausto no existió, enseguida lo creerá. Aquí deseo mencionar, entre otras muchas obras y creadores que existen como ejemplo, al humorista italiano Roberto Benigni (los cuentachistes no son los únicos humoristas como piensan muchos) con su película “La vida es bella”, haciéndonos reír sobre el mismo tema, pero claro, no usando la burla, sino un humor de alto nivel humanístico. ¡Qué gran diferencia con el chiste burdo, sin gracia y con valor negativo que estamos analizando, ¿no es cierto?!

-Pero al escuchar ese fatal chiste, se le está diciendo a tantos infelices que desgraciadamente abundan, que los muertos, torturados y desaparecidos de otros momentos históricos de este o de cualquier país, no valen nada, no significan nada, porque uno se puede burlar de ellos. Ojo, las mentes ignorantes funcionan así: “Si se dijo en la tele, es verdad” o “Si se dijo en la tele, hay que imitarlo”.

Todo lo anterior puede ocurrir como consecuencia de ese chiste.

Pero quizás el humorista no es un antisemita, ni es un ignorante, mal profesional, sino quizás sólo fue un error momentáneo, un lapsus, un desliz, un descuido involuntario. Puede ser. Entonces si así, hay que decirle que “metió la pata” de todas formas, por la gravedad del hecho. Y yo no me conformo con unas disculpas públicas. Por la gravedad, repito, si yo fuera ejecutivo de televisión, no  le daría más oportunidad en mi canal y así lo diría públicamente, porque quizás mi medida sirva para que otros humoristas no repitan “gracias” parecidas. Ya basta de discriminaciones. Y si hay alguna víctima del chiste que está ofendido, debe enseguida ir por los canales judiciales a ver si consigue un castigo mayor. Eso es lo civilizado.

Sin embargo, cuidado, ese humorista tiene derecho de hacer el chiste que le de la gana, donde le permitan contarlo. El derecho de la libertad de expresión está por encima de todo.

Y ojo, también hay que cuidarse de los bandazos. Nosotros, los latinoamericanos, vamos de un extremo a otro con mucha facilidad. Lo digo porque pueden surgir voces que demonicen el humor negro, metiendo todo en el mismo saco. Y eso también es una muestra de ignorancia. El humor negro es sano, si se utiliza bien, Incluso puede ser hasta terapéutico. Yo he vivido lindas experiencias usando el humor negro.

Todo está en las intenciones del humorista, de su buen tacto y su buen gusto. No vendamos el sofá, como dice el viejo y clásico chiste, para resolver el problema.

Y esto es para todos; es decir, para los padres y docentes en general al educar a los niños, y también para los humoristas: “No nos riamos de las narices feas, riámonos de las almas feas”, como dijo Gógol.

Y el humor sano, inteligente, que te haga pensar, sigue siendo lo mejor para el espíritu. La burla fácil o dañina es para almas demasiado simples o muy retorcidas.

 

 

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