Contando mis andazas
Ayer pasamos por el puente que une Singapur con Malasia, seguimos dos horas y algo por carretera hasta llegar aun pueblo malayo llamado Mersing. Ahí almorzamos, me compré un sombrerito ridículo y tomamos un ferry por una hora y media hasta un isla llamada Tioman. Después, tomamos una lancha que nos trasladó -durante 20 minutos- hasta Minang Cove Resort. Casi no hay wi fi, pero vale la pena este paraíso malayo. Lo primero que nos dijeron fue que no se puede dejar abierta la puerta de la cabaña, porque entran los monos sin pedir permiso...Debo detenerme un momento. Cuando navegaba por esos mares de Malasia, enseguida me vino a la mente los libros de Emilio Salgari de mi inocente adolescencia. Me refiero a Sandokán y sus amigos Yáñez de Gomara, Tremal-Naik y Kammammuri, en su velero Mariana, nombre también de su amada. ¡Cuántas veces me imaginé ser yo Sandokán protagonizando esas batallas! Por eso fue importante esa emoción que sentí cruzando los mismos mares del Tigre de la Malasia. Una emoción similar que sentí al visitar la Australia de “La Isla del Tesoro”, o la casa de Sherlock Holmes en Londres, el Palacio de Versalles, la calle Caminito en Buenos Aires, cabalgando un camello en el Sahara, etc. Resumen, recordar los lugares de la historia de un libro, una canción, una película y hacer conciencia que uno está ahí mismo, sean reales o no los protagonistas de esas historia, para mí tiene un enorme valor emocional. Disculpen la reflexión.
Bueno, finalmente ya estamos instalados en esta poca explotada isla.
A tratar de desconectar entonces del mundo... (lo dudo, traje mi laptop porque no puedo dejar de trabajar).








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