Máximo puntaje. Reseña
Reseña del libro “Verdades y mentiras sobre mi vida y mi muerte” de Enrique Gallud Jardiel. 155 páginas. Ápeiron Ediciones. España.
Por el título, deduje que este es un libro autobiográfico y acerté, pero solo en una buena parte.
Al tenerlo ante mis ojos, enseguida me vino a la mente las decenas de libros del género “biografía” que he leído de escritores, pintores, actores, músicos, cineastas, dramaturgos, bailarines, escultores, etc.
Por lo tanto, antes de enterarme de la vida y obra de Enrique Gallud Jardiel, especulé sobre cómo lo clasificaría. Porque las biografías de los grandes artistas -generalmente-, son muy fáciles de encasillar:
1-Un ser desorganizado, bohemio, libertino, irresponsable, hedonista, presumido, pedante, arrogante, y que termina en la miseria, en el sufrimiento, desahuciado, solo y en muerte temprana (alcohólico, drogadicto, agarrando una terrible enfermedad o suicidado).
2-Un ser huraño, misántropo, hermitaño, antisocial, que en el fondo es falta de cariño, de amor.
Ya sé que son dos clisé, pero así nos las pintan en las biografías.
Si me permiten, deseo reflexionar brevemente sobre este asunto de la vida de los artistas.
Existe la creencia popular (alimentada por las artes comerciales), que los artistas son seres excepcionales, y que además de sus habilidades, sus talentos, son personas geniales de extrema sensibilidad, inteligencia y profundidad de pensamiento.
Pero lamentablemente, en la mayoría de los casos no es así. Son pocos los “geniales”, son escasos los artistas cultos, sabios. Una gran parte del público cae en el error de considerarlos “intelectuales”, solo porque no laboran en “algo físico”; es decir, lo hacen con la mente. Y me duele desilusionarlos.
La mayoría de los actores, músicos, pintores, etc., pueden tener tener una increíble creatividad, imaginación, etc., pero pueden ser pésimos con la inteligencia emocional o la espiritual, pueden ser torpes para tomar buenas decisiones en la vida y pueden ser incultos, lejos de ser “intelectuales”. Incluso pueden ser ignorantes.
Por tal razón es tan patético ver y escuchar a esos artistas hablando de “verdadera cultura”, o de política, de ideologías, de religión, de filosofía, etc., sobre todo con esas poses de “pensadores profundos”.
Queridos lectores, que alguien sea un buen artista, incluso un gran artista, que tenga un tremendo talento para la creación artística, no le hace ser una persona culta, un real intelectual. Para serlo se necesita mucho más que una habilidad “X”.
Y aquí vienen otros puntos para Enrique: él es una persona culta, él sí es un intelectual.
Entonces me leí el libro.
¡Ninguna de las dos clasificaciones anteriores! Puntos a favor de Enrique.
¡No da información de su vida personal! Puntos a favor de Enrique.
¡Nunca cae en la presunción, en el engreimiento, ni en la supermodestia ni en la ultrahumildad! Unos cuantos puntos a favor de Enrique.
¡Salió de la rutina típica de las autobiografías! ¡Escribió su vida profesional en verso! Varios puntos más para Enrique.
Cuando ustedes lean el extenso camino de estudios, creaciones y excelencia de Enrique, desde que comenzó hasta ahora, convertido ya en una referencia en el mundo de la literatura humorística (sin contar los mundos del teatro, la academia, su expertiz en la cultura india, sus estudios de la teoría del humor, etc.), cuando lean todo eso, decía, se quedarán boquiabiertos. Y se preguntarán cómo es posible que a su edad le haya alcanzado el tiempo para hacer todo lo que ha realizado.
Él explica muy bien cómo lo ha hecho y cómo lo hace (porque sigue creando sin parar y seguirá haciéndolo), pero yo aún continúo sin poder cerrar la boca y sin entenderlo, porque es algo sobrehumano, diría yo, exagerando un poco porque me gusta dramatizar.
Disculpen, pero para demostrar lo que aseguro no quiero spoilear (me cae mal ese anglicismo, pero puede más en mí caerle bien a los jóvenes para que lean el libro), aunque sí afirmo y reafirmo que con este libro jamás se aburrirán.
La segunda parte está compuesta por anécdotas de su vida en el teatro, desde que era niño hasta la actualidad. Y son muchas.
Enrique es hijo de actores teatrales. Como se dice, “nació entre bastidores”. Y como muchos saben, es nieto del comediógrafo, escritor, guionista y humorista Enrique Jardiel Poncela. Uno de los grandes, grandes, del humor. Uno de mis ídolos desde la adolescencia cuando lo descubrí.
Sin embargo, nuestro Enrique no ha necesitado en su vida colgarse del nombre de su abuelo. Me permito usar la frase clisé “ha brillado con luz propia”. Otros muchos puntos para Enrique.
Solo agregar que en estas anécdotas cómicas, curiosas, ingeniosas, que el autor nos cuenta extraída de sus recuerdos personales, es una clase también de Teatro.
Gracias a Enrique por ser actor, director artístico, productor, libretista y tener una Compañía Teatral donde se adaptan y promueven las grandes comedias de la escena española, uno de los más importantes repertorios del mundo.
Y pasemos a la tercera y última parte.
Ahí Enrique nos cuenta su muerte, pero no cómo ocurrió, por supuesto, sino a dónde se dirigió al fallecer. Obviamente, es la única parte de ficción, por lo que hace más original la autobiografía).
Al leerlo, me imaginé estar sentado en un bus de turismo (tipo Hop On Hop Off), viendo los lugares del recorrido: Infierno, Cielo, Olimpo, Valhalla, el Zuxian de Tiankong (el Cielo Chino del Antepasado, parecido a un Hogar del Jubilado, según nos cuenta), etc. Y también disfrutando de su interacción con demonios, deidades y demás personajes.
Otro capítulo supercomiquísimo. Más puntos para Enrique. Y además, ¡de nuevo escrito en versos! ¡Puntos para Enrique again!
¿A quiénes le recomiendo este libro?
-A los seguidores de Enrique Gallud Jardiel
-A todos los humoristas de todas las manifestaciones artísticas.
-A los amantes de las biografías de grandes artistas.
-A las personas cultas o que se estén formando.
-A los que deseen pasar un rato divertidísimo.
Evaluación del libro: Máximo Puntaje.
En fin, gracias Enrique por ser contemporáneo y conocerte y admirarte. Es un privilegio.
Pepe Pelayo
Santiago de Chile
12 | 2024
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