Pelayaserías - Blog de Pepe Pelayo
Humor y literatura infantil (No.18). Risa, hábito lector y niños vulnerables
Muchos me preguntan por qué estoy tan seguro de que el humor es fundamental para atraer a los niños y niñas calificados como "vulnerables" sin hábito lector. Siempre respondo lo siguiente:
La educación básica en general casi nunca forma niños con hábitos lectores y, lamentablemente, los centros educacionales a los que asisten esos niños y niñas, menos. Por desgracia, es una realidad. Y en la casa y en el barrio tenemos la fuerte competencia del mundo electrónico, los bombardeos de imágenes de dudoso gusto, o niños y niñas entregados al mal ocio, la indiferencia y a las actividades predelictivas incluso, entre otras más.
Pero en todo lo anterior es donde esos chicos y chicas encuentran placer, ¿no es cierto? Por ello hay que hacer mucho esfuerzo para atraerlos a la lectura. No luchando contra esas actividades señaladas, sino primero compartiendo con ellas, brindándoles otro placer con las lecturas. No obligando, no presionado, no censurando. Es lo que aconsejo. Claro, no es fácil. Demanda tiempo, comprensión, y la cosecha uno la recoge mucho después.
Resulta que un niño es un lector muy diferente al adulto. Un adulto muchas veces se lee obras que no le gustan, que encuentra pesadas, pero hace el esfuerzo.
Los chicos no. Además, los adultos les ofrecen a los niños y niñas sin hábito lector, libros aburridos que les frustran los deseos de leer. Aunque hay que decir que a veces también les ofrecen buena literatura, pero mal seleccionada para su nulo nivel lector, para su edad, para su grado de madurez intelectual.
Muchos de los libros que hoy se catalogan como clásicos de la literatura infantil y juvenil, en su origen no fueron concebidos como libros para niños, sino para adultos. ¿Qué ocurre? Que a veces también son algo densos o sin "gracia" para el público infantil sin hábito lector y principalmente para el niño y niña de hoy, que es más inquieto, más activo, y además, está muy acostumbrado al lenguaje visual que es muy rápido. Sin contar que debemos vencer el pésimo pretigio que tiene el libro, la lectura, el aprendizaje, etc., en el ambiente que rodea a esos niños y niñas.
Cuando logramos traspasar el escudo psicológico con que esos pequeñines se defienden de la vida que les tocó, encontramos a niños y niñas con falta de cariño, de atención, de alegría, de esperanza, por lo tanto, cuando ven que nuestras armas son el juego, el humor, la risa, "la buena onda", el placer, se entregan 100% y enseguida "enganchan" con las lecturas y se vuelven los más entusiastas a la hora de participar, de actuar, de jugar, de aprender, de disfrutar. Por ello es tan rápido recoger los resultados con esos muchcahos.
Humor Sapiens ha trabajado mucho en barrios marginales y escuelas con alumnos de muy pocos recursos (ver en el menú de esta pñagina "Programa para motivar a leer") y podemos asegurar que con el humor hemos tenido grandes éxitos. Incluso más que con otros niños y niñas sin sus problemas.
Ojo, hablamos de muchachos de siete u ocho años a trece, sin hábito lector, que hay que atraer y convencerlos de que leer es trascendental en sus vidas. Pero, ¿cómo competir y salir airosos? Repito: ofreciendo placer. Y el humor es una de las claves fundamentales. Nuestra experiencia y la de otros colegas así lo avalan.
Por todo lo anterior es que siempre tenemos "los dedos cruzados" para que las autoridades y el sector privado se den ecuenta de la importancia de esto y pongan interés y recursos para llegar a más y más niños y niñas vulnerables de nuestro país y de nuestro continente.
Humor y literatura infantil (No.17). Leer es muy aburrido
Para saber hay que leer. No hay posibilidades de saber, sin saber leer. Hay gobiernos, entidades y personas que se lanzan a pelear contra el analfabetismo, sin entender que la ausencia de hábito lector es otro enemigo tan peligroso como aquel. Cada niño(a) que no aprende a disfrutar con la lectura tarde o temprano se acercará al analfabetismo funcional.
Pero para lograr que los niños(as) lean, nos encontramos con una enorme dificultad: leer es aburrido.
Si a un niño(a) sin hábito lector, le dan un libro que no le gusta, leer es aburrido. Más si lo obligan, y más aún si tiene que dejar de jugar, de ver televisión, de chatear, etc., porque esas actividades le dan placer y ese libro no.
Es como si el adulto le dijera: “¡No sientas más placer con esas cosas y siéntate ahí a leer este libro que no te gusta!”.
Leer es aburrido, y ver películas es aburrido, y escuchar música es aburrido. Ya que si no te gusta la película, sufres viéndola, y si no te agrada la canción, escucharla se te hace insoportable también.
Por lo tanto, para que un niño se interese en la lectura, tenemos que darle un libro que le guste, que le de placer.
Y sólo con placer se puede competir con esas actividades mencionadas que le dan disfrute también. No podemos ir contra esas actividades, debemos competir en buena lid con ellas. Si el niño(a) comienza a encontrarle placer a la lectura, él solito irá desplazando a la competencia.
Entonces es obvio que los adultos deben conocer a esos niños(as) y ofrecerles libros que les gusten y no pensar que hay que conquistarlos con clásicos o con lecturas “importantes”, porque esas lecturas pueden ser densas y aburridas para ellos en estos momentos. Esos libros “trascendentales” son para cuando ya posean el hábito lector y los guiemos hacia ellos, según la edad y el nivel de maduración intelectual de cada uno.
En mi experiencia, existe algo que les da mucho placer y me ha dado mucho resultado: el humor.
Además del gozo que provoca, utilizar el humor es imprescindible para trabajar el lenguaje, la compresión lectora y la imaginación. Usar el humor es saber mirar algo desde más de un punto de vista, por tanto, nos ayuda a mejorar la comprensión lectora, a ser críticos y lúcidos, sin dejar de pasarlo bien. Desarrollar el sentido del humor en los niños, es desarrollarles la creatividad, la inteligencia, la sensibilidad, el sentido crítico, el sentido común. Es hacerlos crecer espiritualmente. Es hacerlos mejores. Y asegurándonos que lo hagan en un medio alegre, sano, festivo y placentero. El sentido del humor, como el sentido estético e incluso el sentido común, se educa a través de juegos de palabras, adivinanzas, disparates, canciones, onomatopeyas, utilizando la fantasía y manejando siempre el lenguaje.
¡Ojo! Percibir el humor que nos rodea, expresarse y afrontar contrariedades con humor, aprender ciertas técnicas de creación de humor y divertirse, son objetivos a los que los libros infantiles deben colaborar.
Conclusión: con humor es imposible que leer sea aburrido.
El humor y literatura infantil (No. 16). La parodia
Se toma un modelo, que puede ser una canción, una persona, una pintura o lo que sea y se imita, exagerando burlonamente ciertos matices que subrayen rasgos importantes del modelo original. El resultado es una parodia. El extremo de la parodia es la caricatura. En el caso de los libros de humor para niños es muy fácil detectarla, porque lo lógico es que el modelo sea muy conocido para que el lector infantil se ría al comparar el original con la imitación. Se define como “burlesca”, porque toda parodia lo es, aunque a veces la intención no es exactamente burlarse del modelo, sino usarlo como recurso para dar un mensaje crítico en tono humorístico. Aparentemente son muy fáciles de hacer. “Es tan simple como hacer una versión exagerada de algo o alguien”, dirían algunos.
Pero eso no es cierto. La diferencia entre una parodia y otra, lo da el nivel de la elaboración artística, la calidad del humor y el buen gusto del creador. En eso sí hay que fijarse antes de recomendarle al niño un libro de parodias.
A continuación, un ejemplo. El modelo es el cuento clásico infantil El flautista de Hamelin. En este caso se parodió un cuento, así que se buscó no alterar la estructura del modelo, dejando todo lo que sirviera de referencia, para que el lector fuera cómplice de los disparates que estaban sucediendo. Se utilizó un humor absurdo, con exageraciones, y mucha sátira dirigida a nuestros problemas actuales como sociedad.
