“Érase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, un buen bufón que hacía divertir siempre a aquella Villa. Salía de su labor ordinaria en Palacio y se subía en el anfiteatro a un costado de la plaza principal y compartía con todos los villanos su repertorio. Eso al Soberano no le agradaba. Quería el bufón sólo para él. Además, decía que se le pegaban ciertos chistes anti monárquicos bastante peligrosos para él y su Corte. Quizás por eso, un día los guardias de palacio llevaron de madrugada y en silencio al bufón hasta el anfiteatro. Tuvieron que amenazarlo mucho, porque no paraba de reír y tenían orden de no despertar a nadie en la Villa.
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