PP Layo, corre pon sal voluntario No. 8
La pregunta y la respuesta que encabeza esta noticia, es parte de la entrevista que le hice a Lebron James, jugador de baloncesto de la NBA. El resto de la entrevista la encontrará en este mismo blog, cuando venza mi autocensura. Gracias.
Esta vez la noticia es positiva, agradable de “reportear”, por eso sé que el banálisis de la misma le resultará a usted placentero:
¡Un nuevo deporte está tomando fuerza entre mucha de la gente de bien: el Soplis!
Quizás por la llegada de algunas personas humildes a la práctica del tenis, por ejemplo; quizás por el aumento del tiempo bastante libre en cierto segmento de la clase alta; o quizás vaya usted a saber por qué (no soy yo el encargado de averiguarlo), el asunto es que el Soplis se está imponiendo de a poco, y cada vez son más los adictos que rehabilitan a este deporte. Incluso, si las cifras se mantienen en ascenso este año, con la plata que corre dentro y fuera del terreno, y con la política de Obama para Latinoamérica y el Recalentamiento Global, el Soplis va a estar llamado a convertirse muy pronto en el Deporte Nacional y quizás, ¿por qué no? en Deporte Olímpico.
Para el que nunca lo haya visto jugar, le haremos una breve síntesis de algunas de sus reglas: Hay una cancha de 15 por 40 metros, dividida por la mitad por dos postes metálicos que sostienen una malla (o azteca, no recuerdo bien). Cada poste se inca… perdón, se hinca a ambos costados de la mitad de la cancha, logrando que la malla, estirada, mida unos 80 cms de alto. Pero, muy importante, fijándose bien que no llegue al suelo. La malla debe colgar a unos 10 cms del piso de cemento áspero que forma la cancha.
Los equipos son de ocho integrantes. Los atletas se colocan las dos piernas detrás del cuello, se atan las manos por detrás, a nivel de los glúteos, ruedan por la cancha encebada y soplando, se pueden pasar la pelota hasta cinco veces. Después la envían de igual manera hacia la cancha contraria por debajo de la malla.
Las barras, muy fanatizadas y entregadas en alma y corazón a este hermoso pasatiempo, tienen también su espacio en cada partido. Es decir, en el entretiempo, los jugadores descansan sin salir de la cancha y se convierten en espectadores, porque es el momento en que los barristas se enfrenten a botellazos primero y golpes cuerpo a cuerpo después, hasta que los árbitros detienen la batalla. Por supuesto, eso también está normado. Los jueces del partido no pueden detener la contienda hasta que las fuerzas policiales declaren oficialmente cinco heridos graves o en su defecto, tres violaciones a féminas mayores de 12 años. En ese punto se reanuda la competencia.
El auspiciador oficial de la competencia es El Cartel... perdón, está en un cartel, pero no recuerdo su nombre.
La tensión y el estrés que provoca este deporte se demostró el pasado sábado cuando Los Tigres del Jet Set empataron a cero con los Cachorros del High Life. Sin embargo, todo transcurrió sin mayores contratiempos. Ni siquiera lo pudo empañar el incidente de los barristas inculpados de antropofagia, al atacar al prepotente vendedor de té con sacarina que se paseaba molestando en la gradería.
En fin, otro aporte civilizado del ser humano al bienestar, la salud y la convivencia a través del deporte.
PP Layo
Corre pon sal
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