Esta versión está sacada del libro Pepito y sus libruras, de la Editorial Alfaguara Infantil.
El flautista de Jajamelin
Érase una vez, hace muchísimos años y unos días, un lugar llamado Jajamelin. Era una ciudad tan antigua, pero tan antigua, que los semáforos eran en blanco y negro.
En cierta ocasión, Jajamelin fue invadida por una plaga de ratones. Estaban por doquier. En los televisores de todas las casas, bajo las sábanas, en las cañerías, dentro de los platos de sopa. En fin, nadie sabía cómo expulsarlos de sus vidas.
Pero un día, a alguien se le ocurrió la idea de contratar los servicios de un célebre flautista extranjero. Él aseguraba que con su música exterminaría aquella peste.
Enseguida una poderosa empresa de bebidas lo trajo, auspiciando el evento. El concertista interpretó magistralmente La Flauta Mágica de Wolfgang Amadeaus Mozart, mientras caminaba hacia un río, casi en las afueras del pueblo. Y los ratones, embelesados, lo seguían en caravana. Al llegar al borde de un barranco, los roedores siguieron caminando y cayeron al río, siendo arrastrados por la corriente.
Al flautista le regalaron la llave de la ciudad en una gran fiesta. La alegría fue tremenda, pero les duró poco.
Tiempo después, una plaga de hipopótamos invadió Jajamelin. Se les veía en los baños de las casas, subidos en los postes, en el campanario de la iglesia y en las carteras de las señoras. En fin, en todas partes.
Entonces, volvieron a traer al flautista extranjero. El hombre interpretó de nuevo La Flauta Mágica de Mozart, mientras caminaba hacia un barranco, casi en las afueras del pueblo. Y los hipopótamos, embelesados, lo seguían en caravana. Al llegar al precipicio, los animales siguieron caminando y cayeron al río, huyendo aturdidos hacia todas partes.
Al flautista le otorgaron la medalla al Honor en otra colorida fiesta. La alegríafue apoteósica una vez más, pero también les duró poco.
Muy luego la pobre ciudad de Jajamelin fue invadida por una plaga de teléfonos celulares. Estaban por doquier. Se instalaban de a dos y hasta de a tres en las orejas de los habitantes. Sonaban en reuniones, durante las siestas, en los momentos de mayor intimidad. En fin, en todas partes y todo el tiempo.
Tuvieron que llamar urgente al famoso flautista extranjero (le avisaron por palomas mensajeras que llevaban correos electrónicos amarrados en sus patas). El músico, al llegar, tocó una vez más La Flauta Mágica de Mozart, mientras caminaba ahora hacia un área sin señal en las afueras del pueblo, donde coincidían el barranco y el río. Y los teléfonos celulares, embelesados, lo seguían en caravana.
Al llegar al borde del precipicio, los aparatos empujaron con violencia al flautista que cayó desde lo alto al río y, avergonzado, nadó contra la corriente usando su flauta como snorkel.
Mientras tanto, los celulares regresaron a la ciudad sonando al unísono sus timbres. Pero quizás como homenaje –vaya usted a saber-, de repente sustituyeron su tradicional ring-ring, por las metálicas y entrecortadas notas de La Flauta Mágica de Mozart, y el Para Elisa de Beethoven, para más tarde cambiar éstas por La Mayonesa y La Gasolina de no sé quién.
Y fueron muy felices… ellos.
El humor y literatura infantil (No. 15). El género fantástico
Algunos disfrutamos los libros del autor inglés Terry Pratchett. Los saboreamos miles de millones de veces más que los de la saga de Narnia, o la de Harry Potter; a pesar de que también hay magos, brujas y otros seres fantásticos. Se debe a los chistes, situaciones cómicas y demás recursos humorísticos que crea este autor inglés. Es que a un creador de humor le motiva mucho lanzarse a imaginar mundos irreales, para no tener que buscar muchas justificaciones para sus disparates y locuras. El género “fantástico”, en la narrativa infantil y juvenil, sobre todo “la fantasía dura”, presenta un mundo supuestamente real, el cual es roto por ambientes, personajes, hechos o elementos extraños o sobrenaturales, que producen en el lector la duda ante la imposibilidad de hallar una explicación racional y eso es buenísimo para crear humor.
Por otra parte, puede ser paradójico, pero a lo atractivo que es crear humoren mundos fantásticos, se contrapone lo difícil que es hacerlo con alto nivel de calidad. Es que la frontera entre lo bueno y lo malo en cualquier obra fantástica es débil, precaria. Si no se tiene medida y control, el autor puede caer en facilismos y hasta puede rayar en lo manido y en la tontería. Una prueba es la cantidad de libros mediocres que encontramos dentro de la fantasía dura y la ciencia ficción. Quizás sea por ello es que el humor se agradece tanto en esas obras.
Decidirse por un argumento, una historia fantástica que sea original, pero a la vez cómica; crear situaciones, ambientes, personajes, etc., que el niño pueda comprender y no se pierda en algo demasiado complicado a causa de su poco nivel de abstracción y encima de todo sea gracioso, es la apuesta de un escritor de este género.
A continuación dos ejemplos distintos de cómo incursionar en la fantasía. El primero, extraído del libro Ratata, un ratón de biblioteca de la Editorial Humor Sapiens. Se trata de una historia de piratas donde aparece un ratón que habla y otras sorpresas.
“-¿Quién eres que te diriges a mí siendo un vil y asqueroso ratón? ¿Por qué estás en mi barco? –le preguntó Willy Grado al roedor cuando éste llegó hasta él.
-Yo me llamo Ratata, y soy un ratón atón.
-¿Un ratón atón? ¡No juegues conmigo!
-Disculpe, es que repito siempre lo último que digo. Por eso oyó atón, caballero ero.
-¿Entonces eres un roedor parlanchín de verdad? –dijo el pirata Malo Grado, arrugando la frente, como reflexionando.
-Sí, señor. Soy el ratón responsable de la biblioteca teca.
-¿Una biblioteca teca? ¿Qué es eso? –preguntó Malo Grado frunciendo el ceño.
-¡No, señor, no es una biblioteca teca! ¡Le dije que repito siempre lo que digo al final nal!
-¿Y por qué hablas así? –terció el macizo Don Cella.
-No sé. Así hablo desde que nací. Por eso me bautizaron repitiendo la última sílaba: Ratata ta –sonrió el ratón y continuó-. Mi padre siempre bromeaba diciéndome que me había tragado un eco co.
-¡Per acaba de decirme qué es una biblioteca o te meto en una ratonera! –rugió el Capitán.
-Una biblioteca es un lugar donde hay muchos libros para prestárselos a la gente que quiera leerlos erlos –se apuró en responder Ratata.
-¿Erlos? –rió el Capitán y de pronto se puso bien serio para gritar-: ¡Al meollo del asunto! ¿Qué haces aquí si vives en una biblioteca de esas?
-Hace un rato, pasando cerca de la mesa más alejada de la entrada de mi biblioteca, escuché unos gritos que salían de un cuaderno. Eran gritos de “¡Duende! ¡Duende! ¡Duende!” Y entré a su historia para ver qué sucedía y por qué llamaban al duende, uno de los personajes de un libro infantil de mi biblioteca teca.
-¿Hace un rato dice? –dijo El Malo Grado, pensando-. Solo recuerdo que vociferé: “¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?” Y no: “duende, duende, duende”.
-Puede ser er -aceptó Ratata-. Es que como usted no suelta la daga de la boca oca…
-¡Hey! ¡Un momento, ratata… rata ta tarada, ! –exclamó el Capitán-. Explícame, ¿cómo es eso de que había un cuaderno y entraste a mi historia? ¿Qué cuento es ese?
-Es cierto lo que le digo, señor ñor –afirmó el ratoncito.
