¿Por qué teorizar sobre el humor?

descarga_1_2.jpegSi nos decidimos a publicar esta reflexión, es para mejorarle el camino a los que intentan estudiar los conceptos que consideramos fundamentales para entender los fenómenos principales del humor y la comicidad. No pretendemos ser exhaustivos ―lo cual es casi imposible en un terreno tan amplio― ni definitivos ―imposible también en este terreno, donde campean la subjetividad y un amplísimo espectro de criterios y enfoques, a veces demasiado estrechos o acotados, y otros tan amplios que resultan difusos.

Lo cual es comprensible en una materia que atañe a la naturaleza del ser humano pero que no comenzó a ser observada, pensada y estudiada de modo sistemático hasta fechas recientes.

Creemos que hasta hoy no se ha intentado o logrado un trabajo de conceptualización y esclarecimiento teórico que resulte abarcador y coherente, y que ofrezca una base común de entendimiento sobre los principales fenómenos del humor. En algunos aspectos existe un verdadero pantano conceptual. 

Veamos una brevísima muestra de comentarios que evidencian ese pantano conceptual a que aludíamos.

Dice George Bernard Shaw: “El humor no puede ser definido. Es una sustancia primaria que nos hace reír: sería tanto como tratar de probar un dogma.” (Citado por Miguel Salabert en el prólogo a la Antología dehumoristas franceses contemporáneos).

Paul Valèry, por su parte (citado en la misma obra), se refiere de este modo a los intentos de definir el humor: “Cada proposición que contiene un intento de definición modifica su sentido; de manera que este mismo sentido no es rigurosamente más que el conjunto estadístico de las frases que lo contienen y que vengan a contenerlo”.

Gilbert K. Chesterton habla del humorismo en el mismo sentido: “Se trata de una expresión que no sólo rechaza toda definición sino que, en cierto modo, se jacta de ser indefinible; y suele considerarse como una deficienciahumorística tratar de buscar una definición del humorismo” (Cuatro granujas sin tacha. La salsa de la vida y otros ensayos).

En cambio, Noel Clarasó (en su Iconografía del chiste) afirma: “Se han impreso muchas páginas con el intento de definir el humor. Y hasta se ha dicho, erróneamente, que el humor es indefinible.”

El hecho de que algunos grandes autores consideren indefinible al humorindica la complejidad y las implicaciones subjetivas de este.

Otro aspecto de dicha complejidad, y del caos teórico que existe sobre el tema, es la diversidad de criterios respecto a qué es humor y qué no lo es. En otro lugar de su ya citada obra Chesterton menciona expresiones que según él no pertenecen al humor: “El humorismo es distinto del ingenio, de la sátira, de la ironía y de muchas otras cosas que legítimamente pueden producirdiversión”. Y aquí caben varias preguntas: si tales expresiones tienen en común con el humorismo la diversión (y se entiende que la risa, la sonrisa), ¿por qué son distintas de él? ¿Cómo hemos de intuír ―ya que no definir― lo que es el humorismo, para dejar fuera de él esas expresiones? ¿Qué término o concepto común debe abarcarlas?

Miguel Salabert (en la obra ya citada) acoge la misma idea de Chesterton, respecto a la sátira: “En risa puede también acabar la sátira. Y, sin embargo, la sátira es un género muy definido que difícilmente se presta a confusión con el humor”. Uno se pregunta: ¿es que el meollo del asunto radica en el grado de definición? ¿La sátira no es humor porque es una modalidad muy definida, mientras que el humor es, por naturaleza, indefinible? Entonces, ¿cómo coinciden, de manera inextricable, la reconocida condición de gran satírico y la de gran humorista en una figura como Jonathan Swift? Y Cervantes, ¿no despliega su humor haciendo la sátira de las novelas de caballería? (Sobran los grandes ejemplos).

Entre los fenómenos de la comicidad y el humor, el chiste es quizás el más controvertido. Wenceslao Fernández Flores, en su discurso ante la Real Academia de la Lengua Española, en 1936 (citado por Amado Lázaro Ros en su prólogo a las Obras Completas de Mark Twain, Edic. Aguilar S. A., 1966), expone un concepto limitadísimo de chiste, con una carga manifiestamente despectiva: “El chiste, que habitualmente consiste en un más o menos felizjuego de palabras, está muy abajo en el subsuelo literario, y si le aludo aquí es únicamente porque mucha gente aberrada lo incluye en la categoría dehumor y conviene la repulsa”.

Lamentablemente los autores de Humor Sapiens, y otros autores más ilustres, están entre esa gente aberrada. Julio Casares, por ejemplo (citado en la misma obra) responde a Flores: “El chiste cae dentro de lo cómico y lo cómicose convierte en humorismo desde que se le interpreta de una manera sentimental y trascendente”. Y Marcos Victoria, por su parte (en Estudio preliminar de lo cómico), sentenció: “El chiste es la flor de lo cómico”. Imagen esta que viene muy al caso en oposición a Flores, ya que la flor, como se sabe, es lo que más se aleja del subsuelo.

Otro campo espinoso es el de las ideas sobre la índole misma y las características esenciales del humor. Según Hipólito Taine (citado por Salabert en la ya mencionada obra), el humor “es algo amargo, acre, sombrío, que nace bajo el cielo frío de los países septentrionales y conviene solamente a los espíritus de los germanos, como la cerveza y el ‘schnaps’”. Ante una idea como esta, que caracteriza el humor de modo tan estricto y lo enmarca en un contexto cultural tan específico, cabe preguntarse: ¿y Rabelais? ¿Y Cervantes? ¿Y Mark Twain? ¿Y Eça de Queiroz? ¿Y ―fuera del campo literario― Chaplin? ¿Y Marcel Marceau? ¿Y Les Luthiers?... ¿Es el de estas figuras ―que no son, obviamente, germanas― un humor amargo, acre, sombrío? ¿O no es humorlo de ellos?

La respuesta de Taine y otros comentaristas del humor sería, en efecto, que no: no es humor lo de ellos. Porque para esos comentaristas el términohumor sólo puede aplicarse a una sutil e inteligente actividad del espíritu ligada al sentido trágico de la vida, y su expresión es una sonrisa triste,irónica y resignada. Para ellos la risa abierta, en cambio, es expresión de puracomicidad, y representa una actividad rudimentaria, gruesa, y por tanto inferior.

Las propuestas de Picqueroy y Scherer (ambos citados también por Salabert) implican ideas más bien opuestas entre sí. Según el primero, el humor “es la proyección del drama interior en lo que este presenta de más desgarrador” (idea afín a la de Taine). El segundo, por el contrario, dice: “El humorista es un buen muchacho que admite con Leibnitz que todo va lo mejor posible en el mejor de los mundos posibles”. Y para Stephen Leacock (citado por Pierre Daninos en El pijama), “el humor es la amable contemplación de las incongruencias de la vida y la expresión artística que se deriva de ella”.

Basta con esto para tener idea de las enormes diferencias de criterio que existen en torno al concepto y el uso del término humor.

 

Aramís Quintero

Pepe Pelayo

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