El humor, la risa y el budismo

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Acaba de salir en la publicación española Mundiario, mi nuevo artículo "En rigor humortis". En esta ocasión sobre el humor y la risa en la religión budista...

No sigo ningún tipo de orden al analizar el humor y la risa en las distintas religiones. Quizás las tres primeras fueron el cristianismo, el judaísmo y el islamismo por su carácter monoteísta y por ser muy conocidas a lo largo y ancho del planeta. Pero que después hayamos reflexionado sobre el hinduismo y ahora sobre el budismo, ha sido al azar.

Comencemos entonces con los seguidores de Buda.

Casi todos nos hemos sonreído, aunque sea interiormente, al ver a ese simpático y bonachón gordito, sentado y con la gran panza afuera. Esa imagen emite una sensación de ternura, confianza y bienestar, ¿no es cierto? Es la figura de Buda, el de la sonrisa eterna… ¿Buda?

Esa imagen pertenece a Hotei. Hotei es conocido en el mundo de habla hispana como el "Buda sonriente" o el "Buda gordo" o, simplemente, como "un buda" y, muy posiblemente, la homofonía entre Buda y Bu Dai, como se le conoce en China, es la responsable de la confusión.

Las imágenes de “Buda” representan un símbolo de prosperidad o riqueza, alegría, paz, sabiduría, etcétera, que proviene de la cultura oriental, donde este sabio fundó una corriente de pensamiento, más que una religión, y hoy es una de las tres más importantes de oriente.

Hotei ha sido incorporado a las religiones budista y sintoísta. Está basado en un excéntrico monje ch´an (zen). Se ha convertido en una deidad que propicia la felicidad y la abundancia y, en Japón, forma parte de los siete dioses felices, oshichi fukujin.

Derivada del brahmanismo (religión politeísta), el budismo fue fundado en la India en el siglo VI a. C. por Buda Gautama y ha ido evolucionando hasta adquirir la gran diversidad actual de escuelas y prácticas. Sin dudas, hemos tenido ciertas dificultades para definir el budismo en Occidente.

Por ejemplo, esa sonrisa de Buda (Hotei), no tiene relación con el humor como lo entendemos aquí. Está más cerca del humor como estado de ánimo y con esa alegría “espiritual” que hemos acotado ya en las otras religiones.

Contrariamente a lo que ya vimos en Occidente, en el Oriente, la risa es muy apreciada. Los budistas Zen buscan la iluminación a través de una gran carcajada.

Pero no todo es feliz para la risa en el Oriente. Por ejemplo, los escolásticos budistas, opuestos al humor, llegaron a clasificar la risa en seis sutiles gradaciones, desde la tenue y casi imperceptible sonrisa del Buda, hasta la risotada sonora. La escala de la sonrisa es directamente proporcional a la distancia de la que el devoto está de la iluminación.

También el budismo, tras su paso por China e influenciado por el contacto con la tradición esotérica del taoísmo (ver en próximos artículos), dio como resultado la escuela Chan. En dicha escuela, que postula la posibilidad de acceder a la iluminación de manera inmediata, el humor tiene un lugar esencial.

Ojo: cierta escuela budista enseña técnicas para caminar sonriendo y dice que se trata de algo tanto o más beneficioso que la meditación.

En China, en 1924, el intelectual Lin Yutang (1895—1976) acuñó el neologismo “youmo” como transcripción fonética del inglés “humor”. Hasta ese momento, el término “huaji” servía para referirse a lo cómico.

¿Por qué Lin hizo eso? Para él y sus seguidores, el nuevo término “youmo” era un símbolo de progreso y modernidad. Mientras “huaji” significaba, a su parecer, intentar aparecer gracioso, “youmo” era un humor inteligente, sin censura. En la historia del humor chino, “huaji” se asoció con la tradición, con la ortodoxia confuciana, de un humor insignificante, de connotaciones populares, espontáneo y crudo, sin calidad estética, así como fuertemente circunscrito según su valor moral o pedagógico.

El nuevo “humor”, moderno y cosmopolita, era más elusivo, sutil y misterioso. Para Lin Yutang, el humor abre el camino al futuro de la humanidad.

Sin embargo, “el gran heraldo de la modernización” el escritor chino Lu Xun (1881—1936), canonizado por el maoísmo, criticó severamente el humor y a sus proponentes, calificándolos de hedonistas escapistas. Para él, el humor era un lujo de los imperialistas, un divertimento que sólo seres como los británicos podían inventar. A nuestro Buda se le fue desdibujando su sonrisa en esas tierras.

Ahora, más o menos, comienza de nuevo a florecer en su rostro.

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