¡A sacarme una muela!

images_2_2.jpegHoy tenía que ir a sacarme una muela. Ya lo hice. Y esto fue lo que sucedió:
Entré a la consulta y me senté. El medico me dijo que abriera la boca y dijera “AAAAA”. Lo hice y me dijo que necesitaba un ENJUAGUE VOCAL, porque tenía la “A” poco clara.
Le pedí que se ciñera a mi problema de la muela y me echó de allí, mandándome a la consulta de enfrente, porque él era otorrino.
Entonces entré a la consulta correcta y me senté. El odontólogo me abrió la boca con sus manos y como buen mastodontólogo que es, me la abrió tanto que se me trabó la mandíbula.

 

Así le fue fácil sacar mi muela. Como era la del juicio, lo hallé culpable y le dije mil cosas en su cara, aunque fue solo en mi pensamiento, ya que con la mandíbula así no podía hablar.
Traté de huir, pero me puso una de sus enormes rodillas en mi estómago. Le susurré con mi boca abierta que su conducta no era correcta y que yo no merecía tal tratamiento. Y parece que entendió otra cosa, porque comenzó a hacerme un tratamiento de conducto. 
No pude más y en uno de mis movimientos intentando liberarme, choqué accidentalmente con su codo y se me rompió la mayor parte de los dos incisivos frontales de arriba. 
Ahí quise pedir ayuda y pude balbucear el nombre de Reina, porque así se llama mi prima, la que me acompañó, pero el mastodontólogo no entendió y al escuchar Reina, me puso una corona en cada diente.
Terminé con mi dentadura bastante dañada y adolorida, pero lo peor fue cuando me pasó la cuenta de sus honorarios. Me dolió hasta el estómago.
Nunca más por mis dientes iré a un dentista.
Y nunca más por mi estómago iré a un estomatólogo.

 

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