Dejamos para el final de los paseos, como “guinda de la torta”, visitar el Mar Muerto. Después de pasar por Masada y con los mismos 41 grados de calor y con sensación térmica de 44, llegamos al Mar Muerto, específicamente, a un lugar con hoteles, restaurantes, tiendas, etc., y playas, por supuesto. Este Mar tiene 80 kilómetros de largo y 16 de ancho. La mayor entrada de agua se la suministra el conocido río Jordán. Ya dije que es la zona más honda del mundo, a 400 y tantos metros bajo el nivel del mar.
Se sabe que es un lago, pero también se le dice mar interior. Es de agua salada. ¡Saladísima! Entonces lo primero fue enterarse de que es un lago endorreico. La palabrita me dio asco. Decidí no bañarme. Pero me explicaron que significa que no evacúa sus aguas ni por desagüe ni por infiltración, solo las evapora. Decidí bañarme. Pero me dijeron que si tenía un arañazo, una heridita, una yayita en alguna parte de mi cuerpo, por la gran salinidad, me podría arder y no solo eso, como en ese mar viven muchas bacterias, éstas se te cuelan por las heriditas y te puedes buscar un grave problema. Decidí no bañarme. Es que uno sin darse cuenta se hace yayitas, por ejemplo, al sacarte un moquito muy duro e inteligente, al cortarte las uñas, al limpiarte mucho cierta parte oscura, al cortar un pepino, etc., etc. Pero nuestro Sebastián me dijo que me olvidara de eso, que él tuvo ese miedo, se metió y no le pasó nada. Decidí bañarme.