-¡A mí no me puedes engañar así como así, comedor de queso podrido!
¡Yo soy Willy Grado! ¡El Malo Grado, el Capitán de esta nave! ¡Esa es la única realidad!
-Perdone, pero usted es el protagonista de una historia oria –aclaró Ratata-. Yo de eso sí estoy seguro, porque vivo en la biblioteca, donde hay muchos libros con historias infantiles como ésta ta.
-¿Así que todo esto que está pasando es mentira? –y el Capitán lo miró con una expresión de burla.
-Sí, señor, es ficción ción –dijo el ratoncito.
-No es real nada de esto, ¿no? –y el pirata rió a carcajadas unos segundos, poniéndose bien serio de repente para gritar-. ¡Don Cella! ¡Lance a este ratón de alcantarilla a los tiburones!
-¡Alto! ¡Deténganse! –se impuso un hombre bien canoso que subía con mucho cuidado por la escala.
-¿Eh? -dijeron acopladamente Willy Grado, Don Cella y Ratata, aunque en realidad el ratón dijo “eh eh”, pero nadie lo notó por estar atendiendo al recién llegado.
-¡Suelten a ese ratón! –dijo el canoso.
-¿Quién es este hombre? –gritó El Malo Grado-. ¿Qué hace en mi barco? ¿De dónde salió?
El pirata apuntó todas sus armas hacia el recién llegado y comenzó a vociferar pidiendo refuerzos, mientras se colocaba con ligereza detrás de su fornido lugarteniente.
-¡Yo soy el que escribe todo esto que está ocurriendo aquí! –dijo el recién llegado.
-¡Ah, conque esas tenemos! ¡Un escritor! –dijo el Capitán en tono de reproche y saliendo de detrás de su segundo al mando-. Así que usted es el responsable de las estupideces de mi lugarteniente, de hacer que yo siempre hable con la daga en la boca y de que ahora me vaya atacar Filiberto, el filibustero. ¿Eh?
-Sí, yo invento todo eso y lo cuento porque me gusta –respondió el narrador encarando a su personaje-. Pero si no le gusta a usted, lo siento, pero es así, no hay nada que hacerle, ¿oyó?
-No, está bien, a mí me gusta -dijo el Capitán en retirada-. Pero me encantaría que para futuros libros, tenga en cuenta que sus chistes deben disfrutarlos también los protagonistas de las historias y no sólo los lectores, ¿comprende?
-Bueno, lo pensaré porque tiene cierta lógica –aprobó el canoso.
-Venga acá, ¿ya decidió cómo seguir y terminar la historia, cuento, o lo que sea esto? –quiso saber el pirata-. ¿Venzo o no a Filiberto?
-No, no lo he decidido aún -contestó el escritor.
-Un momento mento –habló Ratata-. ¿Usted sabe quién soy yo? Porque yo no soy un producto de su imaginación. Usted no me inventó a mí. Yo no soy un personaje de libros infantiles, como este pirata ta.
-Claro que te inventé. Tú eres Rátata, un ratón de biblioteca –contestó el hombre-. De la biblioteca donde escribo mis libros. Y te cuento que escribí también que cuando me levantara a buscar una goma de borrar al mesón de la bibliotecaria, tú entrarías a mi cuaderno, donde estoy creando todo esto que ves aquí.
-¡¿Así que yo también soy un personaje aje?! –saltó el roedor algo frustrado.
-Sí, pero no uno cualquiera, tú eres el personaje principal –agregó el canoso.
-¡¿Qué?! –saltó ahora Malo Grado-. ¿Este animalejo repugnante es más importante que yo en mi propia historia?
-Este… es que usted es el principal personaje de la historia de piratas, la cual está dentro de la historia del ratón de biblioteca –explicó el autor.
-Bueno, basta ya de tanto bla, bla, blá y terminemos con esto –interrumpió el Capitán-. Mire, caballero, le voy a decir lo que haremos: ahora usted se va y se pone a escribir el final de esta historia de piratas. ¡Porque yo soy terriblemente malo y me encanta ser un sanguinario pirata que hunde el bergantín de mi enemiguísimo Filiberto, el filibustero, que ataca villas y castillas y que rapta bellas doncellas!
-¿Me llama, Capitán? –saltó el tosco Don Cella, pero nadie le hizo caso.
-¡Un momento, señores! ¡Un segundo, por favor! –dijo el escritor y comenzó a dar paseítos por el puente, acariciándose la barbilla con la mano derecha. Después de cinco o seis minutos, se detuvo dirigiéndose a los personajes de su obra…”
Como se ve, no se puede calificar de “dura”, pero que se cuente una historia de piratas ya es fantasía, y si en ella aparece un ratón que habla, lo es más, pero si encima el escritor de la historia aparece como un personaje más de la misma, lo realista se aleja bastante, sin dudas.
El segundo ejemplo está sacado del libro El hombre lobo de Quilicura, de la Editorial Humor Sapiens. En este caso, no se desarrolla la historia en otra época, ni se le dio vida a objetos, ni se humanizaron animales. Sólo se usó un personaje fantástico: el hombre lobo, dentro de un mundo realista.
“Pero la calma duró poco. Lo que hicieron los delincuentes fue reagrupar sus fuerzas alrededor de su jefe, el cual mostraba ahora con maligno alarde una pistola en sus manos.
Pero los sujetos no contaban con un nuevo invitado. Un estremecedor aullido se escuchó y de la oscuridad más profunda de las sombras del cerro hizo su entrada un enorme lobo.
La bestia, con el pelo erizado y los belfos retraídos, fijó sus ojos amarillos-rojizos en los antisociales con expresión de profunda rabia. Unos segundos después avanzó hacia ellos, provocando la histérica y desordenada huida de los tres.
De más está decir que la fuerza y habilidad de Dante y de Ricky, por lo dificultoso de sostenerle la cadena y no enredarse, apenas alcanzaba para retener a su perro Shogún, que con los pelos erizados y los ojos en blanco, daba vueltas y vueltas sobre sí mismo a mucha velocidad.
Los primos lograron trasladar un poco el eje central de las vueltas de su mascota, con el objetivo de esconderse detrás de su compañero de equipo, al ver cómo la fiera cambiaba de dirección y se dirigía ahora hacia ellos.
-No se preocupen –les dijo el joven sonriendo-. No es un simple lobo como piensan.
-Si no es un lobo, ¿qué es? ¿Un oso polar? –dijo Ricky con susto.
-Es un hombre lobo, o lobisón -explicó el tipo-, o lobisome, como le dicen en Brasil.
-¿Y no nos hará nada, dices? –quiso sabe Dante.
-Nada. Ya verás –contestó el joven-. Yo sé lo que hay que hacer para convertir un lobisón en el ser humano que es. Lo llamaré por su nombre de infancia y lo trataré con mucha dulzura, como a un bebé. Miren…
El tipo avanzó despacio hacia el lobo, que se mantenía parado, pero amenazante.
-Hola, Panchito –le dijo con ternura al animal.
-Grrrr –el lobisón le contestó ya con sus fauces abiertas.
-¿Qué pasa, Panchín? –insistió el joven, tan dulce y juguetón como pudo-. Ven acá Panchitín, mi Panchitintín…tiiiintínnnn…
De repente, el terrible animal dio media vuelta y se alejó, perdiéndose en las sombras del cerro”.
El humor y literatura infantil (No. 14). La mezcla de géneros
No se trata de parodiar géneros, sino de usar dos o más en una misma obra para crear humor. Por ejemplo, el policíaco-infantil-humorístico; el de aventura-infantil-humorístico; el romántico-infantil-humorístico, o el fantástico-infantil-humorístico, o el policíaco-aventura-romántico-fantástico-infantil-humorístico.
Se debe estudiar aparte estas mezclas de género, debido a sus características especiales. ¿Por qué? Por el placer que les provoca a los niños. Si les agradareír en un libro, ¡cuánto placer no sentirán si además de la historia humorística, se le agrega el disfrute que provoca resolver un caso policial! ¡Doble placer!
