
Por primera vez voy a confesar una de mis cábalas que no fallan:
cuando veo a Nicolás Maduro por televisión, toco el conejito de mi llavero,
me pongo de pie, doy una vuelta en el lugar rapidísimo,
me siento, cruzo los dedos de mi mano iziquierda
y con la derecha apago el televisor.
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