Orión y Pipita. Cuento No. 2

manywoman3_0.pngLA TOMA DE PARTIDO

 

-¡Pipita! ¡Pipita!
-¿Qué quieres, Orión?
-Comparte el chisme, Pipita. Te veo mirando para adentro de tu baño hace rato y tienes cara de estar muy entretenida.
-¡Sí, esto está buenísimo, Orión!
-¡Pero, cuenta!
-Bueno, la cosa es que entraron dos mujeres, una rubia y una flaca y se pusieron a retocarse el maquillaje…
-¿Una a la otra?
-No, cada una a sí misma. Pero mientras hacían eso, la rubia le contaba a la flaca que afuera una tercera mujer estaba coqueteando con su marido.
-Es lo normal, ¿no? Las mujeres pueden coquetearle al marido.
-¡Le coqueteaba al marido de la rubia, Orión!
-¡Ah, ya…! ¡Pero sigue, Pipita!

-Pues la rubia empezó a decirle a la flaca el prontuario de defectos de ella.
-¿De la rubia?
-¡De la mujer que hablaban, Orión! Y dijo que a pesar de ser casada, la tipa era una descarada, se metía en todo, quería opacar a todas las demás mujeres y le gustaba romper otras parejas y que era capaz de cualquier cosa.

-¿De cualquier cosa? ¡Peligrosa! ¡No quiero ni conocer a esa mujer!
-¿Qué mujer, Orión?
-Esa que quita maridos y hace cualquier cosa, Pipita.
-La que dijo que es capaz de hacer cualquier cosa es la rubia, Orión. Cualquier cosa por defender su matrimonio, quiso decir.
-¡Ah, ya…! Oye, y a todas estas, ¿qué decía la flaca?
-Nada, asentía con la cabeza, o abría bien los ojos. Parece que no se quería meter en ningún lío.
-Bueno, no tomar partido también es válido, es tener una posición definida en el conflicto, Pipita.
-Sí, pero también muchas veces es la vía más fácil. Y muchas veces también no comprometerse con un bando tiene su precio. Y conlleva un castigo.
-Sí, pero sabes que en bastantes oportunidades los bandos se van a los extremos y es difícil identificarse con ellos.
-Es cierto, Orión, pero no sé si este es el caso.
-Bueno, ¿y cómo ha seguido la historia?
-Pues la rubia se encerró en el cubículo, al reservado, para hacer sus necesidades, creo yo, y en eso entró una mujer bajita y mientras se retocaba el maquillaje, habló con la flaca que había encendido un cigarro.
-Fumar en el baño está prohibido, Pipita.
-Sí, pero mucha gente lo hace, Orión. Bueno, ahí me enteré que la bajita ¡era la mujer que coqueteaba con el marido de la rubia!
-¡¿No?!
-¡Como te lo cuento! La bajita empezó entonces a hablar mal de la rubia, afirmando que se puso muy pesada, porque ella estaba conversando de lo más bien con su marido…
-¡Ah! ¿Admitió que estaba con el marido de la rubia?
-No, que ella estaba hablando con su marido, con el de ella, no con el de la rubia y dijo que la rubia llegó y le armó un escándalo, acusándola de que coqueteaba con su marido.
-¿Con el marido de quién?
-¡Con el de la rubia, Orión! Y la bajita entonces comenzó a citar un prontuario de defectos de la rubia, que si era gritona, que si se vestía con tremendo mal gusto, que si tenía mal aliento por la dieta esclava que hacía para no convertirse en una tanqueta que era su estado natural y una pila de cosas más.
-¿Y que decía la flaca, Pipita?
-Nada. Fumaba y asentía con la cabeza o abría bien los ojos a veces.
-No tomó partido.
-No tomó ni agua, Orión.
-¿Y la rubia no salió nunca?
-No.
-Pero tenía que haber escuchado a la bajita cuando hablaba peste de ella, ¿no?
-Yo pienso que sí… Claro, al final salió….
-¿La rubia?
-No, la bajita, Orión. Salió del baño. Y ahí sí salió la rubia.
-¿Del baño también?
-No, del cubículo donde se suponía que estaba haciendo sus necesidades.
-¿Y qué dijo Pipita?
-¡Yo no dije nada!
-No, me faltó una coma. Quise decir: ¿y qué dijo, Pipita?
-¡Ah...! Bueno, pues la rubia estaba enojadísima. ¡Le dijo a la flaca mil cosas! ¡La insultó!
-¿A la pobre flaca? ¿Por qué, Pipita?
-Su argumento era que si ellas eran amigas…
-¿La flaca y la bajita?
-No, ella, la rubia con la flaca.
-¡Ah, ya…!
-Pues si eran amigas de verdad, ella tenía que haberla defendido ante la bajita.
-¿Y qué le respondió la flaca, Pipita?
-Nada. No hizo nada. Y eso fue lo peor que hizo, porque la rubia le dio una tremenda cachetada y salió del baño como un cohete.
-La pobre flaquita. ¿Y se acabó la historia entonces?
-No, la flaca no se ha ido. Puso el cigarro encendido en el lavamanos y ahora se está maquillando, pero antes se echó agua fría en la mejilla izquierda, donde recibió la cachetada.
-Oye, Pipita, y si…
-¡Espérate! Acaba de entrar la bajita de nuevo…
-¿Y que está pasando?
-¡Espérate!
-¡Cuéntame, Pipita…!
-¡Wao!
-¿Pero, qué pasó?
-La bajita le dijo a la flaca que allá fuera la rubia se le encaró para decirle que nunca había tenido mal aliento, ni nunca se ha parecido a una tanqueta. Por lo que era evidente, dijo, que ella se lo había contado.
-¿Quién?
-¡La flaca, Orión! Que la flaca le había contado a la rubia lo que ella le había dicho a la flaca.
-¡Vaya, qué lío!
-Y la flaca se puso colorada y las venas del cuello parecían que se les explotaban.
-No digo yo. Yo me hubiera enojado también, Pipita.
-No, parece que se atoró con el humo del cigarro, porque después tosió varias veces.
-La pobre.
-La cosa es que ¡le ha dado tremenda cachetada en la mejilla derecha!
-¡Se desquitó la flaca!
-No, la bajita le pegó a la flaca, Orión.
-¿Pero eso por qué, Pipita?
-No sé, quizás la flaca sea una buena cristiana que puso su otra mejilla… Aunque, ¿no te dije que no tomar partido a veces se castiga…?

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