(La entrevista con fotos, caricaturas, etc., la pueden ver aquí).
Aunque las entrevistas a distancia tienen, entre otras, la gran desventaja de que los periodistas perdemos el trozo más grande y sustancial del iceberg —el rostro, el verbo y la esgrima en directo del interlocutor— a veces consuela darnos cuenta de que tal modalidad nos “libra” del duelo físico con alguna de esas figuras un tanto renacentistas que Dios plantó en el mundo para demostrar/nos que, efectivamente, cuando se lo propone, solo cuando se lo propone, el homo sapiens sabe un montón de cosas.
Son esas personalidades intimidantes que podrían, de un “verbazo” de derecha mal dado, hundirnos como a titanics, así que, si se las va a abordar, el cuestionario por correo puede resultar un prodigioso bote salvavidas.
Así, más o menos, es el caso de la conversación con el humorista cubano, chileno y universal Pepe Pelayo, quien pasado un “tin” de sus setenta sugiere aún en lo creativo la estampa de un maratonista keniano porque, sencillamente, no hay quien le siga la carrera.