Al humor, como trabajo creativo y artístico, siempre se le ha subestimado
A Aramís Quintero, a pesar de ser coterráneos y estar trabajando en cosas afines en la misma ciudad, lo vine a conocer en el Primer Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Fuimos como delegados por Matanzas. Él por el departamento de Cine de Cultura y yo como presidente de los Cine-Club de la provincia. Nos ubicaron en la misma habitación del hotel. Amaneciendo el primer día, me levanté muy temprano para ir al baño y al pasar por el lado de su cama, me fijé que en su mesita de noche tenía un libro de poemas de Ernesto Cardenal. Me atreví a hojearlo y sin llegar al final, escuché la voz de Aramís que me decía algo así como “¿te gusta la poesía?”. Mi respuesta fue “leo poca poesía” Y agregué: “¿te gusta la poesía de Omar Khayyam?”. No pude saber nunca por qué le pregunté eso. Quizás porque fue el último poeta que había leído, no sé. Entonces Aramís, extrañado y pensando que yo era un mentiroso y descarado, me dijo: “¿Por qué leíste mi poema?”. Yo no entendí nada en ese momento. Después lo aclaramos. Resulta que Aramís, al regresar esa noche al hotel, se inspiró y escribió en un papelito un poema donde mencionaba a Omar Khayyam. Dobló el papel y lo colocó al final del libro de Cardenal. Pero yo juro que ni siquiera vi ese papelito, porque hojeando no llegué al final. Fue algo extraño lo que sucedió, porque Khayyam no es alguien tan conocido y popular como para estar mencionándolo y menos alguien que no lee con asiduidad poesía como yo. En fin, ese hecho “misterioso” nos unió y nos convertimos enseguida en grandes amigos.
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