Cuentos serios de bufones #7

bufo_0.jpg“Érase una vez, hace poquísimo tiempo y en un lugar muy cercano, un buen bufón que hacía divertir siempre a aquella Villa. Salía de su labor ordinaria en Palacio y se subía en el anfiteatro a un costado de la plaza principal y compartía con todos los villanos su repertorio. Eso al Soberano no le agradaba. Quería el bufón sólo para él. Además, decía que se le pegaban ciertos chistes anti monárquicos bastante peligrosos para él y su Corte. Quizás por eso, un día los guardias de palacio llevaron de madrugada y en silencio al bufón hasta el anfiteatro. Tuvieron que amenazarlo mucho, porque no paraba de reír y tenían orden de no despertar a nadie en la Villa.

Después, llamaron a un Mago. Pero no a uno cualquiera. Se consiguieron al más poderoso por su manejo y dominio de la Magia Negra. Obligaron al bufón a entrar a una caja, de esas que se usan en los espectáculos de magia y entonces el Mago, dando varios pases, hizo desaparecer la caja con el bufón adentro.
Cuando los habitantes de aquella Villa se enteraron de lo sucedido (todo en este mundo se sabe siempre), fueron hasta el anfiteatro y al escuchar las risas del bufón, sin saber de dónde provenían, desarmaron el escenario y destruyeron a continuación todo el anfiteatro. Jamás apareció el bufón, aunque siguieron oyéndose sus risas. Cavaron profundamente en el sitio, revisaron cada centímetro de tierra a un kilómetro a la redonda, pero tuvieron que rendirse ante lo imposible de la búsqueda.
Desde esos días, nunca nadie ha vuelto a saber del bufón. Incluso las autoridades prohibieron el paso por ese sector, para que no se escuchara la risa del pobre hombre. Por último, el Soberano mandó a sembrar pinos y abedules en el lugar.
Ha pasado mucho tiempo de aquello. Aquel bosque se taló entero. Después construyeron ahí mismo una iglesia, pero en pocos años un terremoto la destruyó totalmente. Después erigieron en ese mismo sitio un Museo del Ejército Real; sin embargo, duró poco por traslado a la Capital.
Actualmente es un bonito parque.
Lo más extraño de esta historia son los comentarios de muchas personas que pasan por ese parque, donde afirman que escuchan, exactamente en el centro del parque, unas risas bien claritas y contagiosas (sobre todo de madrugada), pero nadie puede asegurar de dónde vienen.
Si usted pasa por ahí algún día, estoy seguro de que escuchará también la risa. Y ahí se acordará de este cuento serio de bufones.

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