Recomiendo este libro

correspondencia_inteletual.jpgCarta 1

 

Señor Enrique Gallud Jardiel.

Ante todo, me disculpo porque le escribo con cierta dificulltad, ya que mi dedo índice izquierdo está afectado por un uñero (vulgarmente llamado onicocriptosis), y como ese dedo viene siendo la mitad de mi capacidad tecleadora, eso explica el por qué usted -en este momento-, esté leyendo mi mensaje a la mitad de la velocidad acostumbrada.

Dicho lo anterior, le cuento en pocas líneas ( _____  _____  _____ _____ ) que acabo de leer su último libro “Correspondecía intelectual”, escrito con el señor Roberto Vivero y publicado por Ápeiron Ediciones.

Y además de darles mis parabienes, deseo preguntarle si me permite hacerle una breve reseña.

Queda de usted, sin nada más que agredir.

P.P.

 

Carta 2

 

Señor Enrique Gallud.

No me ha contestado. Eso habla bien de usted, porque es feo contestarle a una persona mayor. Sin embargo, como esperaba su respuesta y no llegó, asumo la máxima “El que calla otorga” y comienzo con mi reseña.

Le juro que me pareció muy original el hilo conductor escogido: el de solicitarle usted algo al señor Vivero. Y cito:

 

Señor Vivero: ardo en deseos de ser intelectual y, por más que me esfuerzo —y llevo años haciéndolo— no acabo de conseguirlo (…) "Ya de pequeñito, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, yo decía: «¡Inteletual!». Y hasta me compré una trenca y una barba postiza (le estoy hablando de los años sesenta).

Estimado, con el planteamiento de ese conflicto ya el lector comienza a vislumbrar por dónde vienen los tiros. Y con la respuesta que le envía el señor Vivero, queda claro el tono absurdo del libro y “disparatezco” o “disparatesco” (no recuerdo bien). Y cigo sitando (o viceversa):

¡Hombre, Henrique! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo está tu mujer? ¿Y tu amante? ¿Y qué tal tus nueve hijas, ya han hecho la mili? Por cierto, ¿quién demonios es usted? ¿Quién le ha dado mi dirección? ¿Quién inventó la bicicleta?”

 

Confieso que desde las primeras líneas sabía que me encantaría vuestro libro. Y

voy a esperar un poco más a ver si llega su e-mail, antes de comentar otras cosillas.

Le pido y le pido lo anterior, a pesar a que me des-pido ahora.

P.P.

 

Carta 3

 

Señor Enrique.

No digo que usted “brilla por su asusencia”, porque me asquea ese clisé (aunque también me molesta no escribir cliché, pero lo hice porque no puedo evitar cierto snobismo; incluso también me fastidia no escribir esnobismo, pero eso se justifica porque soy algo cursi). En fin, para que no quede por mí, continúo reseñando su libro.

Le confieso que desde las “Cartas persas” de Montesquieu, no había leído una obra del género epistolario tan hilarante. Debo informarle que ese género me fascina. He escrito “El cartero en llamas dos veces”, “Los señores Ortega y Gasset”, y “Dos epistoleros cubanos se afrentan en duelo nacional”, con mis amigos y colegas Pible, Rudy y Triana, respectivamente.

Y otra cosa: en mis libros o los que escribían las cartas eran personajes ficticios o era los propios autores. Pero ustedes crearon una variante: utilizan sus verdaderos nombres, sin embargo son personajes ficticios. Me gustó ese detalle.

Bueno, solo me resta decir que me reí y sonreí varias veces en cada página. También que disfruté enormenmente ese alarde de culturización del humor.

Como siempre, querido amigo, quedo satisfecho y complacidísimo con leerte, extendiendo el halago al señor Roberto Vivero, que no lo conocía y me atrapó su tremendo sentido del humor. Felicítalo de mi parte.

Ya estoy finalizando la reseña y no llega su carta (no me gusta decir epístola, porque me recuerda la pistola, ni misiva, porque me recuerda el misil, aunque igual estoy oliendo cierta belicosidad en su ausencia.

Sin nada más, sin más nada, nada más sin, nada sin más, más nada sin y más sin nada.

PP

 

Carta 4.

 

Señor.

Extraigo este párrafo de su libro, salido de su pluma:

 

Hay muchos libros que no leo porque no se lo merecen, otros que no leo por no perder el tiempo y otros que no leo para reírme cuando escribo una reseña sobre ellos sin tener la más mínima idea de lo que dicen. Y cuando los autores me agradecen la reseña u otros me la elogian, me río aún más, como usted podrá suponer. Voy ya por el tercer libro publicado de reseñas de obras que quemé nada más recibirlas y que recensioné sin echarles ni la más superficial ojeada.

 

Leer esa confesión suya me preocupa, porque me ha reseñado varios de mis libros, algo que yo también hago feliz con sus libros en reciprocidad.

Espero que ese no sea el caso; sin embargo, al ver que no me responde y que ya le he enviado 4 cartas, me inclino (sin caerme) a pensar mal de usted.

Es más, ya me dejó de gustar su libro.

Me despido con el ceño fruncido, los labios apretados y los brazos cruzados.

P.P.

 

Carta 5

 

Queridísimo Enrique Gallud Jardiel.

Retiro todo lo dicho.

Mi Gmail estaba trabado y no se habían enviado ninguna de mis cartas.

Por favor, tache o borre mis exabruptos.

No crea eso de que no me gustaba su libro. Al parecer, “lo sacaron de contexto”.

¡Un abrazo grande y muchos éxitos!

 

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