¡Niñ@s! ¡Requetebuenísima noticia para ustedes!

¡TIENEN DERECHO A NO LEER!

 

¿Sabían eso? Claro, nadie les puede obligar a leer. ¡Nadie! Ni sus padres, ni sus profesores, ni sus familias, ni el chofer del bus, ni el vendedor de helados. ¡Nadie, dije!... Me refiero a leer fuera del colegio, por supuesto. Y a libros de literatura, obvio.

 

Les voy a contar una anécdota mía, que siempre menciono al hablar sobre este tema. Cuando yo era niño (¡hace millones de años!), no me gustaba leer nada de nada. Y eso que me pedían una y mil veces que lo hiciera. Es que en mi época era fácil que la gente leyera, porque no existían los juegos electrónicos, ni los computadores, ni los teléfonos celulares, ¡no existía ni el televisor! ¿Se imaginan una vida así? Pues yo la vivía. ¡Y la disfrutaba mucho sin leer! ¡¡Porque para mí los libros y la lectura era lo más aburrido del mundo!!

 

¿Saben cómo me entretenía yo hace millones de años? Lanzándole un hueso a un dinosaurio para que me lo trajera, por ejemplo.

 

Bueno, la anécdota comienza cuando una vez jubilaron a mi maestro de setenta y ocho años y lo sustituyeron por una profesora muy joven, recién graduada y bellísima. Obvio, enseguida me enamoré de ella. Saben cómo se pone un niño cuando se enamora, ¿no? Superventilado, nervioso y haciendo payaserías todo el tiempo. Así me conoció la profe, haciendo pelayaserías. Por suerte, era muy astuta y averiguó que lo que más me gustaba a mí era el humor. Entonces un día me pidió que leyera un libro muy cómico en mi casa. Le dije que sí (¡imposible decirle que no, si sólo quería caerle bien!) y me lo prestó. En mi casa sufrí, porque nunca me había leído un libro completo y menos mientras mis amigos jugaban con los dinosaurios.

 

Pero como quería quedar bien con ella, comencé a leerlo. Me reí. Y riendo lo terminé. Al devolverlo me dio otro. Igual, en la casa me lo leí, riéndome mucho. Lo devolví y me dio otro y se lo entregué de vuelta después de haberme reído a carcajadas… Fue cuando cometí una falta, lo sé y quiero disculparme. En un momento de debilidad, ¡me comenzó a gustar la lectura! ¡Empecé a sentir placer leyendo! ¡Increíble! Sé que caí muy bajo, lo confieso. Pero nadie es perfecto.
Por eso tengo el derecho de darles un consejo a ustedes (aunque yo sé que a muchos les entrará por un oído y les saldrá por el otro, pero debo decirlo de todas maneras para quedar bien conmigo mismo): si quieren no lean, porque tienen derecho a no leer… ¡PERO LO QUE SE PIERDEN!

 

¿Saben por qué? Porque leer produce mucho placer y si no lo creen así, es porque han tratado de leer libros donde cuentan historias que no les agradan. ¡Y leer algo que no les gusta a uno es lo más aburrido y pesado del mundol ¿No es cierto? Entonces les aconsejo que hagan como cuando van al cine o arriendan una película de terror, ya que tienen ganas de disfrutar una historia de ese género. Pues con los libros sucede igual. ¿Les gustan las historias de acción? Entonces búsquense un libro de acción y léanlo. Y como con las películas, si las primeras imágenes no les agradan, se van, o se quedan dormidos, o apagan el televisor, igual con el libro: si no les gustan las primeras páginas, échenlo a un lado y búsquense otro. Porque lo principal es que sientan placer y sean capaz de imaginarse y disfrutar lo que escribió el autor.

 

Pero si no quieren no lean, recuérdenlo, tienen derecho…

 

…Shhh… Oigan… si tienen planificado crecer sin leer, aprovecho para despedirme de ustedes ahora, porque cuando sean personas mayores no van a leerme nunca y menos llegar a comprender lo que estoy escribiendo aquí.

 

Comentarios

estas historias de amor hacen

estas historias de amor hacen buenos lectores... pues si, no hay que forzarse, cada libro tiene su club, yo pertenezco al de Pepito. Besotes

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