Cuentos serios de bufones #2

descarga_1_36.jpegÉrase una vez un bufón, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, que salió del Palacio a recorrer la Villa.

Se le había ocurrido caminar sin detenerse, regalándoles una sonrisa a cada uno de los aldeanos, campesinos, guardias, mercaderes o quien fuese que se le cruzara por delante. 

Todos, amablemente, se lo agradecían. Sin embargo, unos pasos más allá del encuentro, muchos guardaban la risa en el bolsillo. Otros la dejaban provisionalmente en un sitio, y después se olvidaban de ella. Hasta hubo varios que la estrujaron y la lanzaron lejos.

Al darse cuenta de lo que sucedía, el bufón se dijo: “si no valoran la risa regalada, entonces debo ponerle precio para que la valoren”. Y se instaló en el medio de la Plaza Principal a vender sus risas. 

La gente al pasar, curioseaba mirando la sonrisa espontánea, la sonrisa diplomática, la risa alegre, la estrepitosa carcajada y muchas más. Sin embargo, nadie compraba.

Más tarde, al averiguar el por qué de su fallido negocio, muchos le confesaron que no la compraban porque la risa era algo natural que no se debería vender. 

“Ni regaladas ni vendidas”, se dijo el bufón, “¿qué hacer entonces?”

Ahí tuvo una nueva idea. Por su influencia con el Rey, consiguió que se dictaran unos bandos para que la gente riera por obligación.

Salió otra vez a recorrer la Villa y observó cómo la gente solo reía al verlo, cambiando a la seriedad más profunda al continuar con sus quehaceres.

Sin dudas, aquello tampoco le satisfacía.

Cuentan que entonces el bufón tuvo la idea de abrir una escuela en la Villa, donde comenzó a educar a las nuevas generaciones, bajo el lema “La letra con risa entra”.

En eso está ahora. Esperemos a ver cómo le va.

 

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