Visas y visitas de un viejo en viaje No. 10

Isla Lombok e Isla Gili Air, Indonesia 07/2014
 
Fuimos a Indonesia de nuevo. El año pasado conocimos la isla de Bali y este año visitamos la isla Lombok (una noche), y las Gili (en Gili Air dos noches).
Se notó la diferencia entre Bali y las otras, a pesar de los 20 o 30 minutos en lancha que los separan. Lo primero es que Bali es muy religiosa como dije en su crónica correspondiente, pero hinduista. El resto de Indonesia es musulmán. 
Si en Bali encontramos dos altares en cada cuadra, en Lombok existe una mezquita cada dos cuadras. Me dijeron que era el lugar donde más mezquita por habitantes hay en el mundo. Imagínense cómo era eso en este mes del Ramadán. No era fácil dormir con sus rezos llegados de toda la Isla (recuerdan que en las mezquitas usan altavoces hacia afuera) y los coros “góspel islámicos” sonaron hasta tarde.
En la parte turística no, pero en medio de la ciudad y los campos se hace sentir la mano de la religión. Aunque me imagino que deben ser felices así. Y también todos los vendedores de tela, porque esos vestidos y pañuelos que cubren cuello y cabeza en las mujeres (no hablo de burkas) se usan muchísimo. La verdad, no sé cómo se acostumbran a estar todo el día así tapadas, con ese calor tan fuerte. Me imagino que la fe es la única respuesta.
Otra diferencia que me llamó la atención es que en Bali hay muchos artesanos y tiendas que venden sus productos. Pero en Lombok observé en buena parte de la ciudad que sólo existían dos o tres tiendas de ropa (99% femeninas), muchos mercados de frutas y vegetales y algunos mercados de víveres en general. Sólo ubiqué varias carpinterías haciendo esos maravillosos muebles de bambú, ratán, y especiales tejidos de mimbre, que las grandes tiendas occidentales nos venden caros en nuestros países. Por ello yo me compré una fabulosa butaca. Claro, cuando averigüé los precios para mandarla a Santiago de Chile, decidí llevármela como equipaje de mano, pero las rígidas autoridades indonesias me lo prohibieron, a pesar de mi escándalo en español.
En fin, que me di cuenta de que el pobre pueblo (en las dos acepciones: el pobre pueblo y el pueblo pobre), vive comprando lo básico y no hay espacio para la belleza estética. Y artesanos hay, porque en el aeropuerto sí habían tiendas de una artesanía fuera de serie.
En esa isla de Lombok me sucedió mi primer percance. Resulta que de cena pedí un plato de nombre muy raro para explorar nuevos gustos. Y no me equivoqué, estaba riquísimo. El problema es que me lo comí todo, pero seguía con la misma hambre. Pedí otro igual y nunca perdí el hambre. Entonces me di cuenta de que con tantos vegetales y carnes en hilachas, masticaba, pero no tragaba la comida, porque se me quedaban en mis dientes disparejos. Así que tuve que agarrar un mondadientes (escarbadientes, palito de dientes) y sacarlos uno a uno. Así pude tragarlos y saciar el hambre, pero la encía me quedó hecha trizas, sangrando y con mucho ardor y dolor. Conclusión, estuve con la boca abierta y sin hablar hasta el otro día.
Bueno, en el camino del hotel en Lombok al puerto, para ir a las islas Gili, nos encontramos con sesenta mil motos y cuatrocientos monos sentados a la orilla esperando que los turistas le den comida. Yo enseguida subí la ventanilla para que no me sucediera lo mismo que en Bali. Estoy convencido de que no les caigo bien a los simios. Quizás me ven con celos o envidias por mis constantes monerías.
Nos subimos a una lancha de diseño muy extraño para nosotros. No tenía más de un metro y medio de babor a estribor (por poco pierdo el viaje tratando de aprenderme cuál era babor y cuál estribor) y 10 de eslora. Imagínense, parecía un plátano. Bueno, en él nos sentamos y si a esa hora bajó la marea fue, porque parte del mar se quedó en mis ropas, por las salpicaduras que provocaba la velocidad de aquella fruta tropical de transporte marítimo.
Fue la sensación de estar viviendo un momento tan exótico, algo así como estar manejando con tráfico despejado en Santiago.
Pero para complementar el viaje, llegamos a la isla Gili Air, nos bajamos de aquella chalupa aplatanada y para eso tuvimos que meter los pies con pantalón y zapatos en el mar, ya que no “estaciona” en un muelle. Y por si fuera poco, nos esperaba un carrito con techo tirado por un poni y guiado por nativo, que nos llevó a los bungaloo que arrendamos. Ese tipo de carro y las bicicletas son los únicos medios de transporte de las islas, porque tienen prohibido ingresar cualquier vehículo de motor. Imagínense la paz que reina allí a toda hora. 
Bueno, cada dos o tres años hay un escándalo que rompe esa tranquilidad. Como el que protagonicé yo durante el almuerzo. El asunto es que siempre recalco hasta el cansancio que la comida que pido en los restaurantes la traigan sin picante. Porque el 90% de los platos en China, Singapur, Tailandia, Malasia, Indonesia, etc., son con mucho picante. Por suerte, he salido ileso la mayoría de las veces. Pero en mi primer almuerzo en la isla Gili Air, parece que con el poco inglés del mozo y el poco inglés del comensal se trastocó la cosa, o se olvidó, o no se entendió, o lo que sea, el problema es que cuando mastiqué confiado la primera cucharada, no lo podía creer. Era fuego lo que salía de mi boca. Lo único que se me ocurrió fue correr hasta una caseta donde le echan aire a los neumáticos de los carros y ponerme la manguera con una presión de 32 psi (libra-fuerza por pulgada cuadrada) directamente a la boca. Me calmó, pero estuve con la boca abierta, eructando y sin hablar hasta el otro día.
Siempre me han vendido la idea de que las playas más paradisíacas están por esta zona donde estoy ahora. Para eso te muestran documentales o hacen la película de D´Caprio, etc. Pues quiero dejar en claro lo siguiente: tanto en las islas de por acá, como en las costas del continente asiático, existen muchísimas playas. De ellas sólo unas pocas se pueden catalogar de paradisíacas. Me refiero a clima, temperatura del mar, lo cristalino, la calma de ese mar,  los colores del agua, la arena fina y blanca, lo limpia y lo extenso de playa. No evalúo si hay mil rascacielos, mil hoteles 20 estrellas, etc. a pocos pasos. Sólo las características de la naturaleza que acabo de señalar. Pues bien en el Caribe, tanto en las islas, como en las costas del continente americano, existen también muchísimas playas (no sé si muchas más o muchas menos que en Asia). Pero lo que digo es que existen en el Caribe más playas paradisíacas que aquí.
Menciono lo anterior, porque en Tailandia y en Bali disfrutamos de 2 playas así, pero en la Isla Gili Air no vi ninguna. Clima sí, temperatura del mar sí, sin olas sí, no sé lo cristalino y lo de los colores, porque como esta época de monzones estaba revuelta el agua. Pero nada más. La arena blanca y fina era poca. ¡Una cantidad de piedrecitas para entrar al mar y una cantidad de piedras dentro del mar! ¡Y una cantidad de algas muertas!
Teníamos que encontrar un espacio claro y ahí bañarnos como en la tina, sin poder nadar. Sin embargo, la mayor sorpresa me la guardaron para el último día: contemplamos uno de las puestas de sol más impresionantes que hayamos visto en la vida. Fue tan bello e intenso ese momento que quedé con la boca abierta y sin hablar hasta llegar a Singapur de regreso.
 
 

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