Visas y visitas de un viejo en viaje No. 11
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De regreso a Chile, con la pena de la despedida, con la alegría de la llegada y con los pies hinchados y el trasero plano, después de 20 y tantas horas de vuelo.
Debo señalar que la línea aérea Qantas cumplió con su palabra de devolvernos las horas que desaparecieron en el viaje de ida, por lo que salimos el martes y en vez de llegar a Santiago el jueves según el tiempo real que pasamos en el avión, lo hicimos el miércoles, así que vivimos dos veces un mismo día.
Ahora me gustaría compartir con ustedes una breve crónica del viaje a Viet Nam, ya que a China e Indonesia les dediqué una a cada una hace poco y sobre Singapur comenté en el viaje del año pasado.
Comienzo.
Ante todo, debo contar que a diferencia de China, Viet Nam cumplió y sobrepasó todas nuestras expectativas. Fuimos a la ciudad de Hanoi y a la Bahía de Halong.
Resumiendo un poco: clima espectacular, paisajes preciosos y sobre todo, gente maravillosa por su alegría y su calidez.
Fuimos a un hotel en el centro; es decir, en el barrio antiguo. Al chequearnos nos dieron un papel donde aparecía escrito algunos consejos para andar mejor en la ciudad. Por ejemplo, al haber millones de motos y miles de bicicletas y al ver que esos vehículos no respetan las leyes de tránsito y van a favor o en contra de la dirección de las calles como si nada, al ver cómo se suben en las aceras, etc., cómo no se detienen en los “pares” y en las “cebras”, etc., entonces te dicen que cruces la calle con paso más o menos lento, pero firme y seguro sin mirar para los lados y jamás detenerte en medio de la calle. Pues eso hicimos y de verdad que funciona.
También te aconsejan regatear siempre cuando compres algo. Por ejemplo, si el producto vale 10 dólares, hay que decir que uno daría por él sólo 5 y así. Que jamás toques el producto si no lo vas a comprar y que cuando un vendedor ambulante te oferte algo, no lo mires y dices que no rotundamente, porque de lo contrario te acompaña todo el tiempo en el paseo y hasta puede que te siga hasta la misma habitación del hotel de regreso. Pues vivimos todo eso, sin embargo, aprendimos más en la práctica. Por ejemplo, nunca regateamos (las artesanías que es lo único que siempre compramos en los viajes), porque son tan increíblemente baratas y hechas con tanto talento, elaboración, belleza, que consideramos injusto que tengan esos precios que no se corresponde con el tiempo y el esfuerzo que le dedican. Y no me refiero a tallas en madera y artículos que encontramos en todos los países, estoy hablando de pinturas con técnicas poco comunes y difíciles, en increíbles cuadros bordados en hilos de seda, en miniaturas de papel recortado y un largo etcétera.
Para nosotros fue impresionante ver la abundancia de galerías de arte (pinturas y esculturas), de tiendas de artesanías, sin contar con que varias de sus modalidades de música, canto y danzas han sido declaradas Patrimonios Culturales Inmateriales de la Humanidad.
Fue ver y disfrutar tantas artes, que me pregunté (sin responderme), si un pueblo así, con esa enorme sensibilidad tiene relación con el carácter alegre, risueño y cariñoso que muestran. Pensando en la similitud en ese aspecto con el pueblo cubano, pero sobre todo pensando en el pueblo chino que me tocó ver en Shangai y en otras ciudad, donde la mayoría era gente hosca y solo motivada por lo material y las marcas, con una forma “plástica” de vivir, que asusta y que uno se pregunta dónde está la supuesta cultura y espiritualidad milenaria que jamás caló bien en esa sociedad al parecer.
O quizás la dictadura de Mao fue más dura y cruel que la de Ho Chi Ming. No sé.
En Viet Nam encontramos pobreza, sin dudas, pero también se nota que avanza, que se desarrolla. Se ve en las construcciones, en las inversiones, etc. Pero aún le falta mucho. Siguen el camino de dictadura china con un solo partido comunista haciendo de las suyas para mantenerse en el poder, entregándose sin escrúpulos al capitalismo que tanto critican. Pero comparándolo con China, parece que en Viet Nam hay menos corrupción, o van más lento, no sé. Pero solo por lo que uno puede calar en una visita de pocos días, prefiero Viet Nam sin lugar a dudas.