A continuación, dos ejemplos para ilustrar lo anterior. El primero extraído del libro Ada, madrina y otros seres, de la Editorial Alfaguara Infantil. Un caso donde se mezcla el humor con el terror y el misterio.
“…Al mediodía comenzaron a retirarse las visitas –parece que muchos se dieron cuenta de que no les iban a dar almuerzo, supongo-, hasta que quedamos solos nosotros cuatro dentro del caserón.
Ese fue un momento decisivo, porque mientras mi madre preparaba la comida allá en la cocina, junto a mi madrina que cabeceaba un poco, desgastada, Yoyito y yo nos tomamos otro vaso de limonada y nos deslizamos en silencio hasta el encerrado comedor, donde estaba tendido el cadáver del pobre Cipriano.
Parece que las flores con las que hacen las coronas son especiales, porque su perfume era distinto a los que emanaban de las flores que conozco. Quizás sea un olor mucho más fuerte, ya que unas pocas coronas tenían saturado el aire en aquel lugar.
Es probable también que fuera imaginación mía, pero el silencio de aquel salón era diferente a cualquier otro. Creo que ni mi respiración se escuchaba.
El ataúd, hecho de pino, bien barnizado y con agarraderas y bisagras bronceadas, era impresionante. Estaba colocado sobre un soporte metálico con rueditas. Ayudando al efecto visual de solemnidad, aparecía rodeado de cuatro columnas metálicas terminadas en ampolletas de cuarenta watts, que intentaban imitar enormes velas. En la parte superior del féretro, una ventanita abierta invitaba a acercarse para ver de cerca al difunto.
-¡Yo quiero verlo! ¡Yo quiero verlo! –rompió el silencio Yoyito, a pesar de gritarlo casi en susurro.
-¡Espérate, flaco! –le contesté en el mismo tono-. Voy a verlo primero.
Me aproximé con cuidado para no tropezar con nada, y como no soy tan alto, tuve que pararme en punta de pie.
A primera vista, Cipriano parecía dormido. Sin embargo, si uno se fijaba bien, la palidez de su rostro no era normal ni mucho menos. Además, nunca he visto a nadie dormido así, tan peinado, afectado y con tanta elegancia, ya que lucía un traje y una corbata, como si fuera el padrino de una boda.
Enseguida le hice una señal a mi hermanito, y al llegar a mi lado lo cargué para que mirara. Entonces fue cuando sufrí el primer gran susto de ese domingo.
Todo sucedió porque el odioso de Yoyito se echó lo más hacia delante que pudo para observar mejor, y provocó que se me fuera de las manos, cayendo sobre el ataúd, y claro está, empujándolo hacia el otro lado. Como estaba sobre ruedas se deslizó lo suficiente para que chocara con una de las lámparas. Ésta comenzó a inclinarse hacia el suelo, por lo que corrí y me lancé como portero de fútbol para atajarla. Por supuesto, para hacer eso tuve que dejar a Yoyito encima del féretro, y se puso a gatear por él con la intención de bajarse por donde yo estaba.
-¡No te muevas, flaco! –alcancé a gritarle, al ver cómo por el peso de Yoyito, el ataúd se levantaba por la parte donde se encontraba la cabeza del muerto.
Al escucharme decir eso y ver mi cara de espanto, Yoyito se imaginó que Cipriano estaba resucitando o algo así, y saltó hacia un lado, aterrizando sobre las coronas, esparciéndolas, aplastando flores y arrugando cintas.
Entonces, al caer la cabecera del féretro, éste comenzó a moverse de arriba abajo por la amortiguación del soporte metálico. Un movimiento como el producido por unos resortes. En seguida me incorporé, dejé en su sitio la columna y me abracé al ataúd para detenerlo. Cuando lo logré, abrí la ventanilla que se había cerrado con el brusco salto de Yoyito. Para mi desgracia, se me ocurrió mirar de nuevo a Cipriano.
Es muy probable que haya sido otra mala pasada de mi imaginación, pero juro que vi dibujada en el rostro del cadáver una extraña sonrisa. Pegué un grito y brinqué hacia atrás, cayendo sentado en el suelo”.
Como se observa, se aprovechó una escena típica del género de terror, poniendo a los dos hermanitos solos frente a un ataúd, a un cadáver. En los niños esto de la muerte y el ritual del velorio, del entierro, etc., es algo que les interesa. Casi siempre los adultos les evitan lo más posible enfrentarse con esa realidad, convirtiendo el asunto en algo aún más atractivo para ellos.
¿Cómo usar entonces el humor en estos casos? Lo clásico: tratar de llevar la emoción de miedo y la tensión hasta un punto y ahí hacer el rompimiento con una “gracia”, para que el “terror” que se quiera provocar no se vuelva dañino. Pero de una forma divertida, humorística, se le está dando la información que los niños necesitan sobre ese tema absurdamente tabú.
El segundo ejemplo está sacado del libro En las garras de Los Mataperros, de la Editorial Humor Sapiens. Aquí la mezcla se produjo entre el género policíaco y el de aventura con el humor.
Raciel no entró y El Albino cerró la cortina. Era un pequeño espacio de un metro y medio por dos, lleno de santos, velas y otros objetos en el piso, adornos africanos en las paredes y una especie de hornilla de carbón, ante la cual El Albino se sentó con las piernas cruzadas. Los primos lo imitaron a ambos lados. El hombre destapó una botella de aguardiente de caña, tomó un trago, y con un largo fósforo encendió un puro ya fumado hasta la mitad, prendiendo también el carbón de la hornilla. Acto seguido colocó una pequeña olla con agua sobre el fuego y en lo que el agua hervía, comenzó a murmurar palabras en un lenguaje desconocido para los muchachos, mientras ponía los ojos en blanco, echaba hacia atrás su cabeza y soplaba chorros de humo del habano sobre la olla.
Dante y Ricky estaban impresionados y se intercambiaban miradas de asombro y miedo.
Sobre todo cuando, de repente, El Albino resopló, hizo un gesto como si sintiera un escalofrío y comenzó a echar dentro de la olla algunas ramitas secas recortadas, así como delgados huesos presumiblemente de animales. Al hervir el agua, los palitos y huesos se movían como en una danza macabra por toda la superficie y a veces hasta se montaban unos sobre otros. Eso era lo que “leía” el hombre con sus “poderes”.
-Mmmmh… Aquí sale que hace un tiempo tuviste algo que ver con un ser maligno, horrible… Mmmmh… algo así como el chupa… el chupaalgo, ¿no?
-¡Sí! ¡El chupacabras! –saltó Dante y su primo sonrió.
-¿Ves que yo puedo saberlo todo con sólo leer aquí y con la ayuda de seres que me guían y me cuidan?
-Oiga, ¿y ahí sale lo que le pasó a él en un banco con una vieja con bigote, cuando era guardia de seguridad? –intervino Ricky, señalando a su primo y con tono irónico.
-¡Ricky! –lo regañó Dante.
-Mmmmh… ¿Para qué viniste a verme? –dijo El Albino, dirigiéndose al joven, después de lanzarle una mirada de reproche al niño-. ¿Qué quieres saber?
-¡Necesitamos saber dónde está mi perro y descubrir a Los Mataperros, pues todo parece indicar que fueron los que me lo robaron!
-¡Ah, eso!... Mmmmh… ¡Aquí veo algo…!
El hombre se acercó más a la olla y estuvo observando uno segundos, mientras movía su cabeza en gesto de negación. De pronto abrió mucho sus ojos, resopló y volvió a retorcerse como si hubiera sentido un escalofrío.
-¡Mmmmh!… Esto está malo… malo, malo…
-¿Qué pasa? –se desesperó Dante.
-Creo que tu perro ya no está… Sí… ¡Mmmmh!... ¡A tu perro lo sirvieron en un plato con salsa y ensalada!
-¿Qué? –se paró el joven y Ricky tuvo que darle la vuelta a El Albino para llegar hasta él y aplacarlo-. ¡No entiendo!
