Por La Sierra de Córdoba, Argentina
Ayer, a través del paso fronterizo “Los Libertadores” de la Cordillera de Los Andes, llegamos en auto a Argentina. Habíamos intentado hacerlo dos días atrás, pero una tormenta eléctrica con fuertes lluvias, en la parte argentina, provocó 5 aludes que cubrieron la carretera. Al pasar, vimos los trabajadores aún sacando tierra y limpiando.
Manejamos 14 horas para llegar a Córdoba. Lo hicimos pasando por La Sierra, unas formaciones montañosas de más de alrededor de 2,000 metros de altura. Zona turística bella. Pero ayer nos reservó una aventura que jamás habíamos vivido: atravesar una nube.
Lo más cercano que recuerdo fue cuando fuimos a Machu Picchu, recorriendo El Camino del Inca, que subimos una montaña de alrededor de 3,000 metros y en el bus veíamos cómo atravesábamos pequeñas nubes, para observarlas después desde arriba. Y la otra experiencia fue en Sri Lanka, recorriendo las tierras altas (2,500 metros de alrtura promedio), del centro-sur de esa Isla. En esas mesetas, declaradas Patrimonio de la Humanidad, también atravesamos breves nubes al subir.
Pero en esta ocasión resultó más que un hecho bello y curioso.
En un momento, ante nuestros ojos desaparecía la carretera, al cubrirla una enorme nube. Fue la sensación de vivir la película “La niebla”. No se veía nada. Cuando más un par de metros hacía delante, por las luces del auto. A la derecha, apenas se distinguía la línea blanca que señalaba el límite, porque de ahí hacia allá comenzaba un precipicio. Y a la izquierda la línea amarilla que delimitaba la otra vía, por donde pasaban en sentido contrario luces de autos fantasmas.
Avanzábamos a 10 ó 15 kilómetros por hora con las luces intermitentes y todas las que se pudieran encender, ya que el miedo a que nos chocaran por detrás era mucho, además del miedo a chocar al vehículo de adelante. Nos ardían los ojos de tanto fijarnos en las débiles líneas pintadas en la carretera. Y así recorrimos varios kilómetros.
Cuando poco a poco se fue disipando esa niebla, detuvimos el auto a relajar músculo y descansar la vista.
En aquel momento, confieso que estábamos asustados. Ahora, recordando la aventura, me encanta contarla.
Foto 1 y 2: Entrando a La Sierra y viendo a la pandilla de nubes que nos esperaba.
Foto 3: A punto de entrar en la nube.
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