La primera vez que actué en televisión fue en 1984 en Cuba, algo que seguí haciendo allá durante siete años más, como guionista, comediante y director de la Compañía de La Seña del Humor. Esa fue una primera etapa que me aportó mucho, tanto para la realización personal (nunca bajamos el nivel de calidad humorística), como para el ego. Por supuesto, aprendimos también a burlar la censura.
En 1991, Televisión Nacional de Chile me contrató junto a mi amigo y colega Aramís Quintero, para escribir un espacio para niños. Ahí comenzó una segunda etapa. Fue otra oportunidad de aprendizaje, al encontrarme por primera vez con el poder del mercado.