Visas y visitas de un viejo en viaje No. 2

La primera impresión que recibí al llegar a esta ciudad-estado fue la de estar viendo una ciudad preciosa, limpia, moderna, funcional y tecnológica, con gente muy amable y decente. Supongo que descubras cosas malas, como en cualquier parte, pero eso viene después, ya que mi prioridad fue disfrutar de lo mejor del país. El clima, la comodidad y la funcionalidad son casi perfectos.
Un país sin mucha historia porque tiene sólo alrededor de 40 años como República independiente, donde la mayoría de la población desciende de chinos, pero el idioma oficial es el inglés.
Después de pasear bastante, me cansé y fui a darme un masaje de cuello y espalda. Un singapurense de origen chino me recibió y me sentó en su silla especial y confiando en él, le di la espalda. Nunca le den la espalda a un chino, sobre todo a éste. Con todo el odio y la saña del mundo introdujo más de lo físicamente posible sus dedos en mi cuerpo. Hundió su codo con furia por todos lados, golpeó con ira cada centímetro de piel occidental que encontró. Pensé que le habían dicho que me había comido un oso panda, o que me acosté en mi juventud con una muchacha del barrio chino en La Habana y era pariente de él, incluso llegué a pensar que creía que mi padre fue un repudiable colonizador inglés.
Fue una real tortura china.
Media hora después salí de allí mareado, confuso y con los ojos aguados. Y más encima tuve que pagar 40 dólares por tamaña paliza... Me propuse esperar unos días para volver.
Hay mucho para ver y consumir en Singapur.
La arquitectura contemporánea, original, provocadora, armónica (a mí me gustan los rascacielos); el metro, las calles, el ornato y demás, hacen que uno se enamore del lugar. Pero yo soy más de “subdesarrollo”; es decir, disfruto más el barrio chino, el barrio indio, el barrio árabe, que los moles de cemento, metal y vidrio en el asfalto y los malls de ropa. zapatos, perfumes, etcétera que existen en cada cuadra.
En esos barrios populares se ven gente caminando y hablando alto, charcos en las calles, olor a comidas, palomas, vestuarios típicos, artesanías, vendedores ambulantes; en fin, la verdadera ciudad palpitando, menos “perfecta”, pero más humana.
Investigué sobre la vida en Singapur y no puedo afirmar nada, pero en síntesis, esto fue “lo sucio, malo y feo” que me enteré:
-No hay democracia.
-Existe racismo y clasismo.
-Carísimo todo.
En otras palabras, que se vive muy bien si a uno no le importa eso negativo que acabo de señalar. Y comprobé que la mayoría de los singapurenses o singapurados (no sé bien el gentilicio), son felices.
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