Ya dejé de discutir de política

descarga_1.pngDejé hasta de conversar de política. ¿Por qué? Porque me he encontrado a muchos y muchas que cuando les demuestro con hechos que en un país hubo o hay una dictadura de izquierda o de derecha, o cuando les doy pruebas indiscutibles de que en tal país hubo o hay un gobernante populista de izquierda o de derecha, se apasionan y en vez de darme contraargumentos sólidos, reaccionan de esta manera: A) me comparan enseguida con otro caso donde sí aceptan que hay dictadura, por ejemplo, pero de signo contrario a su ideología, evitando analizar y aceptar las pruebas que expongo. B) a pesar de mis demostraciones inobjetables, mis pruebas fehacientes, me dicen que no es así como yo digo y me dan otros ejemplos que sólo ellos ven, porque no existen en la realidad.

Ojo, una vez más repito que no se trata de ser intransigente, yo respeto la libertad de expresión. Y acepto las opiniones contrarias, el pensamiento diferente. Me estoy refiriendo a los que no admiten hechos concretos en los argumentos que doy. Porque si expongo pruebas de que en un país se viola los preceptos democráticos, por ejemplo, te toman preso por decir públicamente que no estás de acuerdo con el gobierno, eso es dictadura, sea del signo que sea. Ahí no hay nada que discutir. Es un hecho, no es algo que se rija por interpretaciones, no es algo subjetivo.

Yo siempre me dije, los que rechazan esas pruebas concretas son ignorantes, a los que les lavaron el cerebro, los manipularon y repiten lo que les enseñaron, o son oportunistas que están relacionados con la política de alguna manera y desean defender esas causas para beneficiarse si se llega a ese punto en la actualidad. Pero un día, en casa de unos amigos, estoy disertando con mis experiencias y razones de cómo es tal dictadura y como ellos estuvieron ligados en lo emocional a esos ideales que supuestamente defiende esa misma dictadura, me dijeron: “bueno, será verdad lo que dices, pero no queremos saberlo”. Eso lo encontré más honesto. Entonces, vi que no sólo existían ignorantes y oportunistas entre los que defienden una dictadura. Estaban los que no querían aceptar el fracaso de su idealismo, sobre todo de juventud, el mismo al que le habían dedicado casi toda su vida.

Ayer me acordé de esa pareja al leer una entrevista al señor Michael Shermer, historiador de la ciencia, autor de números libros, fundador de la Skeptic Society, etc. Escogí este fragmento:

“Cuando alguien niega el calentamiento global o la evolución, si cavas lo suficientemente hondo descubres que para esa persona aceptar los hechos tiene implicancias políticas o ideológicas. Pertenecen a una tribu: una religión, un partido, un grupo. ¿Qué hacen si los datos van en contra de las creencias de la tribu? Bueno, la disonancia cognitiva nos dice que la mayoría no cambia su mente, cambian los hechos. Quieren mantener la consistencia en sus creencias, porque con ellas se definen así mismos”.

En fin, parece que no estaba tan despistado.

Pero corroborar lo que pensé y sensibilizarme con la pareja de amigos no significa que valga la pena enfrentarme a ese pensamiento, mezclado con los ignorantes y oportunistas. Por ello es que dejé de conversar de política.

 

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