Relato poco espiritualista de un tour por la Santa Sede, abortado por un súbito terror.
Mi nieto Benjamín hizo de todo a su alcance para que lo llevara al Vaticano. No entendí esa repentina motivación espiritual, pero como típico abuelo condescendiente, lo complací.
Soy agnóstico, pero siempre me ha llamado la atención la vida de Jesucristo, porque sea una historia real o no, fue abnegada sin dudas. Como una novela de sacrificción, diría yo. Eso se lo explicaba a mi nieto en medio de la Plaza de San Pedro, bajo tremendo aguacero, esperando ahí hasta empaparnos; es decir, hasta ver al Papa.