Si me dieran a escoger vivir ahí o en otro de los países de Asia que conocemos, no escogería ninguno, por supuesto, ya que son culturas muy distintas a la nuestra. Por ejemplo, las comidas. Como en todos, en Viet Nam se come con mucho picante, aunque si uno pide sin picante en los restaurantes, te complacen, no como en los demás que te lo dan de todos maneras, porque no conciben cocinar sin eso, porque sin picante “nada tiene sabor”.
La verdad que sólo comí el plato típico de allí que es el Phó, una especie de sopa con fideos hechos de arroz, con carnes y vegetales. Muy rico. Claro que hay varias ofertas, incluyendo carne de perro y otras delicias que no nos atrevimos a comer. Pero hay tantas franquicias de comida occidentales que no hubo problemas con la alimentación. Ah y la repostería es exquisita, obvio, fueron colonia francesa y aún queda muchas influencias de ese país. Incluso existe un largo puente impresionantemente precioso, diseñado por Eiffel. La ciudad de Hanoi posee varios lagos muy lindos.
Como dije, no viviría allí, pero sí repetiría la visita e iría a conocer Saigón, etc.
No sé si se me queda algo en el tintero, pero ya me extendí mucho y deseo terminar con una terrible anécdota que me sucedió.
Como mencioné también, fuimos a la Bahía de Halong, Patrimonio Natural de la Humanidad. A todos les aconsejo que vayan y la conozcan, de verdad que es una de las Maravillas del Mundo actual. Son más de 3000 islas de todo los tamaños y la mayoría como acantilados, sin playas, que forman un laberinto en la bahía (ver foto que subo aquí). Verlas y navegar por entre ellas, con esa luz y ese silencio es impresionante. Cuando se nubla un poco, parece un paisaje fantasmagórico.
Nos subimos en un crucero por la bahía por dos días y una noche y fue más que fantástico todo. El camarote nuestro tenía terraza hacia la proa y sólo con echarse en esas sillas de extensión con un mojito en la mano, valió la pena la inversión.
El crucero paraba en ciertos lugares y nos llevaban en lanchas a una solitaria playa, a unas cavernas en la cima de una isla donde había que subir 700 escalones y a lo que le llaman "La Venecia de Viet Nam". Ahí te llevan en botes de remo, donde las “gondolera” son mujeres que viven por allí. Y se trata de casas flotantes, muy pobres, que forman pequeñas poblaciones de gente que vive de la pesca y la extracción de perlas. Humanamente da lástima, pero ver eso es una tremenda experiencia.
Pues mi anécdota comienza en la playita a la que nos llevaron. Yo no quise bañarme en el mar y preferí agarrar un bote de remos y dar una vuelta, yo solo por ahí. Te permiten remar hasta cierto punto por seguridad. Pues yo no me di cuenta y tomé entre algunas islas pequeñas y parece que no se percataron y así llegué hasta una isla grande, muy verde, como selvática y me acerqué. Recuerdo que se me ocurrió gritar con potencia para escuchar el eco y ahí sucedió mi tragedia.
Pero antes de contarla, debo aclarar algo de lo cual yo me enteré después. Resulta que esa isla es una especie de sanatorio mental, donde viven varios veteranos que quedaron con trastornos provocados por la guerra. Como sabemos, ninguna guerra deja cosas buenas, excepto para los poderosos que la crean, los políticos, los militares y empresarios deshumanizados que obtienen grandes beneficios. Pero al pueblo que pone los soldados; es decir, los muertos, los heridos y los traumatizados son los únicos perjudicados.
Entonces, en cabañas en el medio de la Isla, viven allí esos pobres hombres, con comida, asistencia médica, etc. Pues cuando yo doy el grito aquel, algunos estaban camuflados entre las plantas, cerca de la orilla (al parecer me vieron acercar) y creyendo que yo era alguna amenaza en sus mentes afectadas, me lanzaron una lluvia de dardos hechos con sus propias manos, a través de cerbatanas artesanales también, obvio y con cierta sustancia en la punta de los dardos, algo como una droga extraída de ciertas raíces, que te hace dormir instantáneamente. Yo recibí varias en el cuerpo y algunas en la cara (como se ve en la foto al final del texto, que muestro como prueba). En resumen, me rescataron los del crucero, encontrándome dormido en el bote a la deriva. Así que abrí los ojos un día después acostado en el camarote, perdiéndome una buena parte del viaje.
Sin embargo, me llevo un feliz recuerdo de Viet Nam. Soy un privilegiado por conocer a ese país y a ese pueblo.
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