-¡Que a tu perro lo mataron, lo cocinaron y se lo comieron!
-¡No es posible! ¿Quién es ese criminal, esa bestia? –seguía Dante descontrolado.
-¿Usted está seguro, señor? –preguntó Ricky-. No juegue con eso. Mi primo no está para esas bromas.
-¡Cómo se le ocurre que voy a jugar con eso! ¡Eso es una falta de respeto suya, mocoso fresco y descarado! –vociferó El Albino, se puso rojo y las venas del cuello se le marcaron.
-¡No se ponga así, señor! –trató Ricky de calmarlo-. ¡Disculpe! ¡No fue mi intención!
De repente, un sonido espeluznante, como un aullido salvaje llegado de lejos, como del fondo de la casa, los paralizó e hizo que a los muchachos se les erizaran los pelos de la nuca.
-¡Jesús, María y José! –exclamó Dante con terror-. ¡El chu…chupacabras!
-¡Qué chupacabras de qué! ¡Se parece al aullido de nuestro Shogún! –dijo Ricky.
Un segundo después del aullido se escuchó un descomunal rebuzno, a continuación un fuerte gruñido y por último, una ensordecedora mezcla de graznidos y chillidos.
El humor y literatura infantil (No. 13). El teatro
A pesar de circular buenos libros sobre teatro, ninguno lo aborda abiertamente con humor. Como es obligatorio impartirlo en los centros educacionales, a muchos niños no les agrada leerlos, sin contar con que realmente no es muy atractivo leer teatro así, a secas. Verlo sí es algo sensacional. Por lo tanto, encontrar un libro sobre el tema donde se les explique a los niños cómo es un teatro por dentro (por ejemplo, un teatro típico renacentista), es decir, qué es un telón de boca, el proscenio, las bambalinas, los palcos; así como también qué es un protagonista, un antagonista, los distintos estilos, etcétera, etcétera y todo con humor, es una apuesta para seducir a los niños a acercarlos al teatro.
Ejemplos extraídos del libro Sube el telón de Pepito, de la Colección La risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara. Existe un glosario escrito en forma humorística, como si fuera un entreacto, ubicándose en el libro entre los actos de una obra cómica, la cual es protagonizada por dos niños; uno que le gustaba leer libros policíacos y otro que no le gustaba leer nada. Las ilustraciones ayudan mucho a las explicaciones y al desarrollo de la obra.
Del glosario de los “entreactos”:
Tramoya.- Mecanismo que permite efectuar, en el teatro, cambios de decoración y efectos especiales. (Una vez me dijeron que la palabra tramoya era una carrera por tramos que realizaban los mayas hace miles de años. No me lo creí).
Camerino o camerín.- Lugar usado por los actores para maquillarse, peinarse y vestirse. (Si se maquilla un marinero se llamaría camarote. Si se viste un mozo se llamaría camarero. Y si se peina un camarón… se lo lleva la corriente).
Fragmento de la obra:
RINNNG, RINNNG:
NICO: ¿Aló?
TITA: ¡Aló!
NICO: Sí, dígame.
TITA: Disculpe, pero yo deseo hablar con el nieto del papá del padre de usted.
NICO: Lo siento, está equivocada.
TITA: No estoy equivocada, Nico.
NICO: ¡Tita! No te reconocí la voz. ¿Y por qué me dices eso del nieto del padre de no sé quién?
TITA: Je, je….
NICO: ¡Para bromas estamos! Todo este rato he estado asustado y tú te apareces haciéndote la graciosa.
TITA: Disculpa. ¿Ha pasado algo?
NICO: Sí. Ya identifiqué al tipo.
TITA: ¿Quién era?
NICO: El señor Barde.
TITA: ¿Sí? ¿Y cómo lo viste?
NICO: Normal. Viejo como siempre.
TITA: ¿Le notaste alguna expresión de júbilo?
NICO: ¿De júbilo? No.
TITA: Entonces no está jubilado… Je, je…
NICO: ¡Pero no te das cuenta que no podemos hacer chistecitos ahora!
TITA: Ya, ya. Así que era el señor Barde… Entonces no sabemos quién es el muerto.
NICO: No.
TITA: Y tú, ¿qué estás haciendo?
NICO: Sigo subido en la silla mirando por el visor de la puerta. ¿Pero qué más puedo hacer?
TITA: Nada, sigue vigilando.
NICO: ¿Y después?
TITA: Llámame.
NICO: De acuerdo. ¿Viste? Dijiste “llámame” y no te hice el chiste de decir tu nombre.
TITA: ¿Cómo es eso? Repítemelo que no entendí.
NICO: Que dijiste “llámame”…
TITA: ¡¡Nico!!
NICO: ¡¿Qué pasó?!
TITA: Que ahora fuiste tú el que dijiste “llámame” y te llamé. Je, je.
NICO: ¡A cada momento te pones más tonta!
TITA: ¡Y tú más imbécil!
NICO: ¡Y tú, cretina!
TITA: ¡Tú, idiota!
NICO: ¡Bobalicona!
TITA: ¡Eres un irrecombentino!
NICO: ¡¿Qué?!
TITA: ¡Lo que oíste!
NICO: ¿Qué significa eso, maldita gusana?
TITA: ¡Lo sabrías si leyeras mi libro de obras de teatro policíacas, enano, estúpido, engreído!
NICO: ¡Pues más irrecombentina serás tú!
TITA: Está bien. Gracias.
NICO. ¿Cómo? ¿No te molesta que te diga eso?
TITA: No, es agradable ser eso.
NICO: ¡¿Entonces, qué quiere decir esa palabra?!
TITA: Algún día te lo diré. Ciao.
NICO: ¡Pero…!
Como se ve, es una situación absurda y divertida, al estar los dos personajes siempre llamándose por teléfono y sólo a través de sus diálogos ir desarrollando una aventura “policíaca”. En esta obra se usaron variados recursos humorísticos: chistes, juegos de palabras, bromas, ironías, exageraciones, más el humor de las situaciones, los personajes, los diálogos y otros.
Ejemplos extraídos del libro El Agapito de Pepito, de la Colección La risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara.
PRIMER ACTO.
SE ABRE EL TELÓN. SE APAGA LA LUZ DE LA SALA. SE ILUMINA EL LADO IZQUIERDO DEL ESCENARIO, DONDE ESTÁ LA CASA DE PEPITO. SE VE UN SOFÁ. PEPITO ESTÁ DURMIENDO SENTADO Y FRENTE A ÉL UN COCHECITO DE BEBÉ. EL RONCA BIEN FUERTE Y ALTO Y CUANDO EXPULSA EL AIRE EL COCHECITO SE ALEJA UN POCO. CUANDO TOMA AIRE, EL COCHECITO VUELVE HACIA ÉL. (EL TRUCO CONSISTE EN DOS HILOS “INVISIBLES” AMARRADOS AL COCHE Y QUE DOS TRAMOYISTAS TIRAN DE AMBOS LADOS DEL ESCENARIO SIN QUE EL PÚBLICO SE DE CUENTA.
SUENA EL TELÉFONO, PEPITO SE ASUSTA Y SIN QUERER GOLPEA CON EL PIE SUAVEMENTE AL COCHECITO QUE (POR EL MISMO TRUCO DEL HILO) SE ALEJA A MUCHA VELOCIDAD Y DESAPARECE ENTRE LAS CORTINAS. PEPITO ATIENDE LA LLAMADA.
A LA DERECHA DEL ESCENARIO SE ILUMINA UNA SALA DE CLASE. SE VE UN PIZARRÓN ESCRITO CON OPERACIONES MATEMÁTICAS. SE VE TAMBIÉN A VENUS HABLANDO POR CELULAR. DETRÁS ESTÁN GRETEL, JUANITO Y OTROS NIÑOS ACTORES. DISCUTEN EN VOZ MUY BAJA.
VENUS: Aló, Pepito. ¿Cómo está todo?
