Sale perdiendo otra vez el humor

descarga_5_0.jpegMe entero de que le pifiaron a un humorista durante su actuación en el último Festival de Viña del Mar, a tal punto que no lo dejaron actuar, creo.

No es la primera vez que lo comento. Pero me enojo tanto con estas cosas que de nuevo me dan ganas de “descargar” y mis lectores deben soportarme.

Lo primero para aclarar: no sé ni el nombre del humorista, porque no veo el Festival (ni siquiera veo televisión abierta, ni sigo esas noticias faranduleras, entre otras cosas porque no tengo tiempo).

Ahora entro a mi opinión con un ejemplo.

 

Uno ve a la entrada de un restaurante una lista del menú ejecutivo del día, donde hay aperitivo, plato de fondo, postre, gaseosa o jugo y café, y decide entrar. Entonces pide el menú y le traen el aperitivo y después el palto de fondo, y cuando ve el postre se pone a protestar, gritando, chiflando, etc. Lo hace porque quiere más del plato anterior, o porque ese postre no es nacional, o porque no le gusta el alimento que lo compone, o por lo que sea. ¿Tiene razón de protestar? ¿Es justo? Evidentemente, no. Él aceptó el menú al entrar, sabía qué tipo de alimentos le servirían. ¿¡Cómo puede pensar que tiene derecho a esa pataleta?! (Excepto que la comida esté en malas condiciones o algo así).

Pues algo parecido sucede en el Festival de Viña. El público entra y paga sabiendo con varios días de antelación cuál será el programa (el menú) que verá en escena. Sin embargo, de repente se enfurece, porque quería más del artista anterior, o porque escuchó en la presentación que el humorista es de argentina o de otro país y le salió el nacionalismo barato, o porque la rutina que presentó el artista no le gustó, porque le hace reír más los chistes picantes, etc. Y arma un escándalo vergonzoso que obliga a que retiren al pobre humorista.

Fíjense que no estamos evaluando aquí si el humorista es bueno o malo, porque nos meteríamos en otro rollo, ya que sabemos que humoristas buenísimos y malísimos han triunfado en ese escenario, así que la calidad del mismo no influye en la perreta mal educada de los espectadores.

Y a propósito de mal educada. El circo romano sediento de sangre que se arma en la Quinta Vergara y que los periodistas mediocres bautizaron una vez como “monstruo”, para vender más, está compuesto por gente ignorante, mal educada, simplona, de mala calaña, pero también de gente que estudió, que tiene educación profesional, que supuestamente es decente y educada. Pues casi todo ellos, al entrar allí, se convierten también en masa chusma y demuestran una cara muy fea del ser humano. Como si entrar a ese lugar te llevara al primitivismo.

Pero a los organizadores del Municipio, a los canales auspiciadores, a muchos periodistas de espectáculos y a mucha gente que consume esas noticias les agrada ver y comentar cómo aplastaron e hicieron talco al artista. Dicen que hasta en ocasiones buscan a un humorista que creen que saldrá “comido” por el “monstruo”, y simplemente lo programan detrás de un artista que saben que el público no va a querer que termine de cantar.

A mí me da vergüenza que suceda eso.

Y, repito, no estoy defendiendo al humorista, que quizás es bueno, pero quizás es pésimo; quizás es bueno y falló al escoger su rutina para ese escenario, pero quizás es malo, pero acertó con chistes subidos de tono, abiertamente groseros y vulgares como muchas veces ha demostrado que le gusta reír ese “monstruo” asqueroso.

¿Por qué escribo esto con tanta indignación? Porque el más perjudicado una vez más es el humor, da lo mismo si es porque el humorista triunfó con chiste del mal gusto, o el humorista no pudo presentarse por la mala educación de ese público. De igual manera sale perdiendo el humor. Y yo como humorista (humorista no es sólo el que cuenta chistes, sino es el que hace humor en cualquier manifestación artística o en cualquier campo del quehacer humano), una vez más tendré que enfrentarme ahora en mi carrera, a personas que al ver esto piensan que el humor es un género menor, de segunda y que no es importante. Porque lo increíble es que esas personas que piensan así, llegan a los cargos que deciden cosas importantes.

Y una vez más tendré que luchar por las banderas del humor y la risa, porque es todo lo contrario: el humor es demasiado importante.

Pero aunque ya esté acostumbrado a esa batalla, siempre jode, ¿no?

 

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