Por la razón y no por la fuerza

unnamed_0.jpgHay cosas en el ser humano que no entiendo. O mejor dicho, que me asombran mucho. Por ejemplo, aunque sea fanático del Barcelona, si veo un partido donde el Real Madrid juega de forma excelente, ¿por qué no admitirlo? ¿Por qué no felicitar a ese equipo?
Donde más sucede eso es en política. Si soy de izquierda y veo algo bueno que hace la derecha, ¿por qué no reconocerlo? Y viceversa, claro.

Pues cada día veo aumentar esas posiciones radicales, fundamentalistas, fanáticas. Si “X” piensa distinto a mí, es mi enemigo a muerte. Y aunque ayude a pasar la calle a una ancianita, lo critico por algo, por lo que sea.
Si ese “X” dice algo, enseguida hay que salir a humillarlo, a demolerlo, a descalificarlo, y sin dejarlo que se defienda, por supuesto.
Insisto, lo veo en todos los colores políticos.
Y si “Y” es amigo de mi enemigo, entonces “Y” se convierte en lo peor de lo peor. Y si “Y” es enemigo de mi enemigo, entonces “Y” se convierte en mi amigo, aunque sea el ser humano más despreciable del mundo.
Es como si involucionáramos día a día. Ya no se debate, se ataca, se descalifica, se humilla.
Estas hordas político-ideológicas funcionan como extremistas religiosos, con una fe enfermiza. Con el eslogan “Con lo que pensamos, todo. Contra lo que pensamos, nada”. Frase que me da escalofríos al reconocerla.
Son pensamientos fascistas, sean de derecha o de izquierda.
Ah, y por favor, amigos, aléjense de las redes sociales donde se hable de estos temas. Ahí florece lo más repugnante del ser humano.
Y algo más doloroso: sigue creciendo la intolerancia, la ceguera, el fanatismo, sobre todo en los que aceptan la violencia como un medio que justifica el fin.
Y algo muy atemorizante: esos fanáticos se especializan en lavar cerebros, en manipular a los ignorantes, conformistas, indecisos y pasivos. Se especializan en el arte del discurso emotivo, en el canto de sirenas. Y de repente vemos hasta intelectuales (que descubrimos ahí que son seudos), esgrimiendo argumentos increíbles para apoyar a los irracionales.
Y en general, todos quieren imponerse a la fuerza y no por la razón.
No salgo del asombro, decía, porque no entiendo cómo hemos caído y seguimos cayendo tan bajo.
Ojo: no quiero que tomen lo que digo como una verdad absoluta. Cuestiónenme. Y con respeto, decencia y tolerancia debatan conmigo.
Y si están de acuerdo con esta reflexión, hagan que les llegue a su entorno, a ver si con este granito de arena comenzamos a ganar terreno antes de que sea tarde.

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