PEPITO: Bien. Ya dormí a mi hermanita.
SE VE COMO EL COCHECITO SOLO SE ASOMA POR DETRÁS DE UNA CORTINA Y VUELVE A DESAPARECER RAPIDAMENTE.
VENUS: ¿Ya preparaste todo para la fiesta?
POR DETRÁS DE VENUS PASAN SACANDO CUENTAS CON LOS DEDOS, DE DERECHA A IZQUIERDA, GRETEL Y JUANITO. VAN DISCUTIENDO EN VOZ MUY BAJA.
PEPITO: ¿Qué fiesta, Venus? Fiesta, no. Dije que vinieran para acá y que armemos algo divertido para celebrar el computador que me regalaron… Hacemos una piñata chica, hacemos juegos, hacemos un pequeño cóctel…
VENUS: Bueno, agapito entonces.
PEPITO: No, no creo que haya tiempo para que yo haga pitos, ni…
VENUS: Dije agapito, Pepito, no que hagas pito.
PEPITO: ¿Y quién es Agapito? ¿Por qué lo invitaste? Yo había dicho que nos reuniéramos sólo nosotros cuatro, porque…
VENUS: ¡No es una persona! ¡Un ágape, un agapito es un convite, con una comelata y eso…!
PEPITO: ¿Come lata? ¿Qué latas se comen?
VENUS: ¡Qué lata! Decía que es como una celebración donde se come. POR DETRÁS DE VENUS PASAN JUANITO Y VENUS, DE IZQUIERDA A DERECHA, MOSTRÁNDOSE PAPELES ESCRITOS CON OPERACIONES MATEMÁTICAS. CON SUS LÁPICES HACEN ANOTACIONES. VAN DISCUTIENDO EN VOZ MUY BAJA.
PEPITO: ¡Ah! ¡Pero explícate bien, Venus! ¡Haremos entonces un agapito en mi casa!
VENUS: Bueno, salimos del gimnasio y arrancamos para allá.
PEPITO: No, no arranquen nada.
VENUS: Partimos para allá…
PEPITO: No, no partan nada.
VENUS: ¡Nos dirigimos a tu casa!
PEPITO: ¡No, no dirijan nada!.. Simplemente vengan para acá.
VENUS: ¡De acuerdo! ¡Uf!...
POR DETRÁS DE VENUS PASAN GRETEL Y JUANITO LUCHANDO POR SACAR CUENTAS EN UNA DESCOMUNAL CALCULADORA, DE IZQUIERDA A DERECHA, AMBOS ACTORES VAN DISCUTIENDO EN VOZ MUY BAJA.
El humor y literatura infantil (No. 12). Los argumentos para los mayorcitos
Existe una diferencia entre los temas a tratar en lo infantil y los creados para adolescentes y jóvenes. Por supuesto, con el humor sucede lo mismo. Los mecanismos y recursos son casi iguales en ambas modalidades, pero lo que varía son los contenidos y sus intenciones. Por su importancia, está presente en esta apreciación del humor en los libros de ficción para niños y adolescentes y jóvenes que utilizo para motivar a leer.
Sabemos que a los mayorcitos les interesan los temas de adultos, para ir comparando conocimientos y experiencias de otros y así enfrentarse mejor a la vida. Si eso se les da en clave de humor, es más atractivo, obviamente. Además, ellos aún no han abandonado del todo lo infantil y el juego. Por lo tanto, la adrenalina y demás fuentes de placer de la anterior etapa, también les atrae. Así, si les ofrecemos contenidos que les interese: humor, formas lúdicas, etcétera, podemos tener muchas esperanzas de que se acerquen a la lectura, aunque es más difícil conquistarlos si en sus infancias no leyeron nada.
A continuación, un ejemplo de un texto de humor para adolescentes y jóvenes. Se trata de fragmentos del libro Ortega & Gasset, de Liberalia Ediciones y Humor Sapiens. Está escrito a “cuatro manos” con el amigo Rudy (Marcelo Rudaef), reconocido escritor de humor y comediante argentino. El título es engañador, porque en una primera mirada, mucha gente se pregunta si es un libro sobre el pensador español, sin fijarse que el uso de “&” en el título lo convierte en un libro humorístico. Por ello, lo más recomendable es leerlo y sólo así valorar si es apto o no para los jóvenes que se desea motivar. Sólo usted sabe si a sus adolescentes y jóvenes en específico les interesan o no los temas que se tocan en el libro, o si tienen la mente preparada o no para entender ese tipo de humor.
Quizás alguien pueda pensar que no es aconsejable o políticamente correcto que el libro aborde temas como el sexo, la religión, la política, el amor y otras aristas de la realidad que rodean a los muchachos. Sin embargo, varios colegios, tanto laicos como religiosos, lo han incorporado a sus planes lectores en los últimos cursos de la enseñanza media, porque los contenidos están tratados con altura de miras y el mayor tacto posible, sin discriminar, y sin faltas de respeto. Veamos los ejemplos:
“-Gasset, lo dejo. Ya quité la suciedad y ahora me tengo que ir a planchar.
-¿A planchar?
-Sí, mis camisas.
-¿Y su mujer, Ortega?
-No, a mi mujer no la voy a planchar, por más arrugas que tenga, es ilegal.
-Digo, ¿por qué su mujer no plancha sus camisas?
-Sí, ella plancha sus camisas, pero las mías las plancho yo mismo.
-¿Cada uno planchas sus camisas?
-No, ella plancha las suyas.
-Si cada uno plancha las suyas, quiero decir.
-Y si quiere decirlo, dígalo Gasset, dese el gusto; pero mientras tanto, yo me voy a planchar las camisas.”
“-¿Se ha preguntado alguna vez si estos diálogos nuestros sirven para algo, Ortega?
-¿Cómo el anterior del planchado de mis camisas?
-Como ese y como todos desde que estamos dialogando.
-No, Gasset, no me lo he preguntado, pero ahora que lo dice, me lo preguntaré… Ortega, ¿para qué sirven estos diálogos?... Mi respuesta es: No, no creo que sirvan. Pero, ¿se ha preguntado usted, Gasset, si no tener estos diálogos sirven de algo?
-¿Y qué se ha respondido?
-Que tampoco sirve no tenerlos.
-Vamos a seguir, porque no todo en la vida se hace para que sirva, ¿no es cierto?
-Claro, como votar en algunas elecciones, ver la televisión, preguntarse por qué sirven las cosas, dialogar, etc.
-No, etc. no tanto.”
“-¡Gasset! ¡No encuentro mi risa! ¡Creo que me la robaron!
-No se ponga nervioso. Pensemos. ¿Cuándo se dio cuenta, Ortega?
-Ahora, cuando me iba a reír de un diálogo cómico de este libro.
-¿Entonces no la tenía puesta?
-No.
-¿Y dónde la guardó la última vez que la usó?
-No recuerdo bien.
-¿Pero usted no sabe que esas cosas hay que tenerlas siempre a mano?
-Lo sé, pero…
-Bueno, tome ahora la mía hasta que aparezca la suya, pero no me cuente el diálogo cómico, por favor.
-Gracias, Gasset.”
“-¿Sabe algo, Ortega? No recuerdo nada de mi vida, fuera de estos diálogos con usted.
-A mí me pasa lo mismo, Gasset. Es como si no existiera fuera de estos cortos momentos.
-Tengo la sensación de ser un personaje creado solo para satisfacer un objetivo desconocido.
-Es cierto. Y no creo que podamos hacer algo al respecto.
-No. Como dice el clisé: nuestro destino está escrito, Ortega.
-Sí, y ojalá que lo publiquen, Gasset.”
La priemra satisfacción que nos dio el libro, fue el prólogo del amigo y colega Daniel Rabinovich, uno de los fundadores y miembro activo del prestigioso grupo argentino Les Luthiers. Una de sus frases dice: “Sin dudas, un libro divertido, sorprendente y novedoso”. Un motivo de orgullo, al venir el halago de uno de los grandes maestros del humor hispanoamericano de todos los tiempos.
