Cuentos serios de bufones #9

descarga_33.jpegÉrase una vez, hace poquísimos años y en un lugar muy cercano, un respetable Barón de la Corte de Palacio se dirigía hacia el aposento del bufón, donde descansaba éste.
Es que esa misma noche el cortesano debía asistir a un banquete importante, donde pensaba pedirle apoyo y consejo a sus pares, en su plan de solicitarle más tierras al Rey.
“Necesito que me des un buen chiste sobre su Majestad”, casi le exigió al bufón.

“Lo siento, pero no regalo ni presto chistes”, le respondió el hombrecito de sombrero de cascabeles, “sólo los vendo, para que las personas como usted valoren más la creación chistosa. Es mi experiencia”.
“Pues te lo compro”, así de necesitado y apurado estaba el Barón. “Muy bien”, dijo el bufón y agregó: “ahora dígame las características del público que le escuchará su chiste, en cuál momento del banquete los contará, si desea provocar carcajadas o sólo sonrisas, y si quiere que sólo se rían con el chiste, o que rían y además los haga pensar, también si es un chiste que se burla del Rey o solo lo menciona, y si…”

“¡Tanto lío para un simple chistecito!”, interrumpió el Barón. “Y más…”, contestó el bufón alejándose.
Al cabo de unos minutos ya el distinguido Caballero tenía en su poder varios chistes. Los leyó y rió mucho por lo ingeniosos que estaban. Escogió uno pensando que le podría servir para mejorar su imagen de persona simpática y que a la vez le abonaría el terreno para cuando les pidiera el favor a sus pares.
El bufón quiso darles varios consejos de cómo contarlo, qué hacer ante imprevistos, etc., pero el acelerado Barón no tenía tiempo para eso y le ordenó al bufón que se lo escribiera todo en un papelito, mientras él buscaba las monedas para pagarle.
Esa noche el Noble esperó la oportunidad para contar su enjundioso chiste que ya tenía aprendido de memoria, y llegado el momento, lo contó ante la atención de todos los presentes.
Sin embargo, al finalizar de contarlo, y en contra de sus expectativas, sólo provocó algunas sonrisas de cortesía entre los demás Caballeros.
Al verlo tan desolado, uno de sus pares le pidió que explicara el chiste, por qué no lo había entendido bien.
El distinguido Barón deseó que se abriera la tierra y se lo tragara en ese instante. ¡Ni siquiera guardó el prospecto que le había dado el bufón!

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