Mi opinión: De nuevo el humor en medio de una polémica
En esta ocasión, la polémica es sobre una caricatura que le hicieron a la señora Cecilia Pérez, vocera del gobierno chileno y que el ex canciller Heraldo Muñoz la viralizó desde su Twitter. Como siempre, me siento obligado de “meter la cuchara” cuando se trata de mi profesión y pasión: el humor.
La primera pregunta que me hago es: ¿la caricatura, realizada por Gavor, ya estaba hecha mucho antes de que Heraldo Muñoz la subiera a su Twitter o el ex canciller se la mandó a hacer con la intención de publicarla?
Pero sin importar la respuesta a esas preguntas, el señor Gavor la hizo, a pedido o no, porque así piensa de la vocera.
Entonces la otra pregunta es: ¿no tienen derecho el caricaturista y el ex canciller de pensar de esa forma? Claro que sí.
Censurar totalmente una caricatura, o prohibir promoverla en algún espacio, es limitar la libertad de expresión. Sin dudas. Aunque la víctima piense o no igual que nosotros.
Desde que se hicieron las primeras caricaturas impresas, el ser humano ha caricaturizado a los políticos (y a cualquiera, pero estamos hablando de ellos), en todos los países del mundo. ¿Dónde no ha ocurrido así? En las dictaduras o regímenes totalitarios. Ahí está la Historia Antigua, Moderna y Contemporánea (muy cerquita, por cierto) para corroborar lo que digo.
No importa quién sea la víctima de esa modalidad de la parodia.
Y, por favor, a “les fanátiques” (y no es francés, sino ironía), no me digan que no se debe caricaturizar a una mujer, burlarse así de una mujer. Si queremos defender las injusticias de géneros, debemos aceptar deberes y derechos en esa igualdad. Así que no se trata de eso. Nadie se puede “salvar” de ser modelo para una caricatura.
¿Se trata entonces de un problema político-ideológico, donde la vocera dice –con todo su derecho- que la ex presidente Bachelet hizo mucha cosas negativas y el ex canciller dice –con todo su derecho-, que no es cierto eso y no le agrada que el gobierno lo exprese tantas veces? No hay dudas ninguna. Sólo en eso estriba el problema de ambos, el problema de la polémica.
Y sin importar si la caricatura es buena o mala artística y humorísticamente, sin importar los rasgos físicos o interiores que quiso ridiculizar y sin importar si uno está favor o en contra del contenido, del mensaje, de la idea, por favor, no le carguemos la mano a la caricatura, porque ella tiene derecho de existir, de salir a la luz pública y el que le guste que la disfrute y el que no, que arranque el papel donde está impresa, lo arrugue y haga otro uso de él. Y si está en pantalla que cambie de página, como puede hacer ahora con este sitio mío.
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