El humor y literatura infantil (No. 10). El libro-álbum
A los niños menores de seis años, es bueno estimularlos a conocer su entorno, de lo lejano, lo imaginario, a través de cuentos ilustrados, historietas fantásticas, leídas en voz alta.
Consumir los libros con historias muy breves, de poco texto -o ninguno a veces- y abundantes ilustraciones siempre, es fundamental para que los niños vayan decodificando la vida.
Dentro de ese tipo de libros está la historia ilustrada, donde el dibujante recrea lo descrito por el autor. Pero hay otro donde el autor relata la historia y el ilustrador cuenta paralelamente la misma historia a través de imágenes, y ambas narraciones se complementan. Por ello y por otras razones más, a esta variante se le llama libro-álbum. Este joven género hace un buen aporte a la motivación lectora, pero sólo si después se va guiando al lector hacia los libros de literatura infantil, porque el álbum ilustrado no es literatura.
Como tampoco lo es la historieta. Ambos son libros para niños. Sin embargo, todas esas manifestaciones artísticas son buenos apoyos para después conseguir el hábito lector. Y en nuestro caso a través del humor, por supuesto.
Tanto en el libro ilustrado y en el libro-álbum para esas edades me gusta incursionar. Mi hijo Alex es un talentoso dibujante (suena medio pedante que lo diga yo, pero es la pura verdad) que ilustra todos mis libros. Pero al tener similar sentido del humor y parecido gusto estético, decidimos hacer un dúo que firmamos como Pelayos, para crear sólo libro-álbum y obras de humorgráfico. Siempre funcionamos así: uno llega con una idea y ambos “la cocinamos” bien, acto seguido desarrollamos la historia, y durante la realización él “se mete” en mi campo y yo en el de él. Nuestro primer libro fue El cuento de la Ñ, publicado por la Editorial Sudamericana Argentina. Después, la Editorial Alfaguara Chile nos ha publicado Ni un pelo de tonto, Trinos de colores, Lucía Moñitos y Sipo y Nopo, un cuento de luna.
A partir de nuestra experiencia, debo decir que el humor en este género lo encontrará, fundamentalmente, en lo simpático de la historia; en lo chistosode los textos y en la gracia de las ilustraciones (diseño de personajes y lugares, situaciones, expresiones, etcétera).
A continuación, un ejemplo extraído del libro Ni un pelo de tonto, de la Editorial Alfaguara.
a) De la historia: Un Rey vanidoso, se esconde en su pieza durante meses y cuando sale todos ven la razón; se había dejado crecer el pelo hasta la rodilla. Le gustó tanto aquello que continúo y el pelo llegó a medirle casi una cuadra de largo. Era muy complicado lavarlo y peinarlo. De repente dos piojos llegaron al Reino y se reprodujeron en esa enorme cabellera. Y nacieron tantos que todo el pueblo, los soldados y la Corte se llenaron de piojos. Entonces presionaron al Rey para que tomara una decisión ante tal desastre y éste, al fin, se dejó cortar el pelo. Ahí se descubrió que era pelado, con solo unos pocos pelos que le salían de encima de la oreja, los cuales se dejó crecer para taparse la calva.
b) De los textos: En el libro usamos todas las frases, refranes, etcétera, donde apareciera la palabra “pelo” o un sinónimo. Ejemplos: “ni un pelo de tonto”, “no tengo pelos en la lengua”, “soy un hombre de pelo en pecho”, “estoy hasta el último pelo”, etcétera.
c) De las situaciones: “Para peinar la melena de tantos metros de largo, se usaban arados con bueyes y grandes peinetas tiradas por caballos”.
d) De las ilustraciones: Está el ejemplo del dibujo donde aparecen varias mujeres y hombres de la Corte (una de ellas con su perrito poddle en sus brazos), mirando “a cámara”, en el momento en que el Rey lloraba de vergüenza al quedar en descubierto, y en la otra ilustración aparecen los mismos personajes, en igual posición, pero ahora todos -mujeres, hombres y hasta el perrito poddle-, están con las cabezas afeitadas por solidaridad, demostrándole al Rey que tener o no pelos no es importante en la vida. Las expresiones de los personajes en “el antes y el después” son muy cómicas.
Finalmente, sólo queda señalar que para los niños que no saben leer es muy importante el cómo se lee en voz alta estas historias, sobre todo por el humorque se necesita en la entonación, expresiones, movimientos y gestos apoyando la lectura.
El humor y literatura infantil (No. 11). El humor negro
“Si existe un humor blanco, debe existir —por afán de polaridad— un humornegro. Pero este concepto es más preciso. La negrura aquí, se supone, es de conciencia, ya que se juega con una aparente insensibilidad del humor y del humorista, pues se trata de reírse de lo que normalmente causaría lástima, ternura o compasión. Implica por tanto una crueldad que, aplicada a ciertos casos reales, puede desembocar en el escarnio y el sarcasmo. Pero no hay que confundir humor negro con humor dañino. El humor negro es del todo válido para aprender a reír de cualquier cosa, para desdramatizar la vida, e incluso —si se emplea en un marco de relaciones positivas— puede ser sanador”. (Bienaventurado los que ríen. Pág. 155, autores Aramís Quintero y Pepe Pelayo, Editorial Humor Sapiens).
A los niños les encanta el humor negro. Pero ojo, no confundir con lo cruel, lo dañino. En el humor, es muy importante la intención del que lo haga. No es lo mismo un humorista infantil con fama de querer mucho a los niños, contando un chiste de humor negro; que otra persona, algo amargada y oscura cualquiera, que cuente ese mismo chiste. Las risas que provocan no son iguales. Quizás hasta el segundo no logre sacarle una risa a nadie.
Después de convencerse de que el humor negro es positivo, beneficioso, entonces es importante hacer uso de él para motivar a leer.
Algo especial: la persona que presentó el libro Lucía Moñitos, corazón de melón, de humor infantil sobre la donación de órganos, en su lanzamiento durante una de las Ferias Internacionales del Libro de Santiago, fue el señor Cruzat, un hombre que recién había perdido a su hijo, a causa de no recibir un corazón a tiempo para trasplantárselo al niño. Con gran entereza, ese señor ha organizado una campaña para lograr que a otros niños no les suceda lo mismo. Pues cuando él iba a hablar ese día, sentimos temor. No sabíamos cómo podía asimilar que se hiciera humor con algo tan trágico como eso. Y la sorpresa que nos llevamos fue mucha. Inteligentemente, él le dio primero a leer el libro a su otro hijo para saber su opinión. Contó entonces que cuando lo escuchó reír mientras leía, quedó tranquilo y aceptó presentar el libro. Respiramos aliviados y satisfechos cuando lo oímos hablar.
Ejemplo extraído del libro Lucía Moñitos, corazón de melón, de la Editorial Alfaguara.
“-Hola, Ricitos de Chocolate, ¿por qué tan apurada?
-No sé, Lucía, no me había dado cuenta. No tengo nada qué hacer, quizás por eso ando con rapidez.
-¿Por qué?
-No sé, debe ser para aprovechar más el tiempo sin hacer nada.
-No entiendo mucho, Ricitos, pero tú sabrás.
-Bueno, ¿y tú? ¿Qué haces?
-Mi tarea: un cuerpo humano con pegatinas. Pero estoy muy preocupada, porque Gordon dijo que iba a traerme una oreja y no ha regresado. Quizás la madre no aceptó que él me donara ese órgano…
-¿Donar?
-Sí, Gordon me explicó que si a alguien se le enferma grave un órgano, podrían ponerle el de un recién muerto.
-¿Ponerle?
-Ya averigüé y eso se llama transplante y lo hacen los médicos y así se salvan vidas.
-¿Y por qué la madre de Gordon no va a querer, Lucía?
-¡Qué sé yo! Dicen que a veces la familia del muerto no quiere donar. ¿Sabes por qué pasa eso, Ricitos de Chocolate?
