Cuentos serios de bufones #1

220px-william_merritt_chase_keying_up.jpgÉrase una vez un bufón, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que salió una mañana bien temprano de Palacio, porque se había hartado de intentar hacer reír al Rey y a su Corte día tras día, sin éxito alguno.

En la calle, algunos pobladores de aquella Villa se dirigían a sus quehaceres cotidianos, bien serios, ensimismados, taciturnos. El bufón entonces los saludaba con una serie de cómicas genuflexiones, pero no obtenía ninguna reacción de la gente. Tocaba en las casas y cuando le abrían les hacía a todos morisquetas, acrobacias y pantomimas graciosísimas y les contaba cuanto chiste se sabía, pero los villanos se mantenían sin mover un músculo de sus caras.

El bufón entonces no pudo más y se rindió. “Esta Villa está gravemente hechizada”, se dijo y decidió marcharse y vivir lo más lejos posible, en un lugar donde no fuera difícil sacar risas, su razón de ser.

Cargando su bulto amarrado al final de un palo, que llevaba apoyado en su hombro, caminó hacia la salida del villorrio. De repente, se cruzó en sentido contrario con un niño. Un niño de carita sucia, pero iluminada, que sin detenerse, le dirigió una franca sonrisa.

El bufón se detuvo sorprendido. Miró hacia el horizonte y sus ojos fueron tomando de a poco un brillo intenso.

Dio media vuelta y regresó. Caminaba silbando y cada tres o cuatro pasos aprovechaba para dar una breve pataleta en el aire.

 

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