Hoy se celebra el Día Internacional de Chiste. Ojalá que todo el mundo cuente uno hoy y haga reír o sonreír a alguien. Ese es el objetivo principal de la celebración. Para dar el ejemplo, voy a contar uno que me dijeron. Espero que aunque sea a uno de mis amigos consiga hacer reír o sonreír. Lo escogí porque tiene que ver con mi viaje por Italia. Ah, el ideal es escucharlo, no leerlo, pero ya da igual...

Cuando en Italia uno visita un lugar, debe degustar el plato típico de ahí. En mi caso, cuando fui a Pisa, comí pizza; cuando fui a Nápoles, la comí a la napolitana; cuando fui a Boloña, comí pasta a la boloñesa; cuando fui a Milán, me comí una milanesa y cuando fui a Bérgamo, ayuné...

Felicidades a todos los chistoso del mundo.

Fuimos en auto a Bérgamo donde dormiríamos una noche, pero quisimos pasar por el supe rmencionado Lago Como. Recorrimos parte de uno de los pueblitos y nos bajamos en su muelle, para almorzar.

Datos: el lago está situado a 199 metros de altitud sobre el nivel del mar y tiene una superficie de 146 km². Es uno de los lagos más profundos de Europa. Ahí se encuentra el pueblo de Dongo, donde la Resistencia italiana capturó a Benito Mussolini en 1945. En otro pueblito de ahí transcurre la novela “Los Novios” de Alessandro Manzoni. En este lago tienen propiedades gente famosa como Georges Clooney, Madonna, y otros. Pero también personalidades de otras épocas como Leornardo da Vinci, Napoleón, Stendhal, Franz Liszt, Verdi, Rossini, Winston Churchill y muchos otros.

Esta ciudad está dividida en dos: la baja, que es moderna y la alta (sobre un cerro) que es la histórica. Dejamos el auto en el hotel y subimos 8 cuadras caminando hasta una de las puertas de la muralla veneciana que la rodea. Específicamente, hasta la puerta San Agostino… Ojo, no dije Agostino Neto, ni Bruto, porque no soy politólogo y no conocí a ese señor. Ni siquiera dije Langostino Neto, como algunos le decían porque era socialista de caviar (red set). En fin, no me distraigan… Entré, ya cansado y transpirado por el calor que hacía, por la puerta San Agostino.

Ahí fue peor, la cuesta se puso empinadísima y el centro histórico se puso bien lejos entonces. Con las piernas casi acalambradas ya que cargaban con más de 70 años de experiencias lindas y amargas (más lindas que amargas, sería malagradecido si me quejara de la vida) y empapado de sudor, conseguí arribar a la mismísima plaza principal, solo deteniéndome para sacar fotos (excusa para descansar un par de segundos) y para comerme un par de chocolates exquisitos en una tienda preciosa.