-No. Dime, tú.
-¡Qué sé yo! Por eso te pregunto.
-¿A mí? ¡Si yo tampoco sé, Lucía…! Pero ahora yo me pregunto: ¿no será un problema religioso?... ¿Eh?... Contéstame, ¿no?
-¿Qué cosa?
-Te decía que ahora yo me pregunto…
-¡Ah, entonces contéstate tú! ¡O si no pregúntame a mí!
-Está bien. Ahora yo te pregunto: ¿será un problema religioso?
-No sé, Ricitos de Chocolate. Ya te dije que no sé.
-Te lo pregunto, porque quizás piensen que su difunto va al cielo y el órgano que dona el otro muerto puede venir con algún pecado incorporado.
-¡Qué moña! Eso que dices está muy raro… Voy a pensar en eso. Chao, amiga… (Es como si la oreja que trae Gordon para mi tarea viniera con vanidad o con cerumen).”
El humor y literatura infantil (No. 8). ¿El humor didáctico?
Cualquiera se puede asustar con ese título. Es que el humor didáctico casi siempre es horroroso y poco elaborado dentro de la literatura y los libros para niños en general. Nos referimos a las aborrecidas “moralejas”, “los mensajes”, “los valores”, “las enseñanzas”, que lamentablemente muchos adultos quieren que aparezcan explícitos en los libros infantiles.
Pero quisimos dejar así este subtítulo, sólo para destacar la intención velada que tienen detrás ciertos libros, hechos para utilizar el humor como gancho introductorio de “un didactismo”. En el punto “Teatro”, en estas apreciaciones del humor, ya se vio en el libro Sube el telón de Pepito cómo se aborda este “didactismo”. En otras palabras el objetivo es, además de entretener con humor, que en ese caso los niños conocieran el teatro y se acercaran a él. Esa es la idea de “humor didáctico” del título, para que todos respiremos hondo.
Otros ejemplos de lo mismo están en Lo inaudito de Pepito, El mosquito Pepito, El numerito de Pepito y El Agapito de Pepito. ¿A qué contenido se desea acercar a los niños a través de la literatura y el humor con estos cuatro libros? Pues nada más y nada menos que a las tristemente célebres y famosas… ¡matemáticas!
No es un secreto que la mayoría de los niños rechazan las matemáticas. Una hipótesis plantea que mucha de esa animadversión es fruto de cómo se enseña esa materia. Y duele. A los que disfrutamos las matemáticas nos duele. Y se sabe que estudiarlas es fundamental para el desarrollo mental del niño. Así que, por lo anterior, se quiso materializar este proyecto de crear una serie de cuatro libros dirigidos a la enseñanza básica, donde se une, en una linda cita, a la literatura con las matemáticas y el humor. Pero desde una óptica eficaz para enseñar las matemáticas y que tiene el plus de servirle a los niños, cuando la desarrollen para la vida en general: la lógica.
El objetivo de uno de los libros son los números y las operaciones básicas de suma y resta, siendo su forma la historieta. En otro, el objetivo son las operaciones más complejas de sumas y restas con variables y la forma escogida fue el teatro. En un tercero, el objetivo fueron las figuras geométricas y la forma fue el pictograma. Por último, se creó un libro sobre problemas de lógica, típicos de pruebas y exámenes, y se hizo bajo la forma de relatos.
Ejemplo extraído del libro El numerito de Pepito de la serie Pepito matemático, de la Colección La risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara.
“… Y así comenzamos a aplicarle nuestro estudio intensivo-divertido de matemáticas:
Dime, ¿cuál es la mitad de uno? –le preguntó primero yo.
-No sé –dijo Rubén.
-El ombligo, amigo mío –reí al responder.
-Ah, como dijiste 1 –dijo sin entender.
-Claro, 1 –continuó Venus-. 1 es 1, pero también la palabra “uno” se refiere a uno como persona y la mitad de una persona queda más o menos por el ombligo.
-Si tú divides en dos partes iguales un brazo, cada parte es la mitad y como son iguales se supone, entonces la mitad queda por el codo, ¿entiendes? –dijo Gretel.
-Por ejemplo, un par de seres humanos está compuesto por dos personas –insistió en explicar Venus-. Cada persona es la mitad de la pareja. Como mis padres… y hablando de ellos, mira, mis padres son esos que están allí, ¿los ves? ¡Qué buenos son! ¡Mis padres son un 7!
-Sí, y mis padres, esos que están allá, ¿los ves? –añadió Juanito-. ¡Mis padres son un 10! (El delgado y ella gorda redondeta)
-Seguimos. Dime: ¿cuál es la mitad de 8? –le preguntó Gretel muy seria.
-No sé –contestó Rubén.
-Bueno, ya te explicamos lo que era la mitad. Entonces, si la mitad de 8 es horizontal, es un o –le explicó la niña-. Porque al dibujar el número se ve que parece que está hecho de dos ceros uno encima del otro.
-Pero si es la mitad vertical –dije yo-, entonces es un 3. Porque si divides en dos partes iguales al 8 de arriba abajo, quedan dos mitades idénticas a un 3. Una mitad mirando a la izquierda y la otra mitad mirando a la derecha.
-Aaah –sólo emitió Rubén tratando de entender.
-Pero en realidad, ¿qué es un 8? –continuó Gretel.
-Un número que va después del 7, ¿no? –contestó Rubén.
-¡Claro, Rubén, el 8 va después del 7! ¡Pero también el número 8 es un 0 con cinturón bien apretado! –dijo la niña sin poder aguantar la risa-. ¿No te das cuenta? Imagínate al 0 apretado por un cinturón por la misma mitad. Como el ombligo de “uno”, ¿recuerdas? Verás entonces que así se parece al número 8, ¿no?
-¿Qué le dijo el 2 al 3? –le pregunté entonces yo, sin darle tregua.
-No sé –respondió Rubén algo aturdido.
-“No te juntes con el 1, porque siempre quiere ser el primero en todo” –solté yo, para luego añadir-: ¿Y qué le dijo el 2 al 1 y al 3?
-No sé –decía él otra vez.
-“Mi mamá me dijo que no jugara con ustedes, porque ustedes cuando se juntan, traen mala suerte” –respondí, poniendo la voz muy aguda, como de un niñito de dos años…”
El segundo ejemplo es sacado del libro El mosquito Pepito, también de la serie Pepito matemático y de la Colección la Risa de Pepito, de la Editorial Alfaguara Infantil.
“-Es cierto lo que dice el niño –dijo Ojotuerto-. Calmémonos… Miren, les voy a explicar… si pagamos 30 monedas y nos devuelven una moneda a cada uno, eso quiere decir que dimos 9. Y 9 x 3 da 27 monedas, ¿no es cierto?
-Así es –afirmaron sus dos compañeros ya calmados.
-Entonces –continuó Ojotuerto-, 27 más las 2 monedas de la propina de Pepito, son 29. ¿Dónde está la otra moneda? ¿Eh?... Por tanto, ¡alguien nos quiere robar una moneda!
-¡Tienes razón! ¡Por dil medonios…! Este… ¡Por mil demonios! –saltó Manoegarfio, sacando una daga de su cinturón.
-¡Recórcholis! ¡Que nadie salga de aquí hasta que no aparezca la moneda! –vociferó Pataepalo, poniendo su enorme pistolón sobre la mesa.
Por supuesto, mi tío, los otros mozos, el cocinero y todos los que trabajamos en El Loro tartamudo, incluyendo los comensales, los borrachos y los jugadores que aún permanecían allí –todos piratas de pura cepa por lo demás-, nos quedamos de una pieza.
-¡Por Belcebú y su champú! ¡O alguien tiene una respuesta lógica! –insistió Ojotuerto-. ¡O alguien va a confesar muy pronto!
-¡Terrecanes y huramotos…! Este… ¡Huracanes y terremotos! ¡Hablen o los estrangulo con mis propios garfios! –lo siguió Manoegarfio.