El extremismo contra los humoristas.

descarga_5_3.jpegHace un par de días leí la siguiente noticia: "El Negro" Álvarez se vio envuelto en una fuerte polémica por las críticas que recibió tras su actuación en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín, Argentina”. 
Como me gusta saber lo que sucede con el humor en cualquier parte, busqué todo lo relacionado con esa polémica.
Pues resulta que el colega, un reconocido humorista argentino de largo historial, contó chistes en su presentación que no fue del agrado de ciertos sectores. Por ejemplo, hizo el chiste: “Un hombre llega a su casa y encuentra a su esposa en la cama con uno de sus mejores amigos. Se enceguece, toma un rifle y le pega dos tiros al hombre. La mujer lo mira y le dice: Tienes que controlarte, si sigues así, te vas a quedar sin amigos”.

Pues unas feministas extremistas lo acusaron de todo. 
Yo ando perdido en este mundo, porque no entiendo dónde hay ahí discriminación. Si lo hay es hacia las mujeres infieles, pero no hacia las mujeres en general. Además, el que queda mal parado ahí es el hombre por cornudo profesional, ¿no?
Pero esto no es nuevo, hace un tiempo que los cuentachistes están siendo acechados por esa maldita moda del extremismo. Por ejemplo, si hacen un chiste sobre homosexuales, las organizaciones que defienden esa minoría sexual los atacan. Si hacen chistes sobre animales, las protectoras de animales los atacan; si hacen chistes sobre niños, las ONG que trabajan con UNICEF, protestan; si hacen chistes sobre mujeres, las feministas extremas los atacan; si hacen chistes sobre pueblos originarios, o sobre presos, etc., las organizaciones de derechos humanos los atacan; si hacen chistes sobre las plantas, los ecologistas verdes protestan; si hacen chistes sobre los poderosos, los que tienen billetes, los dueños de los medios de comunicación les cierran la posibilidad de trabajar; si hacen chistes sobre políticos, los gobiernos o los opositores los atacan; si hacen chistes sobre religiosos, las iglesias se los comen vivos, y así un buen etcétera.
Uno se preguntará: ¿y sobre qué temas pueden hacer chistes los colegas? Fíjense que digo “hacer chistes” y no “reírse de”, porque no es lo mismo. En mi opinión se está imponiendo esas modas extremistas –con el apoyo total que le da la chusma y la mediocridad que pulula en las redes sociales-, porque yo no veo mal que se haga un chiste sobre un gay, por ejemplo, mientras no se los discrimine. Chistes así hay. Si se trata en el chiste a un gay como se les trata a los hombres elegantes, o a las mujeres que hablan mucho, etc, ahí no hay discriminación. Pero atacar a un cuentachistes sólo por mencionar el tema, sin importar el contenido del chistes me parece una aberración.
Que conste, yo no soy cuentachiste, ni escribo ni actúo chistes con intenciones de burlarme de nadie. Mi humor es blanco y crítico hacia el mal gusto o los defectos humanos. Me gusta el humor inteligente, que haga pensar, tanto como el infantil. Así que no defiendo a los humoristas que se dedican a reírse de otros discriminando. Al contrario. Pero sí defiendo la libertad de expresión y su derecho a contar el chiste que quieran. Si a un sector de la sociedad no le gusta el chiste (o los chistes) de tal humorista, o cambia de canal, o mueve el dial, o se van del teatro, o cierran la revista o el libro, o sigue navegando. Pero si siente que ese chistes (o chistes) lo ofende, lo agrede, entonces por los canales civilizados de la democracia, le hacen una demanda y lo llevan a juicio; ¿no es cierto? Lo otro es hacer como los yihadistas y matar a los caricaturistas como en la revista Charlie Hebdó. Para allá vamos, lamentablemente, si seguimos con los extremismos y avalando que decidan solos por todos nosotros qué es bueno o que no lo es.
Pero lo más curioso -por decirlo así-, es que esos mismos sectores intransigentes que atacan a esos chistosos como “El Negro” Álvarez de la noticia, son los que ríen y aplauden a los supuestos humoristas que incorporan en sus rutinas ese humor ácido, hiriente, humillante (con o sin razón) hacia otros y todo envueltos en cientos de palabras obscenas, vulgaridades y groserías. Y hasta “colando” en sus presentaciones discursos serios sobre temas sensibles para ganarse al público. ¡Y con esas rutinas del llamado posthumor, con esas vulgaridades y esos discursillos serios se presentan como grandes humoristas, que tienen la verdad en sus manos, que están por encima del Bien y el Mal y son aplaudidos por los sectores extremistas! Esa gente es la que se está imponiendo en nuestras sociedades. Si queríamos mejorar, con esto no lo logramos, sin dudas.
Y no sé por qué me viene a la mente el festival de Viña del Mar que se acerca.

 

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